Las películas que vemos en la televisión están saturadas de emocionantes historias de gente humilde que rompe innumerables barreras para alcanzar el éxito.
La historia de Sandra Ramírez es una de esas historias. Pero su ascenso de niña campesina humilde de Colombia a funcionaria pública del Gobierno es, de hecho, un testimonio de la negligencia de nuestros gobiernos latinoamericanos. La suya es, seguramente, una historia que Hollywood se negaría a contar.
Nació bajo el nombre Griselda Lobo en la región andina del noreste del país, en el departamento de Santander. De pequeña, soñaba con ser médica. Pero su realidad le negaba esa posibilidad. La actual senadora colombiana, hija de pequeños agricultores, creció en plantaciones de caña de azúcar, cacao y café, donde comenzó a trabajar para ayudar a sus padres cuando era niña.
Ramírez quería ser como su papá. Ella dice que su padre era un increíble partero y sanador, conocedor de las plantas locales. Querido por todos en su pequeña comunidad, cuando alguien se enfermaba, se dirigían a su casa. Al final, no había hospitales alrededor y la salud de la población estaba a merced de la bondad de la comunidad. Con esa inspiración de vocación de servicio, Ramírez quería dedicarse a la medicina. Sin embargo, su familia no tenía los recursos para mandarla a la universidad.
Ramírez encontró otra salida. A los 17 años, se unió a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Entonces, Griselda Lobo asume un nuevo nombre e ingresa a la ilegalidad. A través de la guerrilla, pudo estudiar y graduarse de enfermera. Finalmente, Ramírez logró ejercer la profesión que soñaba de pequeña. Además de la enfermería, las FARC también le dieron a Ramírez el incentivo para que estudiara fotografía.
Para las mujeres y hombres del campo, las guerrillas representaban una alternativa a la vida que el Estado les negaba.
“Lo que soy en este momento se lo debo a la organización guerrillera que me formó, que me construyó, que me formó con la crítica, con la autocrítica, con la responsabilidad de cumplir una tarea,” dijo Ramírez.
Ramírez, que fue elegida senadora en el 2018 por el partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, cree que la lucha armada fue la única forma en que los trabajadores rurales colombianos hicieron oír sus demandas. Sin este choque, el estado colombiano no habría considerado sentarse a la mesa con los campesinos y comprometerse a cumplir ciertas promesas, como ocurrió en los Diálogos de la Cumbre de la Paz de La Habana en Colombia en 2016.
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