
La democracia bajo amenaza en Brasil: el ataque a las universidades
La democracia en Brasil cuelga de un hilo - si no se ha roto ya. Los ideólogos del gobierno están tratando no solo de silenciar todo pensamiento crítico, sino también de reescribir la historia. English


El año pasado tuvimos unas elecciones extremadamente polarizadas, las más polarizadas desde el fin de aquella dictadura que duró más de veinte años, de 1964 a 1985.
Desde 1985 a 2013, la democracia brasileña atravesó un período de consolidación constante. En 2013, sin embargo, el escenario empezó a cambiar. Las perspectivas sobre lo que sucedió son variadas, contrapuestas y todavía en gran medida en proceso de evolución.
El caso es que un movimiento a la vez conservador y antisistema se alzó con la victoria en las elecciones de 2018. Brasil eligió a un presidente que se siente orgulloso de ser anti-intelectual, que no oculta su racismo, misogínia y homofobia, y que defiende abiertamente la tortura y el asesinato de los opositores políticos. Bolsonaro había sido, hasta entonces, un diputado más bien mediocre, financiado por las milicias de Río de Janeiro, que se había pasado siete mandatos seguidos defendiendo la agenda corporativa de los militares.
Se dio a conocer a nivel nacional en 2016, cuando la destitución de la presidenta Dilma Rousseff, al dedicar a gritos su voto en el parlamento a una figura histórica de la dictadura, el coronel Brilhante Ustra. Ustra era un famoso torturador que ejerció como tal con la entonces activista izquierdista Dilma Rousseff.
A partir de ese momento, Bolsonaro empezó a unificar en torno a él un variopinto abanico de sentimientos anti-Partido de los Trabajadores y anti-izquierda, del cristianismo conservador (evangelistas y sectores católicos ortodoxos) y de los partidarios de un rol más preponderante de los militares en todos los aspectos de la vida política de la República.
El 31 de marzo de 1999, otra figura oscura, Olavo de Carvalho, dió una conferencia en el Club Militar de Río de Janeiro. Autoproclamado filósofo y ahora influencer digital con base en Richmond, Virginia, De Carvalho encontró por fin entre los militares la audiencia que andaba buscando.
En su conferencia defendió el golpe cívico-militar de 1964 y la brutal dictadura que instauró, argumentando que fue sin duda una alternativa mucho mejor que una inminente supuesta revolución comunista. Para luego afirmar lo siguiente: "Si un comunista llegó vivo a finales de 1964, fue gracias a los militares".
Aunque los militares vencieron la batalla del supuesto ataque directo al Estado por parte de los comunistas, perdieron la guerra cultural
Según De Carvalho, los militares no solo permitieron sobrevivir a algún comunista que otro, sino que les permitieron "hacer lo que éstos hicieron e incluso crearon instrumentos, como la financiación de películas comunistas, y dejaron que los comunistas asumieran el control de toda la prensa y de todo el sistema universitario, en el que hoy los comunistas ejercen cínicamente su poder de censura".
Así que, aunque los militares vencieron la batalla del supuesto ataque directo al Estado por parte de los comunistas, perdieron la guerra cultural. Destrozar cuerpos no fue suficiente para silenciar el alma Gramsciana que se apoderó de los campus universitarios. Los militares ganaron temporalmente el poder, pero perdieron la guerra ideológica. Al fin y al cabo, según De Carvalho, "no tenían ningún plan al respecto, no había ideología”.
Con la llegada al gobierno de Bolsonaro, el ideólogo de los cuarteles ha pasado a primer plano y hoy suma a su audiencia políticos evangélicos y economistas neoliberales.
De Carvalho nombró a dos Ministros de Estado: el Ministro de Relaciones Exteriores (Ernesto Araújo) y el Ministro de Educación (primero, brevemente, Ricardo Vélez y luego Abraham Waintraub). Esto ha conferido un contenido ideológico sin precedentes a estas dos carteras ministeriales. En un texto titulado Trump y Occidente, Ernesto Araújo escribe lo que sigue:
"Junto con la política, en el sentido normal de proceso de toma de decisiones por parte del Estado y todo lo que rodea dicho proceso, percibimos cada vez más la existencia y la importancia de la metapolítica; es decir, el conjunto de ideas, cultura, filosofía, historia y símbolos que actúa a nivel racional y a la vez emocional de la conciencia."
Este conjunto de ideas, sin embargo, es ajeno a la modernidad. Ante la decadencia de Occidente, que llega a tocar fondo con el nihilismo posmoderno, Araújo propone reanudar una agenda premoderna, o más bien antimoderna, y retomar una supuesta "tradición cultural mítica de Occidente" representada nada menos que por Donald Trump y que se concreta en su discurso de éste al pueblo de Polonia.
