“Noruega espera revitalizar nuestra amplia sociedad climática y forestal con Brasil”, escribió el ministro para el Clima y el Ambiente, Espen Barth Eide, en su cuenta de Twitter.
¿Demasiadas promesas?
En su campaña Lula aseguró reiteradamente que luchará para lograr la deforestación cero y que reanudará el monitoreo y la vigilancia de la Amazonía y reclutó a su ex ministra y popular ambientalista Marina Silva.
Antes de asumir sus funciones, el primero de enero, Lula tiene previsto asistir a la reunión climática COP27 en Egipto, que se abrirá el domingo 6, luego de ser invitado por el presidente egipcio, Abdel Fatah al Sisi. Con esta primera aparición Lula deja claro que el país va a retomar su lugar en la lucha contra la crisis climática, quizá el mayor de los retos que enfrenta la humanidad.
Si Lula no retoma de inmediato la política climática, debilitada catastróficamente durante el gobierno Bolsonaro, no podrá recaudar los fondos internacionales que necesita para cumplir sus promesas.
Hoy la Amazonía se extiende por nueve países de América Latina y es la mayor de las selvas tropicales del mundo. Alberga más especies de fauna y flora, y más pueblos indígenas que cualquier otro lugar en la Tierra, además de unas 100 tribus no contactadas. Sin embargo, la tala ilegal, los incendios, las quemas, la minería, la ganadería extensiva que lleva a la potrerización y la deforestación para las plantaciones de soja, maíz o palma, son sus mayores problemas. Problemas que, si bien ya existían cuando Lula estaba en el poder, se han multiplicado exponencialmente durante la etapa Bolsonaro.
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