
Danny Sriskandarajah, Secretario General de CIVICUS.
Francesc Badia: Mi primera pregunta es si estarías de acuerdo conmigo en que estamos presenciando lo que se ha dado en llamar una “recesión democrática” en el mundo. En tu opinión, ¿qué fuerzas hay detrás de esta "recesión"?
Danny Sriskandarajah: En términos de diseño, creo que las instituciones democráticas que hemos construido no son válidas para el siglo XXI. No son capaces de dar respuesta a una población cada vez más sedienta de participación – especialmente una generación joven que quiere acción inmediata y comunicación directa. Hemos construido nuestras instituciones democráticas como si celebrar elecciones cada pocos años – y una conexión remota con el liderazgo – fuese suficiente para ser “democráticos”. Creo que la cuestión estriba, en parte, en que se ha producido una brecha entre lo que mucha gente, cada vez más, espera en términos de democracia participativa y unas instituciones formales que podían ser relevantes en los siglos XIX y XX, pero ya no.
El segundo catalizador – relacionado con la sociedad civil – es la reapertura del debate sobre el acuerdo que toda sociedad debe alcanzar acerca de cuáles son las formas aceptables de discrepancia y de oposición, y cuáles son los límites aceptables de lo que puede hacer un gobierno para restringir este espacio. En esto, parece que estamos retrocediendo por distintas razones – preocupación por el terrorismo; fuerzas políticas y económicas que se confabulan para silenciar la discrepancia; y, por supuesto, el deseo de los estados de controlar el uso de internet y las tecnologías móviles. Se puede argumentar que siempre debe haber un acuerdo acerca de los límites aceptables del poder, pero recientemente – por la confluencia de estos factores – estamos presenciando una regresión en términos de abusos por parte de este poder, y la gente que está soportando el peso de todo ello son los activistas de la sociedad civil implicados en campañas y en la defensa de derechos, especialmente los activistas medioambientales y anticorrupción.
FB: Se da una especie de paradoja: por una parte, puede verse que la sociedad civil está más fuerte que nunca, interconectada a través de campañas y redes sociales; pero, por otra parte, se le ve cada vez más débil por la capacidad creciente de los gobiernos de reprimir no sólo en las calles, sino también a través de internet y de los dispositivos de vigilancia masiva. ¿Cómo ves esta paradoja? ¿Cómo puede la sociedad civil enfrentarse a ello?
DS: De muchas maneras. Este es a la vez el mejor y el peor momento para la sociedad civil. Nunca ha sido tan fácil para los ciudadanos organizarse y movilizarse. Podemos hacerlo de forma inmediata, barata y global. Sin embargo, nunca ha sido tan fácil para los gobiernos espiar lo que hacemos e interrumpir o bloquear lo que estamos organizando. Incluso si nos fijamos en la obtención de recursos por parte de la sociedad civil, en muchos aspectos las cosas están bastante bien. En el sector del desarrollo, por ejemplo, existen presupuestos importantes para la ayuda y los ciudadanos se muestran por lo general muy generosos cuando se trata de dar apoyo a la sociedad civil. La otra cara de la moneda es que hay sectores de la sociedad civil que se encuentran con dificultades y limitaciones porque no pueden conseguir dinero suficiente – o porque, aunque tengan los recursos necesarios, no pueden llevar a cabo lo que quisieran. O sea que pienso que vivimos, efectivamente, en un periodo paradójico para la sociedad civil.
Para mí, parte de la solución consiste en volver a las raíces de por qué la sociedad civil es importante para la democracia y para la buena salud de una sociedad. De lo que se trata es de asegurar la presencia de ciudadanos activos – que se unen voluntariamente para hacer frente a tal o cual problema social, ya sea construyendo comunidades, prestando servicios o haciendo que rinda cuentas quien tiene que hacerlo. Esta es la esencia de la sociedad civil que, en décadas recientes, se ha profesionalizado y burocratizado a través de las organizaciones. Este ha sido un paso verdaderamente importante para la prestación eficaz de servicios y la rendición de cuentas. Pero también nos ha puesto en una situación vulnerable, porque es más fácil para los estados deslegitimarnos, demonizarnos o aislarnos profesionalmente. Nos hace vulnerables porque las comunidades a las que decimos que servimos no nos apoyan necesariamente. Y nos hace vulnerables porque los nuevos movimientos sociales y otras formaciones informales ponen en entredicho el papel de la sociedad civil organizada. Por lo tanto, es preciso que volvamos a la esencia de lo que es la sociedad civil, promoviendo la participación activa e involucrando a ciudadanos y comunidades.
FB: Esto me sugiere una pequeña reflexión. Tenemos, por una parte, la necesidad de organizaciones clásicas pero, por otra parte, debemos tomar en consideración los aspectos individuales de la participación a través de las tecnologías – y esto nos lleva a una especie de fragmentación. En otras palabras, existen condiciones favorables para que las organizaciones tradicionales puedan captar a gente y crecer, pero el empoderamiento de la gente a través de las tecnologías de la comunicación hace que esta se centre cada vez más en una sola cuestión. Una vez resuelta la cuestión, o ejecutada la acción, el movimiento tiende a desaparecer. En mi opinión, hay un debilitamiento progresivo de la capacidad de las organizaciones tradicionales de fijar una agenda. Actualmente, parece que los movimientos sociales están más orientados a la acción que antes, pero menos orientados a la agenda.
