Para sacar adelante estas medidas, el presidente salvadoreño aprobó un régimen de excepción que suspendió derechos fundamentales y que se ha venido renovando desde marzo de 2022 sin oposición del Legislativo, controlado por el partido de Bukele.
Aunque este régimen pone en riesgo los derechos humanos, muchos salvadoreños lo han justificado asegurando que es lo que el país necesita para resolver sus problemáticas internas.
Así, no es sorpresivo que desde el anuncio de su candidatura a la reelección Bukele haya recibido el apoyo del 60% de los salvadoreños, que afirman que lo apoyarán en su búsqueda de un segundo periodo presidencial.
Todos los aspectos que la comunidad internacional califica como "graves" y como ataques a los derechos humanos, son aplaudidos por buena parte de la ciudadanía de El Salvador. La mayoría de los salvadoreños todavía no perciben que la falta de institucionalidad y de división de poderes debido a que, en el pasado reciente, los poderes públicos fueron arrasados por la corrupción.
El recuerdo de la enorme desigualdad y la impunidad que dominó el país es, sin duda, lo que permite a Bukele imponer su autoritarismo y opacidad, que se disfrazan de acciones efectivas puesto que parecen abordar las necesidades básicas insatisfechas y propiciar una mejoría de la seguridad de las calles. Bukele exhibió su juventud y su carisma, y se presentó como un salvador del descontento de los salvadoreños..
Los organismos internacionales, sin embargo, han deplorado la posibilidad de reelección de Bukele desde que se aprobara en 2021, y han hecho llamados urgentes para que la población y los entes de control de El Salvador frenen las intenciones del presidente.
El ex director para las Américas de Human Rights Watch (HRW) José Miguel Vivanco, cuando se aprobó la reelección, dijo que el hecho significaba que "la democracia en El Salvador está al borde del abismo". La realidad es que, aunque Bukele se muestre como un líder certero y justiciero, Vivanco no se equivoca.
Si el presidente millenial gana de nuevo, El Salvador podría acompañar a Nicaragua convirtiéndose en una dictadura donde la ley ley se somete a una sola voz, a un solo hombre fuerte.
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