Según Araújo, lo que guía a Occidente como nación no son los derechos humanos, la soberanía del pueblo, la libertad como derecho individual que hay que proteger contra la opresión, o la igualdad; lo que guía a Occidente como nación es la fe en Dios. Pero, ¿por qué Trump?
"Al apelar a Dios en la Plaza de Varsovia, Trump ataca el corazón de la posmodernidad (...). Este Dios que los occidentales anhelan, o deberían anhelar, el Dios de Trump (...), es el Dios que actúa en la historia, que es trascendente e inmanente al mismo tiempo (...).
Solo un Dios podría salvar todavía a Occidente, un Dios que intervenga a favor de la nación - tal vez, sobre todo, la nación estadounidense. Heidegger nunca creyó en Estados Unidos como portador de la antorcha de Occidente (...), pero quizás cambiaría de opinión si pudiese escuchar el discurso de Trump en Varsovia y diría: Nur noch Trump kann Abendland retten - solo Trump puede salvar a Occidente."
Ningún argumento apoya esta visión, ya que se fundamenta, según Araújo, en la fe más inapelable – únicamente en la fe y en la cultura que emana de ella. De hecho, según él, todas las teorías que guían el pensamiento político moderno son superficiales y prueban la inanidad intelectual de los filósofos anticristianos que fomentaron la Revolución Francesa.
No es casual que, para los ideólogos del Bolsonarismo, el punto más álgido de la historia de Brasil, ese pasado mítico al que, según ellos, hay que volver, sean los años entre 1806 y 1822, el período en el que la monarquía portuguesa se trasladó a Brasil para salvar al cristianismo. Una obra que ayuda quizás a comprender este movimiento ideológico es Por qué los brasileños de la extrema derecha aman la Edad Media europea, de Paulo Pachá (Pacific Standard, 12 de Marzo de 2019).
No debe sorprendernos, por consiguiente, que la filosofía y la sociología, así como las humanidades, estén sufriendo un fuerte ataque en Brasil por parte del presidente Bolsonaro. La justificación es presupuestaria: se estarían priorizando otras áreas, que tienen mayor potencial económico - es decir, el gobierno estaría recortando fondos a las humanidades e invirtiendo en áreas técnicas con el fin de proporcionar un mejor rendimiento de la inversión pública a los contribuyentes y a los alumnos.
El motivo no reconocido, sin embargo, no es distinto al que llevó al dictador húngaro Viktor Orbán, aliado de Bolsonaro, a hacer inviable la continuidad de la Universidad Centroeuropea (CEU) - a saber, el intento de eliminar cualquier espacio en el que se piense y se discuta sobre el país, en el que se examinen sus problemas y se propongan posibles soluciones.
Filosofía y sociología son las primeras en ser atacadas porque, mientras puedan ejercerse en libertad, la narrativa oscurantista de la identidad nacional no puede prosperar. En el terreno de las ideas, lo que ofrecen el gobierno de Bolsonaro, sus servidores y su gurú es el más paralizante de los oscurantismos, mistificación y mentiras.
Así como existen una sola fe y un solo Dios (incluso con distintas apariencias), también existe un único Otro, sigiloso, oculto bajo múltiples disfraces, traicionero
Olavo de Carvalho, como filósofo, es grotesco. Sus libros no tienen nada de filosóficos, sino más bien de estupidez. Toman prestados argumentos de pensadores irrelevantes de quinta categoría para justificar una salvación fácil pero ilusoria, envuelta en un tono de gran profundidad.
Ofrecen una promesa de iniciación y redención para almas que se encuentran perdidas en medio de un materialismo que lo domina todo:
"El nuevo mundo espiritual surge en un panorama externo de siniestra desolación. Solo el hombre de fe puede ver en él la semilla de un futuro glorioso. Para los que lo ven desde fuera, desde el punto de vista del mundo antiguo, lo que promete el presente no es sino una oscuridad creciente, la disolución de los valores sagrados del Imperio a manos de las hordas de invasores bárbaros."
Los que ven el mundo desde fuera son aquellos que no han sido tocados por la fe, los que siguen los caminos de la modernidad, de la razón, de la libertad y la igualdad, de la Ilustración.
Está claro que no hay manera de que uno pueda entablar un diálogo razonable con este tipo de predicación para iniciados. La filosofía no se entiende como diálogo, como un esfuerzo conjunto de reflexión, como una comprensión de la experiencia humana que busca su forma de expresión en un conjunto de conceptos e ideas.
No se entiende como la actividad de juzgar y compartir juicios, de buscar juntos una orientación para hacer frente a las vicisitudes de la existencia en sus más diversas modalidades. Por el contrario, aquellos que no han sido tocados por la fe aparecen como enemigos - como infieles.
