
La represión en Cuba, vista desde dentro
José Daniel Ferrer, conocido disidente cubano y activista por los derechos humanos que pasó ocho años en la cárcel, sigue siendo considerado un personaje peligroso para el régimen. Lo entrevistamos.

José Zepeda: Sin ir más lejos, hace muy pocos días lo detuvieron con inusitada violencia. Pero usted, Sr. Ferrer, rechaza la violencia, insiste en el diálogo y la reconciliación nacional. Entonces, ¿por qué le teme tanto un gobierno que es experto en represión selectiva?
José Daniel Ferrer: Porque para el régimen lo más cómodo sería que nosotros fuésemos los violentos, que fuésemos ese tipo de personas que tratan de presentar al mundo como si fuésemos como ellos dicen que somos. Pero como saben que son mentiras y que tienen que desfigurar nuestra realidad para tratar de justificar la represión.
Saben que nuestra postura es precisamente no violenta, es de reconciliación, de diálogo, de solución profunda de los graves problemas que les han causado a la nación.
Entonces, son ellos los que tienen que usar la violencia en contra nuestra. La paz, la prisión, los asaltos y robos en nuestros hogares y los golpes que han caído sobre nuestras esposas, a veces hasta ancianos de nuestras familias salen golpeados en allanamientos violentos perpetrados por personas sin el más mínimo escrúpulo, habituadas a imponerse por el uso de la fuerza.
Hace poco vimos cómo actuó el ministro de Cultura en contra de un colectivo de artistas. ¿Se imaginan que ese hecho hubiese ocurrido, no ante el Ministerio de Cultura –donde se supone que están los funcionarios que representan la intelectualidad, la creatividad, que tienen que ver con el arte, con la cultura- que esa protesta hubiese sido ante el Ministerio del Interior, o ante el Ministerio de las Fuerzas Armadas? Hubiesen salido hasta con misiles soviéticos. El ministro de Cultura salió de una manera muy agresiva, que no pudo controlar.
Esas son las imágenes que demuestran quién es quién en esta lucha. Quién miente constantemente, quién es el violento, quién busca reconciliación y solución para los problemas y quién quiere mantener a Cuba como su feudo, como su propiedad privada a toda costa.
JZ: A su hija mayor Martha Beatriz no la dejan entrar a Cuba, a su hijo recientemente le dieron una paliza.
JDF: Desde el primer momento, incluso desde que comenzaron la lucha en la sierra y en las ciudades contra el régimen de Fulgencio Batista, aplicaron, al pie de la letra, y de manera brutal, lo establecido por Maquiavelo: el ser humano por lo general termina sucumbiendo más al miedo que a motivaciones y a principios de amor.
Maquiavelo aconsejaba a los Medici que, para mantenerse en el poder, el príncipe ha de hacerse querer pero, sobre todo, ha de hacerse temer. Es precisamente lo que han hecho.
El régimen, por su propia naturaleza, sabe que el miedo o el terror es un instrumento muy efectivo de control.
Nadie, como dijo Václav Havel, está dispuesto a reconocer públicamente: yo digo que los amo porque les temo. No. Dicen, los amo porque hablan bonito, porque dicen que nos liberaron de las ambiciones del imperialismo estadounidense, que nos liberaron de Batista, que era un criminal. Los quiero por eso, porque pelearon en la sierra.
Quieren que vean lo que le va a pasar al hijo, a la hija, a la familia si se acercan demasiado a nosotros. El régimen, por su propia naturaleza, sabe que el miedo o el terror es un instrumento muy efectivo de control.
Ahora, también saben que llega un momento en que los pueblos sometidos empiezan a liberarse de ese temor, porque la situación es grave, y terminan rompiendo las cadenas. Eso va a llegar. Pero creen que, cuanto más castigo contra disidentes y pueblo en general, más tiempo les va a durar el beneficio.
JZ: Dicen que el Movimiento San Isidro de artistas, jóvenes, periodistas, académicos y gente de a pie, se organizaron para oponerse a las medidas represivas del Gobierno. El MSI, como se le conoce, combina, arte y reivindicaciones políticas. La de noviembre del año pasado se considera la mayor protesta en muchos años. JZ: Importa saber si esa fuerza puede mantenerse, o el gobierno ha logrado desconectarlo de la energía, apagarle el motor.
