
30 de junio de 2018, Nicaragua, Managua: una manifestante deposita flores para conmemorar a las víctimas de las protestas contra Daniel Ortega y su gobierno. Foto: Carlos Herrera / dpa / PA Images. Todos los derechos reservados.Con más de 350 muertes y muy graves violaciones de derechos humanos, que incluyen centenares de desaparecidos, Nicaragua vive el horror de un gobierno que, enquistado en el poder, reprime severamente una ola de protestas civiles hasta convertirlas en un enfrentamiento civil asimétrico entre fuerzas policiales, parapoliciales y grupos irregulares sandinistas de apoyo al gobierno, frente a grupos de estudiantes y manifestantes civiles que se protegen con medios artesanales.
Estamos frente a uno de los fines de semana más sangrientos desde que empezaron las protestas en abril pasado, el pasado viernes 13 un Paro Nacional fue reprimido a sangre y fuego. Esa misma noche unos 200 estudiantes, desalojados de la Universidad Nacional, fueron acorralados y asediados en una parroquia de Managua y 2 de ellos asesinados. La muerte de los estudiantes desencadenó aún más protestas y enfrentamientos sangrientos. La crisis continúa.
Aquí te contamos lo que debes saber para entender esta crisis:
La razón principal es la lucha del presidente Ortega por mantener el poder
Este viejo líder sandinista (72 años) lleva más de 21 años en el poder, repartidos en dos periodos (de 1979-1990; y de 2007 hasta la fecha). Se acusa a su partido político, el FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional), de cometer múltiples irregularidades electorales para alcanzar y mantenerse en el poder. El FSLN ganó las últimas elecciones de noviembre de 2016 con el 72,49% de los votos, que le sirvieron para continuar con su control absoluto de todos los poderes del Estado. Su reacción violenta e injustificable en los últimos meses ha subrayado cómo su gobierno se asemeja cada vez más a la dictadura del clan Somoza que él contribuyó a derrocar.
Rechazo popular y detonante de la crisis
Ahora, más del 70% de la población rechaza la tiranía que Ortega y su mujer Rosario Murillo -convertida en vicepresidenta en Enero de 2017- ejercen sin piedad sobre una población que lucha y ansia sacarlos del poder. El detonante de las protestas fue la proclamación de una ley de reforma de la seguridad social deficitaria, que actuó como chispazo para incendiar un terreno muy reseco por años de políticas restrictivas y autoritarias. Aunque Ortega retiró la reforma de inmediato, el país ya estaba en llamas.
Las violaciones de derechos humanos sistemáticas
En el último mes han sido asesinados 40 nicaragüenses, y desde que se iniciaron las protestas el 18 de abril la cifra asciende a 351, según datos independientes. Dolorosos relatos como la de una estudiante que señaló a BBC: "yo no me dejo agarrar viva, yo ya sé qué es las torturas que ellos aplican", dan cuenta de la terrible violación de derechos humanos para reprimir la protesta, una prácticas abominables que han dejado un baño de sangre que tiene en alerta máxima a instituciones locales, la iglesia católoica, ONGs como Amnistía Internacional y Human Rights Watch y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, ante la vulneración sistemática de derechos, con alarmantes cifras como 2.100 heridos y 329 desaparecidos o secuestrados, según la Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos.
Cifras alarmantes como 2.100 heridos y 329 desaparecidos dan cuenta de la terrible violación de derechos humanos para reprimir la protesta.
Los grupos paramilitares resurgen
Han resurgido los grupos armados sandinistas, memoria de la revolución de los años 70, conocidos como “grupos de choque” o “turbas”. Equipados con arsenal del Ejército nicaragüense como RPG 7, ametralladoras PKM y AK-47, y granadas, y a veces montados en potentes pick-ups recién estrenadas, estos grupos paramilitares suponen la mayor amenaza hacia la población civil, dado que recorren las calles vestidos de civil y tienen plena impunidad para usar sus armas de guerra para reprimir la protesta.
La oposición está en paro y movilización permanente
La oposición ha sido débil y ha estado muy dividida en los últimos años, pero el descontento social es enorme y la indignación ante la represión indiscriminada del régimen ha provocado la movilización ciudadana que ha logrado organizarse para salir a las calles y exigir unas elecciones cuanto antes. Esta crisis sociopolítica, que se gesta en un descontento que ha ido creciendo en los últimos 10 años, ha acabado por catalizar en una resistencia ciudadana que encuentra ilegítimo el gobierno de Ortega. La represión sangrienta ha sido uno de los motores para que se sumen a la movilización los empresarios y la poderosa iglesia católica nicaragüense con el objetivo de frenar la perpetuación del poder de la dupla Ortega/Murillo y buscar una salida que permita una transición pacífica y democrática hacia un nuevo gobierno.
¿Cuál es la salida?
Las distintas iniciativas de una salida negociada consistente en un adelanto de las elecciones presidenciales han encontrado muchas dificultades y lo que manda en Nicaragua es la represión y el miedo. Quizás el ejemplo del éxito de la represión sangrienta de la oposición venezolana por parte de Maduro el año pasado anime a Ortega a perseverar. Pero aunque es evidente que Ortega pretende mantenerse en el poder a toda costa por medio de la brutalidad y la sangre, puede que, habiendo llegado a este extremo, él esté más preocupado por salir impune de esta crisis que por cualquier otra cosa. La sombra del dictador Somoza le persigue, habiendo hecho de Ortega un tirano incluso más odiado y más longevo.
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