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Ser lideresa social amenazada en Colombia: un agujero negro

La historia de Ana Milena Villa Villa, lideresa social en Cartajena de Índias, nos ayuda a entender los asesinatos recientes desde una perspectiva de género que a menudo está siendo olvidada. English

Beverly Goldberg
14 septiembre 2018
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Foto: Ana Milena. Todos los derechos reservados.

Ana Milena Villa Villa se puso su ropa de deporte y salió de casa para caer en un agujero negro en donde lo que más le hacía sentirse viva, de repente, más le hizo temer la muerte. Es el agujero negro de ser amenazada, lo que convierte su lucha por la justicia social en peligro de muerte. 

Al llegar al gimnasio, tras haber cruzado las calles coloridas de su barrio, Nelson Mandela, en las afueras de Cartagena de Indias, en la costa del Caribe colombiano, se dio cuenta de que el hombre al que había visto en una moto hacía bien poco, la estaba siguiendo, y que estaba armado.

Ese hombre la estaba esperando para amenazarla de muerte cuando ella salió del edificio, y tampoco sería esa la última amenaza que recibiría. 

Ana Milena Villa Villa, cartagenera, delegada de la Junta de Acción Comunal del Sector Las Vegas en el barrio Nelson Mandela, fue amenazada de muerte porque utiliza cada palabra que tiene para luchar por una vida mejor para los habitantes de su barrio.

Fue amenazada porque su empatía con la gente la distingue de aquellos que tienen miedo de su capacidad para cambiar el mundo. Fue amenazada porque es una lideresa social. 

Fue amenazada porque su empatía con la gente la distingue de aquellos que tienen miedo de su capacidad para cambiar el mundo. Fue amenazada porque es una lideresa social. 

Lamentablemente, el asesinato sistemático de líderes [email protected] y sociales en Colombia no es un fenómeno nuevo. El crecimiento reciente y radical en las tasas de homicidios de líderes sociales se ha comparado varias veces con el genocidio de los años 80 y 90 contra la Unión Patriótica, el movimiento político de izquierdas constituido por  ex guerrilleros desarmados, que acabó con la vida de más de 3000 de sus militantes.

Este alarmante fenómeno ha resurgido con el asesinato de más de 311 líderes sociales colombianos desde enero de 2016 y el inicio oficial de las negociaciones de paz.

La campaña #NosEstánMatando en las redes sociales y la gran movilización popular en las calles de Colombia han impulsado un debate internacional sobre esta tragedia.

Sin embargo, hace falta una perspectiva de género para entender hasta qué punto esta crisis se ha manifestado en el contexto de la sociedad patriarcal en que vivimos, donde las lideresas tienen una desventaja clara ante el riesgo que corren de experimentar violencias.

La historia de Ana Milena Villa Villa amplía este debate, y nos ayuda a entender la situación desde una perspectiva de género que a menudo está siendo olvidada en la defensa por la vida de los líderes y no está lo presente que debería estar.

El punto de inflexión

El momento en que Ana Milena decidió convertirse en una lideresa social fue un punto de inflexión en su vida. Se dio cuenta de que la gestión de la Junta de Acción Comunal de Nelson Mandela no era el mejor instrumento para abordar las necesidades de su comunidad, un asentamiento que empezó a crecer dramáticamente a partir de 1994, cuando personas desplazadas por el conflicto empezaron a llegar desde regiones como Urabá, el sur de Bolívar y César. Hoy, se estima que alrededor de 19,995 personas residen en Nelson Mandela. 

“La mayoría de la población del territorio donde vivo es poblacioón desplazada. Cuando me di cuenta, me incliné por trabajar con niños, jóvenes y adolescentes en alto riesgo de drogadicción, prostitución, pandillismo, embarazos no deseados.”

Ana Milena cuenta cómo el hecho de ser ella misma víctima de violencia intrafamiliar, y su condición de mujer, la llevó a enfocarse en temas de género dentro de su comunidad. Su historia es la de quien logró convertir el dolor en una fuerza positiva de cambio para otras mujeres que atraviesan situaciones parecidas.

“Sentía la necesidad de trabajar por mi comunidad, por las mujeres, para empoderarlas, para que aprendieran a reconocer los diferentes tipos de violencia de género, cuáles son sus derechos, las leyes que las respaldaban”.

Ser una lideresa en el contexto de los asesinatos y las amenazas que viven actualmente los líderes sociales en Colombia representa una desventaja adicional, por ser mujer y por las violencias de género a las que normalmente están expuestas las mujeres. 

