Recientemente se hizo público el ranking global de plataformas digitales para la participación ciudadana. Estas plataformas son herramientas con un potencial enorme, no solo para resistir la erosión que estamos experimentando en nuestras democracias, sino también para dar un salto cualitativo en la vinculación entre gobiernos y sus comunidades.
Hace años ya el intelectual francés Pierre Rosanvallon señalaba que la crisis de democracia en la que estamos insertos reside en que si bien nuestros regímenes son democráticos, ya no se gobierna democráticamente.
No deberían sorprender, entonces, los bajos niveles de satisfacción con la democracia, ni tampoco que amplios sectores de la sociedad apoyen alternativas políticas anti-sistema, recrudeciendo el tribalismo y la xenofobia que vemos profundizar en todo occidente. Se vuelve necesario, por ende, pensar en cómo redefinir la forma de vinculación de la sociedad con la toma de decisiones, es decir, la democracia.
En esta redefinición, necesitamos también hacer un salto cualitativo en cómo la concebimos. La incorporación de la ciudadanía en las políticas públicas no debería sólo a un problema de legitimidad democrática, como comúnmente se la ha pensado, sino también a una necesidad de dar soluciones colectivas a desafíos de un mundo cada vez más complejo e incierto.
Esta “inteligencia colectiva” es la capacidad de una sociedad de organizarse para resolver problemas que la afectan definidos y decididos a partir de ideas, experiencia y escrutinio de la ciudadanía. Este tipo de estrategias genera una mejor comprensión de los problemas a enfrentar, un mejor desarrollo de las opciones e ideas, y es un mecanismo más inclusivo para la toma de decisiones y también un mejor control sobre lo que se ha hecho.
Las plataformas digitales nos ofrecen grandes beneficios en esta dirección, permiten que más personas puedan participar cotidianamente; con mayor velocidad y a un menor costo; incluyendo una mayor transparencia, seguridad y versatilidad de los procesos.
Es por ello por lo que la organización People Powered convocó a un comité experto internacional para generar un ranking de las mejores plataformas digitales del mundo. En el mismo se clasificaron las principales 32 plataformas que actualmente están operativas globalmente, utilizando 6 criterios para evaluarlas y clasificarlas.
El principal criterio, claro está, son las funcionalidades que estas plataformas ofrecen, es decir, qué puedo hacer con ellas. En este ejercicio se sistematizaron 13 funcionalidades que más comúnmente se utilizan: recolección de ideas, hacer encuestas, diseñar propuestas colaborativas, sistemas de votación, foros de discusión, análisis semántico, comentarios y redes sociales, mapeos, planificación de procesos, verificación de usuario y seguridad, análisis de información y mapa de calor. Allí, los usuarios tienen un amplio abanico para elegir según los procesos que busquen organizar.
Los demás criterios propuestos por el ranking pueden pasar desapercibidos a una primera mirada, pero también son fundamentales a la hora de elegir la plataforma adecuada.
- Costo económico: aquí se privilegió a las plataformas de código abierto. Pero no sólo se clasifica si tiene licencia o no y cuánto cuesta; sino también los recursos que significan la configuración y mantenimiento de la misma. Esto último incluye costos de personal técnico y hosting.
- Requisitos de capacidades: en este criterio se ponderan los conocimientos técnicos necesarios para la configuración, el mantenimiento, la capacidad de alojamiento, y la asistencia técnica ofrecida a los usuarios.
- Accesibilidad: funcionalidades en idiomas, facilidades para personas con habilidades diferentes, integración de espacios híbridos, facilidad de uso en teléfonos celulares y otros.
- Ética y transparencia: aquí se clasifica si el código es abierto (o parcialmente abierto); y la política de datos, su uso ético y la protección de los mismos.
- Confiabilidad: no menor, se le ha dado valor al tiempo que lleva en el mercado y el perfil de las instituciones que la utilizan.
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