JDF: Una de las preguntas que más nos hemos hecho a raíz de los sucesos del pasado 27 de noviembre es si este movimiento podría consolidarse, seguir creciendo. Y el 27 de enero del 2021 la respuesta que nos llegó fue muy positiva. En estos dos meses transcurridos del 27 de noviembre al 27 de enero, el gobierno no logró mayores resultados, no consiguió apagar esa llama por completo, como por ejemplo sí lo hicieron en el 2003, cuando fuimos a prisión.
Recuerdo que durante la llamada Primavera Negra de 2003, salvo los líderes más comprometidos, la inmensa mayoría de los activistas y las personas de nuestro entorno se asustaron de tal manera -al ver las sanciones de entre 20 y 25 años de cárcel y las peticiones de pena de muerte- que muchos se apartaron, emigraron de inmediato. A seis meses, e incluso a un año de lo sucedido, todavía temían acercarse a los opositores.
En el caso del 27 de noviembre hubo crecientes muestras de solidaridad, de apoyo, de personas de a pie, no organizadas, que veían en Facebook, en YouTube, lo que estaba pasando, lo que el movimiento defendía y decidían acercárseles a brindarle respaldo.
Ellos son quienes mejor saben que no han podido controlar este grupo, que va a seguir creciendo y fortaleciéndose. No hay quien se entere primero de cómo está el sentir del pueblo, cómo vibra entre la población el deseo de cambio, que la fuerza represiva. Son los que recogen el estado de opinión. Son más rápidos que cualquier periodista independiente, que cualquier analista de la oposición.
La conclusión es: “la gente nos está perdiendo el miedo y cada vez son más. Esto se está poniendo malo”. A mí me han dicho en las últimas detenciones altos oficiales, incluyendo el jefe de la represión directa, un teniente coronel, que ellos saben que las condiciones - como les gusta mucho utilizar los términos marxista-leninista- objetivas para el cambio en Cuba están dadas, pero que las subjetivas no, porque la gente está para otra cosa y no para producir el cambio.
Yo me sonrío y le digo: “bueno, tú y yo sabemos que las condiciones objetivas están dadas desde hace mucho tiempo y que las subjetivas avanzan de una manera tan rápida que ustedes están tan asustados, que ya no saben qué inventar para evitar que lo inevitable se produzca en cualquier momento, que cientos de cubanos digan: “¡Basta! Quiero mi derecho, quiero mi libertad”.
JZ: Según el director para las Américas de Human Rights Watch, José Miguel Vivanco, en su informe anual muy reciente, dice que las dictaduras de Venezuela, Nicaragua y Cuba están más fuertes que nunca.
JDF: Coincido en cierto aspecto. Pero, en la esencia, difiero de Vivanco. El gobierno vive los momentos más difíciles a partir del primero de enero, cuando inició su llamada Tarea Ordenamiento, y las reacciones contrarias que surgieron desde diferentes sectores de la población.
No han tenido que retroceder de una manera notable, que podamos llamar franca derrota del régimen en su política, pero sí los hemos visto dar marcha atrás; justificarse de una forma que en otro tiempo no lo hacían.
Hoy el régimen no solo se justifica, si no que da marcha atrás a muchas de sus medidas. Aunque sea un paso mínimo, lo ha tenido que hacer.
En el pasado lanzaban sus medidas y, por impopulares que resultasen, ellos venían con represión para que la mayoría se olvidase de sus reclamos y se hiciese a la realidad de que las cosas eran como eran y no iban a cambiar. Sin embargo, hoy no solo se justifican, si no que dan marcha atrás a muchas de sus medidas. Aunque sea un paso mínimo, lo han tenido que hacer.
La represión es una realidad y estoy de acuerdo con Human Rights Watch, pero los métodos que utilizan son los de quienes temen a las consecuencias de una represión directa y fuerte. Para atacar al Movimiento San Isidro, a la Unión Patriótica de Cuba o a cualquiera dentro de la oposición pacífica cubana, el régimen trata de confundir a través de su televisión. Busca justificarse, pero sabe que muy pocos le van a creer.
