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Separados pero iguales: las protestas en Estados Unidos no son de hoy

Las protestas que vemos hoy en los Estados Unidos, la ira, el tumbar estatuas que enaltecen al histórico opresor; todo está más que justificado. English

democracia Abierta Daniela Sánchez
18 junio 2020, 8.52pm
JT Vintage/Zuma Press/PA Images

El pasado 12 de junio, Rayshard Brooks fue asesinado por un policía blanco en un parqueadero de Wendy's, la cadena americana de restaurantes. George Floyd fue asesinado el 25 de mayo cuando la rodilla del policía blanco que lo arrestaba lo asfixió contra el asfalto. Breonna Taylor fue asesinada el 13 de marzo mientras dormía y unos policías blancos irrumpieron en su apartamento. El 23 de febrero, Ahmaud Arbery fue asesinado por un hombre blanco mientras salía a trotar por su vecindario. Stephon Clark fue asesinado en el jardín de su abuela en el 2018 por un policía blanco que le disparó más de 20 tiros al pensar que tenía un arma; Stephon tenía su celular en mano. En el 2014, Eric Garner fue asesinado por un policía blanco que lo tenía ahorcado y no lo soltó, a pesar que Garner suplicó que lo dejara respirar. En el 2014 también fue asesinado Michael Brown, un muchacho de 18 años que recibió varios tiros por parte de un policía blanco en la mitad de una calle en Ferguson, Missouri, por no ir caminando por el andén. Y la lista continúa.

El asesinato de George Floyd no fue un incidente aislado, fue uno más dentro de una escalofriante estadística: 30 de cada millón de personas negras ha sido víctima de un asesinato policial, comparado con 12 de cada millón de personas blancas. No es sorprendente, entonces, la indignación social que generó el video de 8 minutos y 46 segundos donde un policía blanco sostuvo su rodilla contra el cuello de Floyd, causándole la muerte. Fue la gota que colmó un vaso demasiado lleno. Pero es importante entender que las protestas, que se han presentado en todo el país norteamericano, no son únicamente en contra de la brutalidad policial, sino también y especialmente en contra de un racismo institucionalizado y sistémico que permite que casos como los de Floyd, Brooks, Taylor, Arbery, Clark, Garner, Brown y muchísimos más, ocurran y queden, en su mayoría, impunes.

¿Por qué existe un racismo sistémico e institucionalizado en los Estados Unidos?

Los Estados Unidos es un país que tuvo dentro de su núcleo original la esclavitud. A pesar de que fue formalmente abolida en 1865 con la adopción de la 13ª Enmienda a la Constitución, que liberó alrededor de 3 millones de esclavos en ese momento, la esclavitud tomó otras formas, mucho más difusas pero persistentes.

El sur de lo que era la Confederación entonces, se resistía a dejar de un lado la práctica y a aceptar a los que antes eran sus esclavos, como iguales. De esta resistencia nacen las que se conocen como “Jim Crow Laws”: un conjunto de leyes que institucionalizaron el racismo bajo la idea de “separados pero iguales” y que perpetuaron la desigualdad que existió bajo la esclavitud. Estas leyes les negaban a los negros el derecho a votar, el derecho a acceder a ciertos trabajos, barrios, educación, entre muchos otros derechos.

La primera encarnación de las Jim Crow Laws fueron los “Black Codes”: códigos que instruían a los negros en dónde y por cuánto podían trabajar, tratando de mantener una forma de esclavitud encubierta. Mientras muchas comunidades negras migraban a las ciudades en busca de mejores condiciones de vida, la resistencia aumentaba y, de su mano, las reglas que segregaban y discriminaban a los negros: baños, restaurantes, parques, autobuses, bebederos de agua, colegios, hospitales, únicamente para negros, o para blancos. Los castigos por no cumplir estas leyes eran igualmente degradantes, desde linchamientos y brutalidad policial, hasta penas de cárcel totalmente desproporcionadas.

La resistencia de las comunidades negras a esta discriminación tampoco dio espera, y desde 1889 existen figuras históricas que se erigen en iconos de la resistencia negra, como Ida B. Wells, que se resistió a cambiar de tren. Fue removida a la fuerza y aunque ganó la demanda, ésta fue reversada más adelante. El verano de 1919, conocido como “verano rojo” por el número de protestas en contra de estas medidas, resultó en las autoridades - blancas - acusando a la comunidad negra de querer conspirar en contra de los Estados Unidos.

