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La desigualdad en la era digital en Latinoamérica

Muchos expertos le atribuyen a internet la capacidad de transformar nuestras sociedades en democracias más igualitarias, inclusivas y participativas. Sin embargo, lo que observamos en la práctica es que la distribución de recursos de poder, de infraestructura y culturales en la era digital, reflejan las brechas ya preexistentes. English

Matías Bianchi
24 junio 2015
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"Apple 512k". Licensed under CC BY-SA 3.0 via Wikimedia Commons Lo que sucede es que internet, así como la imprenta, es solo una herramienta y depende de la apropiación que hagan de ella los grupos sociales. Lo cierto es que los beneficios de internet son muchos. Como señala el teórico de la tecnología Douglas Rushkoff en “Programas o te programan”: quienes crean y diseñan esas tecnologías, podrán moldear la realidad que nos rodean y determinar el modo en que viviremos y nos relacionemos entre nosotros. Pero, las bondades de las tecnologías digitales requieren de usuarios más conectados y mejor informados. La Unión Internacional de Telecomunicaciones, sostiene que integrarse al mundo digital es un proceso complejo e integral, que requiere una enorme inversión de recursos económicos e institucionales para ponerlos a disposición de las regiones y sectores sociales más vulnerables.

América Latina tiene importantes desventajas y, de no mediar una verdadera revolución, en la era digital van a perpetuarse los clivajes que estructuraron históricamente la región: inclusión subordinada al mundo, mala integración territorial de los países y la marginación social por grupo étnico y género. Es decir, tras el entusiasmo inicial, lo que queda es que los desafíos de hoy son exactamente los desafíos de ayer.

Brecha 1: Centro-Periferia

Primero, la Corporación de Internet para los Nombres y los Números Asignados (ICAAN), la autoridad que asigna identificadores, protocolos, dominios, etc., tiene base legal en California. Además, la gran mayoría del cableado submarino por el que se conecta América Latina a la world wide web, llega desde los Estados Unidos. Allí reside la capacidad de influencia de este país en la internet, el cual la ejerce  muchas veces de manera ilegal, como los obscenos casos de espionaje realizados por la National Security Agency.

En relación al acceso, el promedio de usuarios de internet en América Latina es del 50% de la población frente al 70% de Europa y al 85% de América del Norte (Internet World Stats). Más preocupante es que vemos la diferencia entre países al interior de la región. Mientras en Argentina, Chile, y Brasil hay una penetración de internet por encima del 50%, en el otro extremo encontramos a Guatemala, Honduras y Nicaragua, con menos de un 20% de penetración. También hay diferencias de costo. La CEPAL ha mostrado como un Mbps cuesta 9 dólares en México mientras que en Bolivia cuesta 63 dólares. Si esto se lo pone en perspectiva de los ingresos, en Bolivia el costo para tener una conexión de alta velocidad representa el 31% de ingreso per cápita mensual, mientras que en México es sólo el 1%. 

Además, la mayoría de los países de la región poseen conexiones a internet de calidad inferior a la del promedio mundial, lo cual implica costos elevados, velocidades deplorables y señales de red que no llegan a todos los rincones. En la era digital, las diferencias entre países centrales y los nuestros, y entre los más ricos y los menos dentro de la propia América Latina, son casi las mismas que en los anteriores períodos de la historia.

Brecha 2 – Países mal integrados

Si hay algo que tienen en común los países de América Latina es que son países mal unidos: Sao Pablo tienen un ingreso per capita 6 veces mayor que Piauí, el promedio de la ciudad de México es de 5 veces más que el de Oaxaca y el de Buenos Aires es 8 veces superior al de Formosa.

En la era digital sucede lo mismo. Los centros urbanos como San Pablo, Buenos Aires, Santiago, el DF o Bogotá tienen infraestructuras y recursos humanos que las periferias de sus países no poseen. La inversión pública y privada es escasa y las políticas públicas son muy pobres, de la misma manera que es muy distinta la calidad de la educación en una escuela pública de Caracas comparada a la de Apure. Muchas veces, las regiones ni siquiera tienen relaciones entre ellas. La gran mayoría de los innovadores, tecnólogos y activistas digitales tienen estas redes globales sofisticadas y diversificadas, pero con muy poca penetración territorial al interior de sus países.

Brecha 3 – Entre sectores sociales

La era digital potencialmente nos provee las herramientas para conectar y crear oportunidades económicas a muy bajo costo. Imaginemos el impacto que podría tener para los 174 millones de afro descendientes que viven en la región. Sería una revolución social si tenemos en cuenta que en América Latina el 92% de los Afros viven por debajo de la línea de la pobreza y todavía hoy el 35% son analfabetos. Pensemos en Colombia donde la tasa de mortalidad infantil Afro es el doble que el promedio del país. O Brasil donde el 70% de los pobres del país son negros y representan menos del 10% de los estudiantes. Imaginemos también el potencial para los 16 millones de indígenas que viven en México, de los cuales el 40% vive en extrema pobreza. Con sólo lograr que indígenas y afrodescendientes logren usufructuar de los beneficios económicos y políticos de internet estaríamos beneficiando directamente al 30% de la población de la región y a los bolsones más duros de pobreza y exclusión.

Desgraciadamente, la conectividad está determinada por variables de nivel socioeconómico, urbanización, género y aún factores étnico-raciales. En Brasil, la conectividad del quintil más rico es del 75% mientras que el quintil más pobre es de sólo el 5%, al mismo tiempo que en Ecuador los más ricos tienen 100 veces más y mejor conectividad que los más pobres. El caso de los indígenas, al ser un tercio de ellos trabajadores rurales en América Latina (un 60% en Bolivia, un 52% en Guatemala y un 60% en Perú), el acceso a tecnología se dificulta mucho. La brecha digital entre indígenas y el resto de la población en México es de 3 veces, en Panamá 7 veces y en Venezuela 6 veces. En México de las 70 millones de personas que tienen acceso a internet, sólo 5 millones son indígenas.

En el caso de las mujeres, la situación es algo diferente pero no drástica. Pávez ha mostrado que hay una mayor igualdad entre géneros entre personas con el mismo nivel de estudios. Sin embargo, en los sectores empobrecidos o en situaciones donde la mujer no trabaja, éste autor muestra que la diferencia de género es mucho mayor. Otro estudio revela que en América Latina, el simple hecho de ser mujer reduce en un 6% la probabilidad de acceso a Internet.  Los niños y jóvenes, el futuro de la región que ostenta el bono demográfico más alto del mundo, siguen rezagados. En México el 70% de los niños carecen de acceso a internet y si eres niña e indígena, el índice es cercano al 100%.

 Entonces,¿Qué cambio profundo podemos esperar en la era digital si vemos que la brecha online es igual o peor que la offline? No debería sorprendernos que los más propensos a involucrarse en política a través de las  redes  sociales son “los más ricos, más educados y los que  residen  en  zonas  urbanas” según la encuesta de LAPOP.

Es por ello que no deberíamos ser caer en el utopismo de que internet por si sola tiene poderes mágicos que hará desaparecer los profundos clivajes sociales existentes en América Latina. Debemos tomar una mirada política, y plantear una hoja de ruta para orientar la acción política y las políticas públicas. Como nos dijo Julian Assange en la reciente cumbre en Brasil: “Ocupar internet es ocupar la sociedad”, allí es donde reside la verdadera transformación.

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