
Discurso durante el Forum Internacional de AWID.
Este año, el año en que Estados Unidos de América tal vez elija su primera mujer presidenta, escucharemos hablar más que nunca de los techos de cristal. Pero en el 13º Foro Internacional de AWID, con todo el énfasis colocado en los movimientos compartidos y la 'política de la amistad', no nos abocamos a las barreras que una mujer debe romper en su ascenso hacia el 'vértice' de la escala social, sino en cómo lxs feministas reorganizamos entre todxs la sociedad.
No sorprende que la candidata viable para convertirse en la primera presidenta de los Estados Unidos sea blanca. Tampoco sorprende que el primer presidente negro de ese país haya sido un hombre. Cuando los Estados Unidos hayan tenido a su primera mujer presidenta, se habrá roto el techo de cristal, pero ¿cuánto tiempo tomará para que una mujer negra sea electa para ocupar ese cargo? Y suponiendo que con eso se rompa la doble barrera, ¿por qué en ese momento todavía serán las mujeres negras las que estarán barriendo los vidrios rotos del suelo, ya se trate de los añicos del techo metafórico o de la destrucción real que resulta de la pobreza o la guerra? Es lo que Kimberlé Crenshaw denominaría un 'fracaso de la interseccionalidad'.
En el campo de los estudios sobre gestión, Karen Ashcraft no habla de techos de cristal sino de zapatos de cristal. Es decir, de cómo determinadas identidades 'encajan' en ocupaciones específicas y cómo esto influye sobre las normas sociales que a su vez lo determinan (por ejemplo, 'Sr. Presidente'). La persona adecuada para el zapato de cristal puede tener determinado aspecto, pero también atributos menos visibles como el capital cultural. En este sentido, tal vez sea bueno pensar menos en individuos que atraviesan el techo de cristal y más en nosotrxs como colectivo haciendo añicos ese zapato de cristal que alienta a amoldarse a las ideas e ideales normativos.
Los márgenes y el centro
En ocasiones hablamos de identidades 'marginadas' o de personas en desventaja debido a las estructuras de poder normativas. Esto implica que existe un 'centro', donde se encuentra el poder y adonde desean llegar quienes se encuentran en las periferias. La trayectoria va desde el 'margen' hacia el 'centro', de la desventaja hacia la ventaja; esto sugiere que estar fuera de la norma es algo intrínsecamente malo.
Las tendencias lingüísticas delatan esta línea de pensamiento. En el Reino Unido, se burlaron del Partido Verde cuando su agrupación de mujeres jóvenes empleó el término genérico 'no hombres' para referirse a las mujeres y las personas con indentidades de género no binarias. De esa manera, lxs definían en relación con los hombres y los colocaban a ellos en el centro del proceso. La burla surgió de una sincera indignación porque, en aras de ajustarse a los 140 caracteres, se podía llegar a borrar a las mujeres y a las personas de identidades no binarias. Olvídense de los espacios autónomos.
Sin embargo, he visto poca indignación a propósito del término (personas) 'no blancas' (non-white) que se utiliza para describir a las personas negras. Una rápida búsqueda de titulares del último año muestra siete notas en The Guardian, cuatro en The Independent y tres en The Telegraph sobre temáticas de las personas 'no blancas', desde la moda hasta la literatura. Miles de autorxs emplean el adjetivo 'no blanco/a' en el cuerpo del artículo. (Desde luego, también hay miles que hablan de 'personas de color', 'negras/os', o 'negras/os y personas de las minorías étnicas'). A simple vista, la mayoría de esas notas tratan sobre la diversidad desde una perspectiva positiva, aunque al emplear el término 'no blanco/a' están definiendo, sin pudor alguno, lo «blanco» como categoría predeterminada.
Esa construcción por defecto nos dice dónde está ubicado el poder. Cuando se desafía a los sistemas de poder, también se desestabiliza la narrativa «por defecto». Como nos recordaba Nidhi Goyal en la plenaria «Imaginemos una comunidad feminista» del Foro AWID, «No queremos estar en el centro ni que se nos margine, sino que buscamos las intersecciones y avanzar en conjunto».
Al igual que a la panelista de AWID Awino Okech, a mí me inspiran las demostraciones estudiantiles de Sudáfrica en 2015 porque reclamaban el reconocimiento. Su insistencia en la descolonización de sus universidades — renovando una tradición de décadas para el activismo estudiantil sudafricano — pone de manifiesto el racismo sistémico que existe en la educación superior, desde su financiamiento hasta sus programas de estudio y el idioma que se enseña.
