Pero no sólo Facebook se está convirtiendo en Meta. Desde Bumble hasta Nike, parece que todas las empresas están intentando entrar en la acción virtual. El metaverso ofrece un espacio natural para ampliar su negocio y los datos que pueden recopilar sobre las personas.
El metaverso es, pues, todo control. No se trata del control por sí mismo, sino de la continuación de un proceso perfeccionado a lo largo de los siglos mediante el cual el capital trata de moldear el trabajo de los trabajadores, y a los propios trabajadores. Es una lógica que busca que los trabajadores no guíen, sino que complementen las máquinas y sus funciones mecánicas. Los trabajadores siguen el ritmo de las máquinas en una cadena de montaje como lo hacen conduciendo un Uber: ejecutando los movimientos que los propietarios del capital codificaron en las máquinas.
El metaverso extiende ahora ese control sobre las personas, que ya no se presentan como prótesis de las máquinas, sino como un elemento constitutivo dentro de su matriz, colocando toda la existencia del trabajador dentro de la propia máquina. Este mundo de realidad virtual mediará todos nuestros sentidos. Ya no habrá ciclos naturales que ofrezcan un sentido compartido del tiempo. No habrá estaciones ni puestas de sol reales. Todo el entorno en el que se producen las interacciones humanas estará sometido a los ciclos y al ritmo de la máquina corporativa.
Tenemos que definir y construir colectivamente el futuro
Las empresas tecnológicas llevan décadas controlando la narrativa sobre el futuro. Sus líderes se han convertido en semidioses para justificar su enorme poder. El cofundador de Apple, Steve Jobs, se presentó como el visionario más grande que la vida de nuestro cerebro computarizado. El fundador y director general de Tesla, Elon Musk, argumenta que su enorme riqueza salvará el genoma humano mediante la colonización de otros planetas. Estas deberían ser decisiones colectivas, en cambio han acabado en manos de individuos que argumentan que "el futuro" empieza hoy. Sin embargo, este futuro está siendo constantemente desplazado, encarnado por la próxima tecnología, el próximo gran salto hacia -irónicamente- menos posibilidades de existencia lejos de la pantalla.
Ahora, con el metaverso, no hay salida.
El poder de las grandes tecnologías amenaza directamente nuestra capacidad de emancipación
Para crear e imaginar un futuro diferente, tenemos que pensar de nuevas maneras y rechazar el encierro de lo virtual. A diferencia del metaverso, esto tiene que ser un proceso colectivo.
Sin embargo, a medida que pasamos más tiempo en entornos digitales, el andamiaje social del que dependen nuestras interacciones es cada vez más opaco, gestionado y controlado por un par de empresas. Es fundamental que centremos nuestra atención en el poder de las grandes tecnologías, que amenaza directamente nuestra capacidad de emancipación. Una vez que consigamos reclamar un espacio para una conversación pública sobre el futuro que necesitamos, queremos y merecemos, podremos empezar a imaginar las tecnologías que podrían servir en él.
Tenemos que asegurarnos de que los espacios del futuro permitan el cambio, la agencia, la coproducción, la negociación, la cooperación y la resistencia. Este es sólo un paso hacia la creación de un futuro alternativo y, con suerte, mejor, más allá del metaverso.
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