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La salida de Raúl Castro marca el fin de una era en Cuba

La revolución sin los revolucionarios podría dar paso a un futuro mejor, si es que los nuevos dirigentes son capaces manejar con inteligencia una pesada herencia

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21 abril 2021, 7.10pm
Che Guevara, Raúl Castro y Fidel Castro en La Havana, Cuba, 1961.
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Salas Archive Photos / Alamy Stock Photo

Después de 62 años, la dinastía de los Castro ya no estará al mando en Cuba. El pasado viernes 16 de abril, durante el Congreso del Partido Comunista Cubano, Raúl Castro anunció que dejará el poder.

Con un discurso clásico de retórica castrista: fuerte pero reconciliador, “revolucionario” pero amistoso, desafiante pero concertado, Raúl Castro se despidió del poder en el VIII Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC). Tras asumir el poder en 2008, después que su hermano, Fidel, se retirara, Raúl pone un punto final a seis décadas de dinastía Castro, que convirtió una revolución liberadora, emblema de la lucha contra el imperialismos norteamericano en los años 60, en un régimen autoritario, represivo y esclerótico.

Es cierto que Raúl impulsó algunas medidas de liberalización económica en Cuba que fueron sorpresivas. Entre éstas, permitió la comercialización de automóviles, (algo emblemático después de décadas sobreviviendo con autos de los años 50 y vehículos Lada de fabricación soviética), así como la entrada del Internet móvil a la Isla. Sin duda, uno de los cambios más sorpresivos y significativos que trajo su mandato fue la reapertura de relaciones bilaterales con Estados Unidos entre 2009 y 2016, bajo la presidencia de Barack Obama.

Aunque el embargo impuesto por la administración Kennedy en 1962 no fue levantado, pues requería aprobación del Congreso de los EE.UU., Obama y Castro re-establecieron relaciones diplomáticas, que habían permanecido suspendidas desde 1961. Obama también permitió el envío de remesas y los viajes entre Cuba y EE.UU.

Este acercamiento y la apertura impulsados por Obama, así como las medidas liberalizadoras tomadas por Raúl, tuvieron repercusiones en la economía de la Isla. Raúl asumió el poder cuando el PIB de la Isla iba cayendo en picado, pero logró que entre el 2009 y el 2015, el PIB de Cuba aumentara en 3 puntos porcentuales. Sin embargo, al llegar Donald Trump a la Casa Blanca, suspendió los avances de la etapa Obama y re-instituyó las restricciones a viajes y remesas, lo que inmediatamente se vio reflejado en el PIB del país, cuyo crecimiento cayó de 4.5% en el 2015 a 2.2% en el 2018.

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Nueva York, Estados Unidos. 29 de septiembre de 2015: El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, a la derecha, asiste a una reunión bilateral con el presidente Raúl Castro, a la izquierda, de Cuba en la Sede de las Naciones Unidas.
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dpa picture alliance / Alamy Stock Photo

Pero Donald Trump está ya en Mar a Lago, y en La Habana existe mucha expectativa con la llegada de los Demócratas a la Casa Blanca. Este fue uno de los mensajes más fuertes de Raúl Castro en su discurso de despedida: con casi ya cuatro meses en el poder, el presidente Joe Biden no ha tomado acciones para restablecer relaciones con la Isla y suavizar las restricciones impuestas por Trump.

Pero más allá de las relaciones bilaterales entre Cuba y EE.UU., sobre las que ha pivotado buena parte de las seis décadas de castrismo, la salida de Raúl Castro (89 años) marca un hito histórico; el fin de la generación que lideró la revolución junto a Fidel Castro. Será un dirigente del Partido Comunista, Miguel Díaz-Canel (61 años), que ocupa ya la presidencia del Partido desde hace tres años quien, con un mensaje claramente continuista, tomará las riendas del partido y dirigirá el politburó a partir de ahora. Pero aunque Díaz-Canel nació en 1960, un año después del triunfo de la revolución encabezada por los Castro, no es lo mismo no tener a un revolucionario de primera hora dirigiendo la revolución.

Está por ver si el relevo generacional tendrá efectos a la hora de reconducir la situación crítica en la que se ha acostumbrado a vivir la isla caribeña. Con el paso de los años y a pesar de la represión, la disidencia ha ido creciendo, y aunque es imposible no sentir el afecto y respeto que muchos le tienen a los hermanos Castro en las calles de Cuba, la épica de la resistencia encarnada por los protagonistas de la revolución, hoy nonagenarios o ya fallecidos, inevitablemente se va disolviendo ante las eternas dificultades. A falta de comida, con el crecimiento de la pobreza y largas colas para satisfacer las necesidades cotidianas, y con la continua migración de cubanos en busca de mejores oportunidades, es difícil pensar que la nueva generación de dirigentes no acabe propiciando un cambio.

Una apertura democrática en Cuba cambiaría el tablero de juego regional.

En su discurso de despedida, Raúl Castro llamó a mantener la revolución en las calles y no a través de los teléfonos móviles, pero también llamó al reconocimiento de las disidencias y a la inclusión de mayor diversidad dentro del PCC. Hizo fuertes acusaciones al gobierno de EE.UU., pero también llamó al respeto de las relaciones bilaterales. Se sintió, en su discurso, la dicotomía entre la utópica idea de un socialismo inmaculado y la dura realidad que impone el liberalismo.

Sea como sea, Raúl deja el poder en Cuba en un momento importante. El país se ha visto fuertemente afectado por la crisis de la Covid-19. La economía se ha contraído en un 11% y las importaciones cayeron en un 40%, el embargo estadounidense sigue pesando como una losa y cada vez es más difícil justificar negarse a hacer concesiones democráticas para lograr su levantamiento en un país al borde del colapso y con una inflación prevista de 500% para este año.

La llegada de Díaz-Canel podría representar un cambio real, aunque el enquistamiento es enorme y el régimen ha desarrollado poderosos mecanismos de control, cuyo único propósito es permanecer activos. Cuba juega, además, un rol geoestratégico en Latinoamérica como referente de una izquierda nostálgica de una revolución periclitada, que ha vivido derivas autoritarias, como la que hoy gobierna en Venezuela o Nicaragua. Una apertura democrática en Cuba cambiaría el tablero de juego regional.

Navegar esta difícil coyuntura requerirá que Díaz-Canel demuestre convicción y destreza y se aleje de la ortodoxia imperante en el PCC. La llegada de los Demócratas a la Casa Blanca y la previsible reactivación de la economía que traerá el control de la pandemia y la vuelta del turismo internacional, representan una oportunidad para moverse hacia adelante.

La revolución sin los revolucionarios podría dar paso a un futuro mejor, si es que los nuevos dirigentes son capaces manejar con inteligencia una pesada herencia.

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