Para complicar aún más las cosas, gran parte de las tierras de Wirikuta eran antes propiedad comunal de los ejidatarios. Sin embargo, en los últimos años el gobierno mexicano ha creado leyes que permiten la privatización de estas tierras comunales.
"Cuando se privatiza la tierra se quitan los derechos de los ejidatarios a decidir el destino de sus territorios", dice el comunero wixárika Carlos Raúl Carrillo López. "La tierra no tiene precio porque nos ha dado la vida para siempre, pero al privatizarla se debilita al pueblo, ya que se puede alquilar o vender".
Saqueo de las "plantas de los dioses
La creciente demanda de peyote ha dado lugar a métodos indiscriminados de recolección, así como a la caza furtiva. Recientemente, los investigadores han documentado un cráter en el que antes había un lecho de peyote de 125 años de antigüedad, lo que indica un tráfico a gran escala de peyote en polvo en el extranjero.
Cortar la copa de la planta demasiado cerca de la raíz limita su capacidad reproductiva, dice el ecologista Nájera. "Es como una castración", lamenta. Los peyoteros entrenados cortan sólo la copa: "Cuando lo haces, la planta vuelve a crecer, a veces con más de una cabeza". Y añade: "Las plantas grandes se cosechan mucho más que las pequeñas, por lo que la población se reduce aún más".
Culpa a las personas sin formación que no están bajo la supervisión de los mara'akames (chamanes wixárika): "La gente viene aquí y saquea las plantas de los dioses". Según las leyes mexicanas, sólo unos pocos grupos indígenas pueden cosechar peyote, pero la ley no se aplica habitualmente en Wirikuta.
Nájera dice que algunas de las tierras despejadas para uso agrícola han sido abandonadas debido a las duras condiciones climáticas, pero el peyote no ha regresado, incluso después de décadas. "Es desolador. Una de las principales amenazas para el peyote es el cambio de uso de la tierra. El cactus no vuelve a estos lugares".
Uso religioso
Es difícil evaluar la cantidad de peyote que se cosecha cada año (o la cantidad que crece), pero se cree que el mayor comprador es la Iglesia de los nativos americanos. Compra cientos de miles de "botones" de peyote al año a peyoteros con licencia en EE.UU. y está exenta de la legislación sobre drogas porque el cactus psicoactivo es para uso religioso.
En este caso, el dilema al que se enfrentan los amantes del peyote se agudiza cada vez más: es fundamental para el uso religioso tanto dentro como fuera de México, pero, en medio de la preocupación por la conservación tanto en Texas como en México, ¿puede la naturaleza satisfacer la demanda en ausencia de un cultivo organizado?
La comunidad wixárika rara vez ha tenido poder de decisión, a pesar de la importancia cultural de la tierra para su propia existencia, que depende del consumo sacramental de peyote. Se dice que son unos 50.000 y muchos viven en la pobreza.
Su ancestral peregrinaje anual desde los estados cercanos hasta el desierto se ha visto complicado en las últimas décadas por el establecimiento de carreteras y el levantamiento de vallas por parte de los ganaderos, como se ve en el documental de la BBC Peyote: Last of The Medicine Men - Huichol People of Mexico. Algunos ganaderos se oponen a la recolección del peyote en sus tierras, pero los wixárika reclaman su derecho histórico a hacerlo.
En mayo, cientos de personas marcharon 900 kilómetros hasta Ciudad de México para exigir la restitución de sus tierras. "Tenemos los pies cansados, pero estamos más cansados de esperar justicia, de que nos devuelvan nuestras tierras. Esto es realmente agotador", dijo Ubaldo Valdez Castañeda.
Conservación y regeneración
La comunidad wixárika, principal guardiana del peyote, se enfrenta a una tormenta perfecta de problemas. El primer paso para proteger la planta, al parecer, es pedir a los participantes en la ceremonia que recojan las semillas del peyote, para poder replantarlas en el desierto. "La gente no se da cuenta de que tarda 15 años en crecer", explica Nájera.
Algunos hacen campaña para que el peyote quede exento de las medidas de despenalización de las drogas en Estados Unidos, y para que se aplique la ley mexicana que dice que sólo los wixárika pueden cosechar peyote.
Si se quiere conservar el peyote, hay que respetar el estatus de algunas partes del desierto como sitio sagrado reconocido por la UNESCO debe respetarse. "La designación está vigente desde hace muchos años, pero no se ha hecho nada para fortalecer realmente la protección y conservación del peyote", dice Ruiz Smith. "Wirikuta debe ser reconocido como área natural protegida a nivel federal para garantizar mejor su protección y conservación".
Los proyectos de conservación están en marcha. Un nuevo proyecto agroecológico de base coordinado por el Centro de Investigación Wixarika pretende regenerar el ecosistema en general después de que el sobrepastoreo y la labranza destruyeran la fauna.
Carrillo López, que forma parte del equipo impulsor del nuevo proyecto, destaca la importancia de desarrollar modelos regenerativos. "Destruir Wirikuta es destruir las formas de vida de los pueblos wixárika y el valor incalculable del conocimiento ancestral que se ha transmitido de generación en generación".
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