El artículo detalla la situación y explica que uno de los agravantes es que quienes “cambian” a los niños indígenas son miembros de la fuerza pública además de, presuntamente, un militar estadounidense, que habría violado a una niña de 10 años según recogió un reportaje de Univisión, aunque esto fue desmentido por las autoridades. Todo sucede en una llamada "zona de tolerancia", una L que comprende dos cuadras entre las que está una zona conocida como La 40, donde es habitual la prosticucion de niños indígenas desde los cinco años de edad en adelante.
Para hacer frente al escándalo, el gobierno colombiano fue al lugar a verificar las denuncias mientras el presidente Gustavo Petro se manifestó en su cuenta de Twitter y afirmó que, desde el 2019, está en marcha una investigación en la Fiscalía a miembros del ejército por violaciones en San José del Guaviare, y añadió que espera que esta investigación haya avanzado para tomar las medidas necesarias.
A lo anterior añadió una dramática frase: "¿Hay una dignidad de la Patria? ¿Hay una dignidad de la madre tierra?}". Más allá de la genuina indignación del presidente, el historial de abusos y violaciones de los derechos humanos por parte del ejército colombiano es larguísimo, y aunque las palabras del presidente colombiano son oportunas, será clave su seguimiento personal del asunto y que, junto a sus ministros, entienda cómo parar por completo la situación de hambre extrema del lugar a la vez que se castiga ejemplarmente a los militares implicados.
Una tragedia anunciada
La situación de los Nukak y los Jiw no es nueva. El fiscal general Francisco Barbosa, explicó en enero de este año que ya en 2016 envió una carta con más de 100 firmas de comerciantes de San José del Guaviare en la que le pedían al Gobierno Nacional hacer algo al respecto del hambre y la pobreza en el municipio que afecta cupon especial crudeza a estos grupos indígenas.
A enero de 2023 la acción gubernamental ha sido bien escasa. El mismo Barbosa visitó el lugar y confirmó que sí hay prostitución de niños indígenas de ambos grupos; los venden por sumas entre los 2.000 y 10.000 pesos (entre 0,43 y 2,15 dólares estadounidenses), unas cifras que dan idea del horror que se vive en San José del Guaviare.
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