¿Porqué el gobierno actúa así? Es como en la película Quo Vadis (1951), en la que Petronio dice: ¿por qué Nerón se siente obligado a justificar su crimen a pesar del poder que tiene? Ah, porque el crimen es feo, y por poderoso que sea el que lo comete, siente la necesidad irresistible de justificar sus malas acciones.
Bueno, yo lo traslado al caso cubano. ¿Por qué tantos montajes, tantos reportajes en la televisión, tantas historias falsas para justificar las acciones? Porque no solamente quieren justificarse, quieren asustar a los demás, porque temen que se sumen, participen, hagan cosas. Le están diciendo al pueblo constantemente, miren esto: prisión, condenas, vamos a ser implacables. Y eso es precisamente porque no están tan fuertes, porque le temen a un pueblo que crece, que está cansado de opresión, de miseria, de represión.
Así es que están poniéndole los clavos a su propio ataúd. Ahora, como el proceso es el de un régimen de escasez parece que no encuentran los clavos suficientes para acabar su ataúd. Pero lo vienen construyendo de manera irreversible.
Están próximos a recoger lo que ellos han venido sembrando: descontento, rebeldía, sobre todo de una juventud cansada de que la engañen y mientan. Es gente que no quiere seguir esperando que las cosas se solucionen solas.
JZ: Antes de hacer esta entrevista, en los últimos días, he visto varios videos de gente muy humilde de Cuba que se queja amargamente del hambre que hay en la isla. ¿Cuán grande es el hambre?
JDF: Es terrible. Lo que pasa es que muchos no se atreven a decirlo. Especialmente los que más sufren. Si no tienen para comer, menos les alcanza para un teléfono o una conexión a Internet para divulgar lo que padecen.
En honor a la verdad, salvo algunos activistas muy concientizados, la mayoría se ocupa de su sobrevivencia. Por eso no se dedica a salir a los barrios marginales a monitorear, a filmar, a documentar cómo es la realidad del hambre, cómo es la situación con las medicinas, con las enfermedades.
En la sede nacional de la UNPACU, Unión Patriótica de Cuba, alimentamos a un número que crece diariamente. Hace un mes había entre 90 y 100 personas. Cuando empezó a andar enero, la cifra subió a más de 110. Hace unos días me informaron que ya estamos dando alimento a más de 144 personas.
Cualquiera diría, 144 personas, en una ciudad de medio millón de habitantes es poquita cosa. Recordemos que hablamos de una organización perseguida, a la que le mantuvieron un cerco durante seis meses.
En protesta, mi esposa y yo tuvimos que declararnos en huelga de hambre, manifestarnos en la calle, en el frente de la vivienda para obligar al régimen a retirar de momento el cerco. Así es como lo bajaron tres cuadras y ya van unas semanas sin impedir el paso de los alimentos, ni el paso a las personas.
La gente ha ido venciendo su temor porque el hambre y las necesidades son más fuertes que toda la amenaza, que todos los obstáculos que el régimen impone para que no sigamos adelante con nuestra labor humanitaria.
Partimos del principio cristiano de que no hay labor más útil y necesaria que la de asistir a aquellos que viven en condiciones extremas.
JZ: Usted sabe que hay organizaciones de izquierda en América Latina, no sé cuántas, que todavía siguen apoyando a lo que llaman la Revolución Cubana. Esas mismas organizaciones creen y piensan que gente como usted es instrumento voluntario o involuntario de los propósitos del gobierno de Washington. Sujetos manipulados con fines destinados a destruir un bastión de dignidad, de libertad. Hombres y mujeres que reciben miles de dólares para hacer alborotos. ¿Qué les diría usted?
JDF: Donde existe una nación de partido único que monopoliza y controla la vida de la nación como, en cierta medida y por desgracia, ocurre también en Venezuela y Nicaragua, se violan los treinta artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
El cuento de un modelo que vino a preocuparse por los más humildes y a garantizarle no solo la independencia, la soberanía, sino también el bienestar al pueblo se ha desmoronado por completo.