Aunque la mayoría de residentes de Nelson Mandela llegaron allí para escapar de la violencia de la guerra, la falta de presencia estatal creó un escenario donde bandas criminales pudieron prosperar.

Varios líderes sociales que denunciaban la situación precaria en que vivían fueron asesinados en las últimas décadas de forma totalmente impune, mientras el crimen organizado sigue siendo un problema sin resolverse. Y claro, en situaciones donde prevalece la violencia, las mujeres corren un alto riesgo de convertirse en blanco de dicha violencia. 

Para las mujeres, el riesgo es mayor

No se puede negar que el machismo es un problema universal, aunque sus manifestaciones varían bastante según el contexto cultural.

“En Colombia, el machismo es muy notorio en todos los escenarios, como los espacios educativos, laborales, políticos, en organizaciones como las juntas de acciones comunales etc. Las mujeres siempre tienden a ocupar espacios de menor jerarquía.”

En su Asociación de Juntas de Acciones Comunales ella está en el segundo escalón jerárquico, y en la Confederación no hay ni una sola mujer. “Hay mucha discriminación por el simple hecho de ser mujer”, reconoce.

Ser una lideresa en el contexto de los asesinatos y las amenazas que viven actualmente los líderes sociales en Colombia representa una desventaja adicional, por ser mujer y por las violencias de género a las que normalmente están expuestas las mujeres.

Vale destacar también que estas violencias de género prevalecen aún más en barrios como Nelson Mandela, donde la pobreza afecta a numerosos hogares y donde hay una falta de presencia estatal que las proteja de sus agresores.

“Por el hecho de ser mujer, hay mayor vulnerabilidad. Una mujer es más frágil, más temerosa, y más sensible, y en consecuencia va a ser presa más fácil de atrapar por el depredador.”

Tras ser amenazada de muerte, Ana Milena notó la diferencia entre su situación y la de sus compañeros varones, que también han sido amenazados de muerte.

Ahora no sale a la calle, ha dejado de trabajar y tuvo que cancelar sus estudios de fisioterapia, carrera que emprendió por su pasión por ayudar a la gente más vulnerable de su comunidad, que no tienen medios para desplazarse y recibir tratamientos en otro lugar.

Ha dejado todo lo que más quería porque se siente desprotegida y vulnerable. Mientras ella se queda encerrada en casa, muchos de sus compañeros “salen como si nada”.

Su condición de mujer, sus responsabilidades familiares y el hecho de ser madre significan que cualquier amenaza que reciba resulte diez veces más espeluznante. También ha recibido amenazas dirigidas a su familia, y naturalmente teme mucho por sus hijas.

Las mujeres somos sinónimos de paz, de amor, de lucha y de entrega. Por lo tanto, no hay espacio para que, a pesar de las amenazas, Ana Milena se rinda sin antes haberlo dado todo por su comunidad y su familia.

Reciben amenazas e intimidaciones a cargo personas desconocidas en motos con armas, a través de perfiles falsos en redes sociales y, quizás la más siniestra de intimidación, que es la que llega escondida en arreglos de flores mandados a su casa.

Como madre y cabeza de familia también teme las consecuencias de no poder salir de casa para trabajar. Su independencia económica, lo que proporciona a todas las mujeres la capacidad de vivir una vida digna y libre de coerción financiera, corre así grave peligro.

Pero el amor supera el miedo

Aunque el miedo no la abandona ni un solo minuto, no es suficiente para que renuncie al sueño de ayudar a su comunidad, y de empoderar a los residentes de Nelson Mandela, la mayoría agotados de tener que convivir con tanta violencia y desigualdad. Ella seguirá luchando para que una Colombia más justa y equitativa sea realidad algún día.

“Las ganas de ser útil, el amor por lo que haces, por lo que entregas, te motiva cada día a ser fuerte, a superar, a pensar que esto es pasajero, y que hay que estar dispuesta a ser un referente para otras”. A pesar de no sentirse segura para salir de casa, gracias a la ayuda y el apoyo de otros líderes sociales y compañeros suyos, continúa su lucha desde allí.

Las mujeres somos sinónimos de paz, de amor, de lucha y de entrega. Por lo tanto, no hay espacio para que, a pesar de las amenazas, Ana Milena se rinda sin antes haberlo dado todo por su comunidad y su familia.

Por más que las palabras se queden cortas para transmitir el tremendo coraje y la inmensidad de su corazón, ella intenta explicarnos que su lucha es una lucha que nada ni nadie nunca podrá detener.

 

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