Sea como sea, quería preguntarte sobre América Latina. Cuenta con una sociedad civil dinámica, que ha cosechado bastantes éxitos en distintas causas y luchas. Pero existe en la región un problema persistente de violencia y represión - de periodistas en México o de activistas medioambientales en Honduras. ¿Cómo ves la región hoy en día?
DS: Estamos muy contentos de estar aquí en Colombia porque parece que está resurgiendo la sociedad civil independiente, no solo aquí sino en todo el continente. Y esto se debe, en parte, a este periodo de democratización de las instituciones, junto con (ojalá) una reducción de la profunda violencia que ha venido afectando a muchas sociedades de la región. Una nueva generación se está movilizando y organizando en modo distinto – post-ideológico, fuera de los partidos políticos. Existen también algunos ejemplos de gobiernos latinoamericanos que tratan de algún modo de entender lo que significa la participación en el siglo XXI. Por ejemplo, la pasada noche estaba dialogando con el viceministro del Interior colombiano, que está llevando a cabo conversaciones con la sociedad civil sobre cómo promover la participación. No hay muchos países en el mundo que tengan a un viceministro del Interior interesado en la participación. O sea, que se están produciendo hechos realmente interesantes.
Uno de los retos con los que, creo, se enfrenta la sociedad civil en América Latina es cómo superar las estructuras ideológicas y partidistas. Lo vemos en Brasil en este mismo momento – en términos de cómo la sociedad civil está manejando el proceso de destitución de la presidenta. Lo vemos en toda la región. Creo que debe lograrse un equilibrio entre crear formaciones de la sociedad civil fuera del juego partidista y animar a la gente a implicarse en política. Para mí, una sociedad civil eficaz tiene que hacer política, llevar a cabo campañas sobre ciertas cuestiones y presionar para que se adopten ciertas agendas. Pero, de manera idónea, sin una relación demasiado estrecha con las instituciones políticas anteriores, incluidos los partidos políticos. Y creo que esto va a suceder. Los jóvenes activistas que he encontrado en América Latina están aburridos de la política institucional e ideológica. Están intentando organizarse de maneras ajenas a las estructuras de partido.
FB: Pero hay una cuestión que está influenciando la escena política, especialmente en América Latina: los conglomerados mediáticos y el monopolio que ejercen sobre la comunicación. Están presionando abiertamente a favor de una determinada agenda política, mientras los medios independientes luchan por encontrar plataformas para llegar a la gente de manera eficaz. ¿Cómo ves esta relación entre la lucha de los medios digitales independientes por difundir información más veraz a los ciudadanos y los medios de comunicación de masas, cuya propiedad se concentra en pocas manos, presionando para instalar sus agendas particulares?
DS: Me preocupa la consolidación de la propiedad de los medios en muchas partes del mundo. También me preocupa la corporativización de las plataformas de medios en línea de las que todos nos hemos vuelto tan dependientes. Para mí, lo realmente preocupante es que las herramientas que usamos para las acciones ciudadanas, como Twitter y Facebook, no solo sean propiedad de individuos corporativos, sino que se financien enteramente con publicidad. Nos encontramos ante una situación muy peligrosa. Pero sigo siendo optimista, porque pienso que a los ciudadanos informados y comprometidos les será más fácil que nunca encontrar puntos de vista diferentes e informaciones distintas. Ha sido siempre una falacia que los gobiernos puedan controlar la información. Creo que los gobiernos y las élites empresariales que piensan que ahora sí pueden, se están engañando. Pero muchos de nosotros – especialmente la sociedad civil progresista y los periodistas independientes – tenemos la responsabilidad de invertir activamente en fuentes independientes de información y plataformas abiertas. Y debemos resistir también cualquier incursión en estos espacios – ya sea por parte de intereses corporativos o de un estado entrometido.
Algo de lo que estoy muy consciente en este momento es de la cínica compra corporativa de los flujos de información. Ya sabes, el patrocinio entre bastidores de los videos de YouTube por parte de intereses corporativos – que venden sus productos en los anuncios que ves entre video y video. Están diseñados en función de tus intereses y perfil para que consumas más. Ya hemos visto con qué habilidad la era de la información edita información según las preferencias personales de la gente. Esto nos está llevando por un camino peligroso.
FB: Una última pregunta. En el marco de esta Semana Internacional de la Sociedad Civil que tiene lugar en Bogotá, quisiera pedirte cuál sería tu recomendación a las organizaciones de la sociedad civil latinoamericanas – una recomendación que les aliente a continuar con sus agendas.
DS: El tema de esta conferencia es “ciudadanía activa, acciones responsables”. Para mí, esto es lo importante: el propósito último de lo que nosotros – y los que asisten a la conferencia – necesitamos es empoderar a ciudadanos activos. Esta es la clave. Informar e implicar a ciudadanos activos son las claves de una democracia dinámica, una sociedad civil saludable y unas instituciones transparentes. Los que nos dedicamos profesionalmente a la sociedad civil tenemos el deber de pensar más allá de nuestros intereses organizativos y planes estratégicos, pensar en qué es lo que estamos haciendo para construir una ciudadanía empoderada. Esto, para mí, es especialmente importante si tenemos en cuenta la historia política de América Latina y por dónde transita. También es importante a nivel mundial, considerando las incursiones en el espacio público y los ataques a la libertad y capacidad de la sociedad civil y de los ciudadanos para organizarse.
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DemocraciaAbierta asistió a la Semana Internacional de la Sociedad Civil en Bogotá (24-28 de abril), gracias a una beca de medios de CIVICUS. Esta pieza pertenece a la serie de entrevistas a destacados líderes de la sociedad civil que participaron en el evento.
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