Es en Cuba en donde los obreros trabajan en las más difíciles y complejas situaciones y reciben los más bajos salarios del continente. Es decir, ese cuento ya poco digerible de que estamos en presencia de un modelo que vino a preocuparse por los más humildes y a garantizarle no solo la independencia, la soberanía, sino también el bienestar al pueblo de Cuba, ¡vamos! se ha desmoronado por completo.
Es insostenible ese discurso, porque los hechos demuestran que estamos en presencia de una clase dirigente muy similar a aquella de Rebelión en la granja (George Orwell, 1945) en la que los cerdos terminan controlando la granja por completo y en nombre de la rebelión, del animalismo, terminan esclavizando a los demás animales.
Somos conscientes de que nos engañaron, nos estafaron.
En realidad lo que hicieron fue crear un sistema que los ha llevado a gozar de más poder que un rey absolutista de la Edad Media, mientras el pueblo tiene que trabajar en condiciones de esclavitud, de miseria, sin derechos, ni libertad. Yo no puedo ni siquiera defender el derecho a alimentarse de un trabajador que se acuesta a la mitad del mes sin alimento.
Aquí se nos encarcela, tortura, se nos hace la vida imposible y se nos acusa de ser mercenarios de una nación extranjera, cuando no tenemos el más mínimo vínculo con dicha nación. Solo le agradecemos su solidaridad y su apoyo en nuestra lucha por la libertad.
Si los Estados Unidos nos apoyasen a nosotros como el régimen cubano apoya al de Venezuela, o como los rusos apoyaron al régimen cubano, o como se apoyan entre ellos rusos, iraníes, venezolanos, hace rato que hubiésemos terminado con el régimen.
Pero estamos tan solos en esta lucha que no podemos contar con Estados Unidos ni siquiera para decirle: este individuo al que vas a entregar una visa es un agente del régimen y nos hace mucho daño, porque manda un mensaje equivocado a la población. Se consigue viajar a los Estados Unidos más rápido siendo agente de la tiranía que siendo perseguido por la tiranía. Y ni caso nos hacen los funcionarios americanos.
Si estuviésemos siendo pagados o recibiendo tantos recursos, no estuviéramos nosotros como locos buscando cómo alimentamos a tanto cubano necesitado. Nuestras vidas son nuestra mejor prueba de quién miente y quién dice la verdad.
Lo que hacemos es gracias a la ayuda de la Fundación Nacional Cubano Americana que obtiene el dinero del bolsillo de sus miembros. La otra parte la consiguen promotores de Cuba, el CIDE, que son simples trabajadores y personas humildes que trabajan en Europa.
Los hechos son los que hablan, y no la propaganda de un régimen que ha sido muy bueno en publicidad y represión, pero nunca en darle bienestar y libertad al pueblo.
JZ: Señor José Daniel Ferrer créame que a través del tiempo he intentado entender porqué existe cierta gente que tiene algo, muy difícil para mí de definir, que la lleva a asumir los mayores riesgos y sacrificios por un ideal. Lo menos que dice el Gobierno de usted es que es un mercenario; lo más, que quisiera deshacerse de su presencia. ¿Qué lo lleva a usted a hacer lo que hace?
JDF: Son una combinación de factores. Los acontecimientos de los últimos 30 años me han ido convenciendo en mi postura de que escogí el camino correcto y que no puedo dar marcha atrás. No puedo mirar ni siquiera a los lados. Debo de seguir adelante.
Ellos me hacen feliz porque me demuestran que estoy del lado del bien y, sobre todo, que no han podido ni van a poder jamás rendirme.
Hoy estamos haciendo lo necesario y, como diría el apóstol de nuestra independencia: la libertad cuesta muy cara y hay que resignarse a vivir sin ella o decidirse a pagarla por su precio. La esclavitud de los hombres es la gran pena del mundo.
Perseverar en el bien, perseverar en la defensa de la justicia, perseverar en la defensa de la libertad. Y cada ataque del régimen a un defensor de los derechos humanos o a un defensor de la libertad del pueblo cubano, es el más alto de los premios que puede recibir un ser humano. Así, sin guardar rencor, ni sentir odio. Ellos me hacen feliz porque me demuestran que estoy del lado del bien y, sobre todo, que no han podido ni van a poder jamás rendirme.
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