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Hablemos de lo que implica no tener acceso a un aborto seguro

Este año algo ha cambiado en la forma en que hablamos del aborto. Se puede sentir en la calle, en Twitter, en los medios de comunicación… Algo ha pasado y ya no hay marcha atrás. English Português

Viviana Waisman
17 octubre 2018

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A mural outside the Bernard Shaw Pub in Portobello, Dublin depicting Savita Halappanavar and calling for a Yes vote in Ireland's referendum on repealing the Eighth Amendment. | Wikimedia Commons/CC BY-SA 4.0

Este año algo ha cambiado en la forma en que hablamos del aborto. Se puede sentir en la calle, en Twitter, en los medios de comunicación… Algo ha pasado y ya no hay marcha atrás.

En mayo, el resultado del referéndum que aprobó la legalización del aborto en Irlanda me llenó de esperanza. Gracias a su energía, la juventud irlandesa consiguió una importante victoria para la vida y los derechos de las mujeres.

Unos meses después la decisión del Senado de Argentina, el país de mi familia, me dejó con una inmensa tristeza. No podía dejar de pensar cómo era posible qué 38 senadores no hubieran sido capaces de entender el impacto que tiene en las vidas de las mujeres y sus familias no poder acceder a un aborto legal y seguro. 

Quienes trabajamos por los derechos de las mujeres conocemos bien las consecuencias de decisiones como la que tomó el Senado argentino. Son las mismas en todos los países donde el aborto no es legal o donde su acceso está muy limitado. Si las mujeres no pueden acceder a un aborto legal y seguro, se mueren.

Las personas que votaron a favor del sí en Irlanda comprendieron que no estaban eligiendo entre aborto sí o aborto no, sino entre aborto seguro o aborto inseguro.

Las personas que votaron a favor del sí en Irlanda comprendieron que no estaban eligiendo entre aborto sí o aborto no, sino entre aborto seguro o aborto inseguro. Entre la vida o la muerte de miles de mujeres.

Pero aún hay muchas personas que, como los senadores argentinos, no lo entienden o no les importa, a pesar de autodenominarse “pro vida”. Por eso tenemos que hablar más sobre lo que implica para las mujeres, sus familias y sus comunidades no tener acceso a un aborto seguro. De forma concreta, sin rodeos ni tabúes.

El miércoles 8 de agosto mientras el Senado argentino discutía la aprobación de la ley, Romina intentaba interrumpir un embarazo que no deseaba. A solas, sin decírselo a nadie, ni siquiera a sus hermanos, pero el aborto se complicó y acabó en el hospital. Murió unos días después. Tenía 4 hijos. “Se murió porque era pobre.

Porque los pobres no existimos”, declaró su hermano Miguel al medio argentino Página 12. “Yo estaba en contra del aborto, hasta ahora”, añadió. Miguel fue capaz de darse cuenta de las consecuencias de que las mujeres no tengan acceso al aborto porque le tocó vivirlo en primera persona y perdió a su hermana.

Cuando una mujer se queda embarazada sin desearlo, lo único que puede pensar es en cómo dejar de estarlo. Puede haber muchos motivos: porque su familia la rechazará, porque la despedirán, porque necesita acceso a un tratamiento médico que es incompatible con estar embarazada o el embarazo es un riesgo para su salud, porque ya tiene muchos hijos y su economía familiar no le permite tener más, porque el embarazo es consecuencia de una violación…

Las causas pueden ser muy diferentes, pero el resultado en países donde el aborto no es legal es siempre el mismo. Las mujeres pobres se mueren por abortos inseguros y clandestinos, mientras las mujeres con recursos acceden a abortos en clínicas clandestinas o viajando a clínicas privadas en otros países. 

Lo que realmente disminuye el número de abortos es que todas las mujeres tengan acceso a educación sexual, a anticonceptivos, a servicios de salud y a sus derechos sexuales y reproductivos. Y, por supuesto, que se reduzcan los altos índices de violencia contra ellas.

Creo que cada vez más personas estamos entendiendo que la restricción o la total prohibición del aborto no disminuyen el número de abortos, simplemente los mandan al terreno de lo oculto, de lo que no se quiere ver ni hablar.

Lo que realmente disminuye el número de abortos es que todas las mujeres tengan acceso a educación sexual, a anticonceptivos, a servicios de salud y a sus derechos sexuales y reproductivos. Y, por supuesto, que se reduzcan los altos índices de violencia contra ellas.

La prohibición del aborto tampoco disminuye la mortalidad materna. Al revés, la incrementa. En los países en los que se considera que las mujeres somos autónomas para decidir lo que es mejor para nuestras vidas y el aborto está permitido de forma amplia, como en Uruguay o en España, la mortalidad materna se ha reducido drásticamente. 

El debate ha cambiado. Las mujeres estamos luchando por nuestras vidas. Y no vamos a parar. Seguiremos saliendo a la calle todas las veces que haga falta y en todos los países en los que sea necesario, hasta conseguir que ninguna mujer más muera por no tener acceso a un aborto seguro.

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