
Guerrilla ELN - Colombia Profunda | Por Brasil de Fato
Las estructuras ilegales armadas, como técnicamente se conocen las distintas guerrillas y grupos armados y rearmados en Colombia, viven hoy su momento histórico más débil desde su surgimiento a principios de los años 60.
Con la desmovilización de las FARC tras la firma del Acuerdo de Paz en el 2016, la estructura más poderosa y complicada que queda es el Ejército de Liberación Nacional, que aún cuenta con entre 1.500 y 2.000 miembros en sus filas, según un informe reciente de Indepaz.
En 2018 esta vieja guerrilla registró actividades en 136 municipios, con 21 secuestros y más de 70 atentados a oleoductos, dos de sus actividades delictivas favoritas y que causan más desasogiego entre la población. En los últimos años han habido múltiples acercamientos negociadores con el ELN, y el pasado 1 de agosto finalizó el sexto ciclo de negociaciones con el Gobierno del Presidente Iván Duque. Pero, a raíz del terrible atentado con un carro bomba contra la policía, perpetrado en Bogotá el 17 de Enero, y que dejó 21 cadetes muertos y 68 heridos, el presidente Duque finalmente decidió romperlas.
Sabemos que las guerras contra las guerrillas ya han demostrado dejar más muerte que soluciones y, ante la amenaza de un nuevo intento gubernamental de combatir con fuego al ELN, todas las alarmas sobre el futuro de la paz en Colombia se han encendido. El temor se apodera de la población y de la sociedad civil en municipios como Chocó, Arauca y la zona del Catatumbo, donde históricamente esta guerrilla ha tenido una fuerte presencia.
En este momento, la atención está centrada en el cierre definitivo de los diálogos en La Habana, donde están atrapados los miembros del ELN que allí se encontraban negociando y que ahora pretenden ser capturados por el gobierno de Duque. Éste los acusa de ser los autores intelectuales del sangriento atentado del 17 de Enero.
En momentos de máxima tensión, es fundamental revisar los puntos claves detrás de una negociación con el ELN para entender por qué no debería interrumpirse radicalmente.
El temor se apodera de la población en municipios como Chocó, Arauca y la zona del Catatumbo, donde históricamente esta guerrilla ha tenido una fuerte presencia.
¿Qué ha pasado en las negociaciones?
Desde el 2017, el ELN se ha acercado más seriamente a la posibilidad de negociar con el gobierno. La experiencia del compromiso con las FARC, una guerrilla muchísimo más poderosa que ellos, no es ajena a esta disponibilidad. Ese año dejó cuatro ciclos de conversaciones, que empezaron a construir un diálogo alrededor de la participación de la sociedad civil y acciones humanitarias.
Eventualmente, en el tercer ciclo se logró definir un cese al fuego, que fue desde octubre de 2017 a enero de 2018. Inicialmente los diálogos parecían prometedores, pero diferentes ataques y la reanudación de operaciones militares por parte de la guerrilla fueron cerrando la ventana de oportunidad que se había abierto.
Cuando el 7 de agosto de 2018 Iván Duque asumió la presidencia, estipuló un plazo de 30 días para evaluar las negociaciones con el ELN y su viabilidad, pero sin llegar a concretar ninguna opción. Mientras tanto, las relaciones siguieron tensándose, en medio de una mesa de negociación estancada.
Con esto, el pasado 18 de enero, un día después del terrible atentado en Bogotá cuya autoría tardó cinco días en asumir el ELN, la reacción oficial del gobierno fue declarar insostenible un camino de resolución pacífica del conflicto con esta guerrilla.
La pregunta crucial ahora gira en torno a las consecuencias de esta decisión y hasta qué punto queda sepultada una salida de diálogo y negociación con el ELN, un actor más complicado debido a su estructura menos jerarquizada y obediente y más atomizada que la de las FARC, y donde las órdenes y consignas no siempre circulan con fluidez.
Pero esta alternativa, que algunos no han dudado en advertir que traería un baño de sangre, parece decantarse hacia la reactivación del combate militar y una guerra armada contra una guerrilla arcaica e irredenta.
La reacción oficial del gobierno fue declarar insostenible un camino de resolución pacífica con esta guerrilla.
La ciudadanía apoya la búsqueda de paz
En medio de la conmoción y de una enorme solidaridad con las víctimas de un atentado cuya crueldad y dimensión sorprendió a todos, se han puesto en marcha diferentes acciones ciudadanas de rechazo frontal frente este atroz crimen. Pero la sensación que queda en el aire, impulsada por la ciudadanía, es que la venganza y la mano dura no son opciones viables para proceder con el ELN.
Si bien la sociedad civil exige justicia y cero impunidad ante este crimen, también se oyen fuertes voces en favor de agotar las salidas negociadas para poner fin a la guerra y apoyar la búsqueda incansable de la paz. La responsabilidad del gobierno es encontrar el mejor camino para retomar una salida y concertada que no deje más víctimas, y forzar a la guerrilla a contemplar una solición pactada que no puede ser otra que la dejación de las armas.
Además, la situación explosiva en la vecina Venezuela aconseja no echar gasolina al conflicto con el ELN, que tiene allí desplazados a contingentes guerrilleros y que ya está reclutando nuevos combatientes entre la avalancha de miles de venezolanos, que cruzan la frontera en medio de la desesperación y el hambre.
También la comunidad internacional, que tanto esfuerzo y dinero ha invertido en la pacificación de Colombia, sigue aconsejando a Duque que no proceda a la voladura de los frágiles puentes que todavía existan para hablar con el ELN. En este sentido, las próximas semanas serán decisivas.
La opinión pública colombiana parece coincidir en que los Acuerdos de Paz con las FARC, a pesar de todos sus defectos y contradicciones, han sido un gran avance para la historia reciente de este torturado país. Por eso, una versión extendida de estos acuerdos que logre desarmar al ELN aún parece ser la opción más razonable.
Una versión extendida de estos acuerdos que logre desarmar al ELN aún parece ser la opción más razonable.
Pero la tensión está en su punto máximo, Duque insiste en romper los protocolos internacionales y capturar a toda costa los miembros del ELN en Cuba, y el gobierno parece decidido a dar el portazo definitivo a cualquier negociación. Ante la irracionalidad de asesinar a dos decenas de cadetes en la capital con un atentado terrorista sin precedentes, la tentación de la mano dura a toda costa es demasiado fuerte. Pero, ¿qué sentido tiene caer en la lógica de la acción/reacción que parece proponer el ELN?
#PararLaGuerra gritan ahora activistas, organizaciones sociales y de derechos humanos, como un eco que esperamos que retumbe en los oídos que les queden al ELN y al Gobierno. Colombia está exhausta ante estas guerras estúpidas e interminables, y empezó a soñar con una paz estable y duradera en esta década que ahora termina.
La pregunta que toca hoy responder a todas las partes con responsabilidad no es otra que: ¿quiénes están más interesados en continuar con los baños de sangre colombiana?
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