En la Asamblea realizada en la Universidad de Stellenbosch en enero de 2016, la exalumna Lovelyn Nwadeyi, que alternó sin problemas entre el inglés y el baie mooi [muy bello] afrikaans, se refirió al rol que desempeña el idioma en la opresión. Habló de lo que significaría para las personas sudafricanas blancas escuchar. Como exalumna más joven en hablar ante la Asamblea de esta universidad históricamente blanca y la primera mujer negra en hacerlo, Lovelyn Nwadeyi se estaba postulando para ser electa como integrante de esa Asamblea, un influyente órgano estatutario. Pero lxs 2000 exalumnxs presentes eligieron en cambio un comité ejecutivo formado íntegramente por personas blancas.
Al exigir el fin de los aranceles (#FeesMustFall) y de la tercerización (#EndOutsourcing), el alumnado sudafricano nos pide que reconsideremos nuestras expectativas acerca de quiénes tienen derecho a formar parte de la comunidad universitaria (como estudiantes, trabajadorxs, padres, madres) y quiénes se pueden permitir esa pertenencia. El 'nacionalismo del arco iris' del que tanto se habla en Sudáfrica es un cuento de hadas si las políticas universitarias, en la práctica, facilitan esa pertenencia solo a lxs estudiantes negrxs a quienes les calza el zapato de cristal. Después de su discurso demasiado fuerte y de haber perdido la elección, Lovelyn Nwadeyi comentó: «Yo sabía que era el discurso o los votos... Creo que si hubiera optado por el relato de la nación arco iris, probablemente me hubieran votado».
Ruptura y transformación
En lugar de adscribir a los relatos del patriarcado y corregir el desequilibrio de poder en esos mismos términos, el Foro AWID imaginó algo totalmente diferente y, en la medida de lo posible, fabricamos nuestro mundo feminista. AWID había hecho un marcado esfuerzo para que este foro fuera más inclusivo que todos los anteriores. La plenaria inaugural, por ejemplo, concluyó con una declaración del Foro de Feminismos Negros – que había tenido lugar en los días previos al Foro Internacional de AWID – recordándole a la Asociación que mantuviera ese carácter interseccional durante las próximas jornadas y que reconociera que «desde Ferguson, pasando por Palestina hasta Brasil» todas las vidas negras son importantes.
Siguiendo a Audre Lorde, el Foro ciertamente no «se embarcó en ninguna discusión de teoría feminista sin examinar nuestras numerosas diferencias y sin los significativos aportes de las mujeres empobrecidas, las mujeres negras, las del Tercer Mundo, y las lesbianas». Los paneles de las plenarias no solo incluyeron a mujeres negras e indígenas, mujeres con discapacidad, lesbianas y personas bisexuales y trans, sino que además todxs ellxs participaron en su organización. Hubo 200 sesiones organizadas por agrupaciones de base de todo el mundo.
En la plenaria de clausura del Foro AWID, Tonya Haynes (fundadora de CODE RED for gender justice! [Código rojo para la justicia de género]) reflexionó sobre aquellos momentos durante todo el foro en los que ponentes y audiencia debieron hacer una pausa para esperar la traducción en lengua de señas. «Trabajar entre diferentes exige esas pausas, esa espera, ese silencio». Tonya Haynes definió las pausas como algo «productivo», una «fuente de ruptura y transformación» que resulta crucial para desafiar, informar y garantizar que el movimiento avance como un conjunto.
Apenas terminó la plenaria de clausura, un grupo de activistas por los derechos de las personas con discapacidad se subió al escenario principal para insistir en que AWID debe incluir a las mujeres con discapacidad en su Consejo Directivo y en los comités de planificación. Fue una demanda apropiada que resonó con la temática interseccional del foro y con el compromiso general que Rahila Gupta ya ha capturado para 50.50. El hecho de que lxs afiliadxs a AWID estén pidiendo más es una señal del éxito del Foro, y no de su fracaso.
Estructurar una sociedad feminista nos exige no solo que repensemos sino que además reescribamos los relatos por ahora dominantes. Significa que lxs feministas debemos desafiarnos mutuamente dentro de la «política de la amistad», comprender nuestras complejidades y animarnos a imaginar un mundo completamente distinto, quizás sin techos ni zapatos de cristal. En palabras de la codirectora ejecutiva entrante de AWID, Hakima Abbas, durante la última plenaria: «Nos han llamado miserables e indignadxs, y nos han dicho que existe un centro y un margen. Y yo siento que aquí, en Bahía, hemos dicho '¿dónde?'».
El presente artículo forma parte de la cobertura exhaustiva realizada por 50.50 del Foro AWID 2016 celebrado del 8 al 11 de septiembre de 2016 en Bahía, Brasil.
Traducido por Verónica Torrecillas del inglés.
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