Tantos años de discriminación y maltrato con base en estas leyes lograron institucionalizar y sistematizar el racismo en los Estados Unidos, que se hizo estructural. Los negros tenían menos oportunidades de acceder a educación de calidad, menos oportunidades de movilidad social, menos oportunidades de trabajos dignos, menos oportunidades de vivir en barrios afluentes, y todo esto bendecido por ley. Asimismo, estas leyes comenzaron a moldear el subconsciente americano, donde los negros eran sencillamente inferiores.

Parece que las cosas comenzaron a cambiar con la llegada del movimiento por los derechos civiles de los años 1940 y 1950, con prominentes figuras como Martin Luther King Jr o Malcolm X. Además, demandas que llegaron hasta la Corte Suprema, como Brown v. Board of Education en 1954, donde el papá de una niña pedía que su hija pudiera acceder a la educación que prestaba el colegio para solo blancos, lograron que prácticas de segregación comenzaran a ser decretadas como inconstitucionales.

En 1964, el presidente Lyndon B. Johnson firmó el Decreto de Derechos Civiles, poniendo fin a la segregación. En 1965 y 1968, se firmó el Decreto de Derechos de los Votantes y el Decreto de Vivienda Justa, respectivamente, poniendo fin a otros modos de discriminación. O al menos esa era la intención, pero no fue así.

¿Qué consecuencias ha traído?

Un estudio del 2013 muestra cómo en los lugares donde hubo esclavitud, hay menor movilidad social.

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The New York Times

Igualmente, la discriminación para acceder a viviendas y suburbios todavía existe y de manera muy agresiva: los agentes de bienes raíces no le venden casas a familias negras en barrios predominantemente blancos, porque la familia negra en esa comunidad desvalorizaría la zona. Esta negación se traduce también en negación de oportunidades de educación de calidad y negación de acceso a servicios de salud.

Otro ejemplo es la tasa de mortalidad en partos de mujeres negras en comparación con mujeres blancas: las mujeres negras tienen 3 veces más probabilidades de morir que las mujeres blancas. Y esto no es solamente por la falta de acceso a servicios de salud dignos y de calidad, sino también por estereotipos racistas donde no se toma en serio el dolor de una mujer negra.

Y por último está el tema de la brutalidad policial y el sistema penal de los Estados Unidos. Michelle Alexander llama a este fenómeno The New Jim Crow - la nueva Jim Crow - haciendo alusión a la existencia de un sistema que discrimina a los negros únicamente por el color de su piel. Desde el comienzo de la Guerra contra las Drogas, puesta en marcha por el presidente Richard Nixon, la población carcelaria de los Estados Unidos pasó de 300.000 a más de 2 millones de personas, y la mayoría son personas negras. Es importante resaltar que, “Las tasas más altas de arresto y encarcelamiento para estas comunidades no reflejan el aumento de la prevalencia del uso de drogas, sino más bien el enfoque de las fuerzas del orden público en las áreas urbanas, las comunidades de bajos ingresos y las comunidades de color.” Por cada 100.000 residentes que son revisados por la policía en relación con drogas, 879 personas negras son arrestadas mientras solo 332 personas blancas son arrestadas. Y una vez arrestadas, las personas negras reciben sentencias más largas que las personas blancas por el mismo delito.

Además, ya vimos que por cada 30 personas negras que mata un policía, solo 12 blancas tienen el mismo destino. El sistema penal y policial de Estados Unidos está sesgado en contra de las comunidades negras.

¿Por qué ocurre todo esto? Porque, durante siglos, persistió un sistema donde los blancos recibían todos los privilegios por ley, y desmontar ese sistema requiere más que unas leyes establecidas hace 50 años. Requiere una revolución ética y cultural. Si tomamos como analogía una carrera de atletismo, una persona blanca lleva corriendo, casi que sin obstáculos, desde los 1800, mientras que una persona negra comenzó a correr en 1865 y con obstáculos, como las leyes Jim Crow o la desigualdad y la discriminación que hoy persisten. Nunca fue, ni será por ahora, una carrera en igualdad de condiciones.

Con todo esto en mente, las protestas que vemos hoy en los Estados Unidos, la ira, el tumbar estatuas que enaltecen al histórico opresor; todo está más que justificado. Y las personas blancas, de una vez por todas, deberíamos sentarnos a escuchar y comprender la experiencia y lo que tienen que decir las personas negras, para poder comenzar a enderezar con justicia la carrera que desde el principio ha estado dispuesta en su contra.

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