Así como existen una sola fe y un solo Dios (incluso con distintas apariencias), también existe un único Otro, sigiloso, oculto bajo múltiples disfraces, traicionero: el marxismo cultural, el comunismo, que es algo que viene insinuándose desde Epicuro. Incluso antes de que Bolsonaro asumiera el cargo, las universidades públicas empezaron ya a ser atacadas bajo la acusación de adoctrinar y diseminar ideología marxista-comunista.
Que las universidades públicas brasileñas sean responsables del 95% de toda la investigación y la ciencia que produce el país es algo que puede perfectamente dejarse de lado, dada la misión - mucho más importante - de salvar el alma de la nación.
Las universidades brasileñas son autónomas, por lo que el gobierno de Bolsonaro tiene un poder limitado sobre ellas. Las universidades como instituciones educativas se rigen por un marco legal independiente y, en este sentido, están relativamente a salvo de las arbitrariedades de cualquier gobierno autoritario.
Lo mismo no puede decirse, sin embargo, de la investigación que se lleva a cabo en su seno. Aquí el poder del gobierno es mucho mayor, ya que controla la asignación de recursos. La filosofía, la sociología y las humanidades se van a ver pues sin duda privadas de financiación para continuar con sus actividades de investigación.
La alianza liberal-conservadora es firme como el acero y capaz de enfrentarse a la izquierda incluso con el dominio que tiene ésta sobre los medios de comunicación y el mundo académico
Nosotros, filósofos, sociólogos, intelectuales progresistas vinculados a las humanidades y las artes, lucharemos con todas nuestras fuerzas contra este proyecto ideológico que se está instalando. Tenemos que resistir.
Tenemos que oponernos enérgicamente, mediante la crítica y la discusión, al proyecto que el Ministro de Relaciones Exteriores define en los siguientes términos:
"Lo que está surgiendo en Brasil y en otros países, con otros formatos pero con el mismo espíritu, en la Polonia, la Hungría y los Estados Unidos de Trump, es precisamente esto: la amalgama liberal-conservadora en la que el deseo de una economía abierta y la defensa de las libertades individuales se suman a la promoción de los valores del patriotismo, la fe y la familia (...).
La alianza liberal-conservadora es firme como el acero y capaz de enfrentarse a la izquierda incluso con el dominio que tiene ésta sobre los medios de comunicación y el mundo académico (. ..). La fuerza de esta alianza proviene quizás de que se corresponde con la esencia del ser humano, que desea libertad y seguridad, prosperidad y orgullo de sí mismo, paz y aventura, alegría y trascendencia."
Con esencialismos como este, ¿quién necesita pensamiento crítico? A fin de cuentas, ¿por qué arriesgarse a lo indeterminado cuando se tiene una certeza tan asentada? Para Araújo, "democracia", "justicia social", o "derechos humanos" son conceptos superficiales.
Es como si la esencia humana fuese realmente algo que uno siente profundamente y una alianza liberal-conservadora respondiera a esa enumeración de valores. Mientras que en las aulas los estudiantes militantes y los profesores de cine demuestran estar en contra del pensamiento de los funcionarios del gobierno, el Ministro de Educación, Abraham Weintraub, respondiendo a la llamada del Presidente, declara abiertamente que a los “comunistas” (es decir, todos los que se oponen a sus puntos de vista) habría que pegarles un tiro a la cabeza.
Brasil tiene muchos problemas. El mayor de ellos sea quizás el de determinar quiénes somos, para que juntos podamos orientarnos y deliberar sobre nuestro destino y objetivos comunes. Como dice Benedict Anderson, Brasil necesita todavía constituirse como comunidad imaginada.
Y no lo conseguiremos negando o relativizando nuestro pasado de esclavitud, nuestro pasado de autoritarismo político y, en concreto, la dictadura que nos violó durante más de 20 años en la década de los 60 y 70 del siglo pasado.
No lo conseguiremos despreciando nuestra cultura, nuestra música y nuestra literatura. No nos constituiremos como personas sin la contribución de las humanidades, la filosofía, la sociología, la historia, la antropología. Brasil todavía puede volver al camino que recorrió bajo los gobiernos de Itamar Franco, Fernando Henrique Cardoso, Luís Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff.
La democracia no es fácil ni simple y nunca es perfecta. Es mucho lo que puede decirse en contra de cada uno de estos gobiernos pasados. Sin embargo, ninguno de ellos se apartó un milímetro de la democracia. Cada uno de ellos convivió con una oposición dura a la que respetó. Los que no se reconocen en este proceso son los que fueron derrotados por la apertura política que puso fin a la dictadura.
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