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¿Está cambiando la suerte de Jair Bolsonaro?

El presidente brasileño podría estar perdiendo apoyo del establishment, pero todavía tiene la lealtad de cientos de miles de miembros de las fuerzas armadas y de seguridad.

Damian Platt
29 junio 2020, 5.45pm
Graffiti que representa la disputa entre la ciencia, retratada por dos profesionales de la salud como héroes, contra el presidente Jair Bolsonaro con el coronavirus como villanos en São Paulo, Brasil
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Aloisio Mauricio/Fotoarena/Sipa USA/PA Images

Con la detención de un hombre llamado Fabrício Queiroz, que había permanecido escondido durante 18 meses, este mes se produjo un gran avance en la trágica novela que es la política contemporánea en Brasil.

Su arresto, en una casa del abogado de la familia Bolsonaro, es clave porque, según los fiscales, Queiroz es el guardián de una serie de actividades corruptas cometidas por miembros de la familia Bolsonaro en las últimas dos décadas. Es especialmente cercano al senador Flávio Bolsonaro, el hijo mayor de Jair Bolsonaro, y podría infligir un daño enorme a la presidencia.

La amistad de Fabrício Queiroz con el presidente se remonta a 1984, cuando se desempeñó como recluta del ejército bajo la tutela de Bolsonaro. Después de abandonar el ejército, Queiroz se unió a la Policía Militar de Río de Janeiro. Era muy conocido y temido por los residentes de la favela de la Ciudad de Dios (que se hizo famosa con la película del mismo nombre). Una noche en 2003, él y un colega dispararon y mataron a un residente mientras patrullaban. Una investigación de homicidio sobre el caso sigue abierta hoy.

Queiroz mantuvo la amistad con Jair Bolsonaro después de salir del ejército. Numerosas fotografías de los dos disfrutando de momentos de intimidad circulan en internet: Queiroz y Bolsonaro pescando; Queiroz, Bolsonaro e hijos en una barbacoa y Queiroz, Flávio y Jair comiendo juntos. Queiroz trabajó para Flávio Bolsonaro durante 11 años, entre 2007 y 2018, después de sumarse a su equipo parlamentario en comisión de servicio de la Policía Militar. Si bien aparentemente su papel estaba orientado a ofrecer protección al político, Queiroz también ha sido descrito como "jefe de gabinete" y "conductor". Esencialmente, fue el protector, logista y mano derecha de Flávio durante más de una década.

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En 2018, una unidad de inteligencia financiera del gobierno federal encargada de combatir el lavado de dinero identificó movimientos sospechosos de fondos a través de las cuentas de Flávio Bolsonaro y Queiroz. El proceso de monitoreo fue una extensión de la gigantesca investigación nacional Lava Jato puesta en marcha para librar a Brasil de la corrupción, y que fue celebrada por la familia Bolsonaro en sus compromisos electorales.

Los movimientos de dinero ahora en cuestión incluyeron 48 depósitos en efectivo distintos, pagados a Flávio en un período de un mes por un total de R$ 30,000 y un solo cheque de R$ 8,000 a nombre de la esposa de Jair Bolsonaro. Estas revelaciones desencadenaron una investigación por parte de los fiscales en Río. Esta evidencia sugiere que Bolsonaro y Queiroz operaron un esquema descarado para malversar fondos públicos. La evidencia era tan convincente que, por lo que parece, empujó a Queiroz a la clandestinidad.

Las reciente amenazas de golpe de Estado del Presidente Bolsonaro podrían probarse un bluff demasiado grande para el autoproclamado dictador-en-espera

Más recientemente, The Intercept ha publicado detalles de documentos filtrados que sugieren que Queiroz canalizó estos fondos a proyectos de construcción ilegales en áreas dominadas por bandas paramilitares en Río de Janeiro. Éstas emanan de las fuerzas de seguridad y se conocen en Brasil como milicia. Hace tiempo que circulan pruebas vinculando a la familia Bolsonaro con estos grupos oscuros y violentos.

Su detención es una bomba para el clan Bolsonaro. Indica que Bolsonaro no está hecho a prueba de fuego y que podría estar quedándose sin aliados. La detención de Queiroz es también una victoria significativa para los tribunales, que libran una continua y feroz batalla entre el poder judicial y el presidente y su familia. Además de la investigación por corrupción relacionada con Queiroz, otros dos hijos de Bolsonaro están acusados de dirigir una red de noticias falsas, conocida localmente como "la oficina del odio".

Además, la reciente divulgación pública de las amenazas hechas a los jueces del Tribunal Supremo (STF) por partidarios de Bolsonaro ("que violen y maten a las hijas de los ministros del STF") fue perjudicial para el Presidente. Hace dos semanas, detectives se lanzaron sobre aliados políticos suyos, que presuntamente financiaron protestas que pedían la intervención militar. También se desmanteló un campamento improvisado que albergaba temporalmente a partidarios de Bolsonaro.

Y hay cada vez más señales de que entre los sectores militares hay poco entusiasmo a favor de un golpe de estado. La cooptación por parte de Bolsonaro de casi 3.000 miembros de las fuerzas armadas, dándoles cargos en el gobierno, ha creado supuestamente una brecha en su núcleo de apoyo militar entre los que están "dentro" y "fuera" del gobierno. Las recientes declaraciones oficiales – no solicitadas – que amenazan con una intervención armada, hechas por Bolsonaro y su ministro de defensa, han hecho que el ejército se desquicie. Las reciente amenazas de golpe de Estado del Presidente Bolsonaro podrían probarse un bluff demasiado grande para el autoproclamado dictador-en-espera.

Pase lo que pase, serán unos meses llenos de obstáculos para Brasil, sobre todo teniendo en cuenta que la crisis de la Covid-19 sigue creciendo. Y aunque Bolsonaro podría estar perdiendo apoyo del establishment, todavía tiene la lealtad de cientos de miles de miembros de las fuerzas armadas y de seguridad. La batalla por la frágil democracia brasileña continúa.

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