"Antes que nada, hay que salvar la columna vertebral del clima del planeta. Colombia concederá 200 millones de dólares anuales durante 20 años para salvar la selva amazónica. Esperamos el apoyo del mundo". Con estas palabras, el recién elegido presidente de Colombia, Gustavo Petro describió la postura de su gobierno frente a la deforestación en la conferencia de la ONU en Sharm el Sheikh.
Junto con el gobernante venezolano Nicolás Maduro, Petro lanzó una amplia alianza para proteger la Amazonia, la mayor selva tropical del mundo. Abogó por "la apertura de un fondo" a través del cual los países ricos y las grandes empresas compensen a los pequeños agricultores por proteger y recuperar la selva amazónica.
Petro ha hecho de la protección del clima una de sus prioridades desde el inicio de su presidencia en agosto. "Vamos a enfrentar la deforestación descontrolada de nuestros bosques y a promover el desarrollo de energías limpias y renovables", afirmó Petro durante su toma de posesión, marcando un cambio drástico en las políticas medioambientales del país.
Colombia es el segundo país más biodiverso del mundo después de Brasil, posee aproximadamente el 10% de la selva amazónica y es, por tanto, un país clave en la lucha mundial contra el cambio climático y la extinción de especies. Aunque sobre el papel, Colombia ha prometido proteger el medio ambiente y se ha comprometido en la COP de 2021 en Glasgow a declarar el 30% de su territorio nacional como área protegida, la realidad habla de otra manera.
La deforestación en Colombia ha aumentado hasta situarse entre las más altas del mundo. Sólo en 2021 se perdieron 174.000 hectáreas, aproximadamente el tamaño de la República de Mauricio, con amplias consecuencias para el medio ambiente y las comunidades indígenas y rurales.
De la intervención militar al desarrollo de los territorios rurales
Aunque el ferviente énfasis de Petro en la protección del medio ambiente marca un nuevo enfoque político, la reducción de la deforestación no es un objetivo nuevo en la política colombiana. El gobierno de Iván Duque, el anterior presidente de Colombia, había lanzado una campaña militar contra la deforestación llamada plan Artemisa.
Desde 2019, Artemisa ha coordinado operaciones militares en parques nacionales para capturar a quienes cometen delitos ambientales y destruir o confiscar caminos, vehículos y maquinaria utilizados para la tala ilegal.
Sin embargo, los activistas medioambientales criticaron la campaña por ser ineficaz y tener un alto coste social. "Las operaciones militares quemaron casas y destruyeron comunidades rurales enteras, muchas de las cuales tuvieron que huir", explica Jennyfer, activista medioambiental del departamento Meta, al sur de Colombia.
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