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El auge de la narcomilicia neopentecostal en Brasil

Narcotraficantes, paramilitares y neopentecostales se han unido contra grupos rivales y contra las religiones afrobrasileñas en una coalición criminal.

Kristina Hinz
Kristina Hinz Aline Coutinho Doriam Borges Thiago Cury Andries
4 mayo 2021, 4.49pm
Soldiers in front of a football field
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Ricardo Funari//BrazilPhotos/Alamy Stock Photo

Se izaron banderas israelíes en los puntos más altos de la favela Cidade Alta, en la Zona Norte de Río de Janeiro, en Brasil. Se levantan barricadas para contener la entrada de policías y grupos rivales. En estas barricadas, el símbolo de la Estrella de David advierte a los transeúntes sobre el territorio al que están ingresando. En un búnker utilizado por narcotraficantes, las fuerzas policiales encontraron municiones para ametralladoras antiaéreas, chalecos antibalas y un lujoso ejemplar de la Torá, el libro sagrado del judaísmo.

A la sombra de la pandemia de Covid-19, grupos criminales tomaron el control de cinco barrios marginales en las periferias de Río de Janeiro y establecieron el autoproclamado Complejo de Israel. Rivales históricos en la disputa por el control territorial, narcotraficantes y paramilitares se han unido para impulsar sus negocios ilegales.

El Complejo Israel está dirigido por el narcotraficante Álvaro Rosa, conocido como Arão (Aarón en portugués), el hermano bíblico de Moisés, y ex policías vinculados al grupo paramilitar Oficina del Crimen, un notorio escuadrón de la muerte, declarado responsable de varios delitos, incluido el asesinato concejala Marielle Franco en 2018. Actualmente, el grupo ejerce el control sobre al menos 130.000 residentes.

Los habitantes de la región denuncian la pérdida de la libertad de circulación y religión, así como la destrucción de los terreros de Candomblé, lugares de culto de afrodescendientes brasileños. Los padres y madres de santo (oficiantes de Candomblé) fueron expulsados ​​del territorio. Además, a los residentes se les prohibió usar ropa blanca, el color asociado con los practicantes de las religiones afrobrasileñas.

El establecimiento del Complejo de Israel representa un fenómeno sin precedentes, incluso en un Río de Janeiro acostumbrado a todo tipo de actividad criminal: la unificación de facciones narcotraficantes, grupos paramilitares e iglesias neopentecostales, lanzando conjuntamente una "guerra santa" no solo contra grupos criminales rivales, sino también contra las religiones afrobrasileñas.

El narcotráfico y las religiones afrobrasileñas

Caracterizados por el abandono del Estado y la pobreza crónica, los grupos armados se han establecido en las favelas y periferias urbanas de Río desde la década de 1980, reclamando la mayor parte de sus ingresos a través del tráfico de drogas. Controlando más del 50% de las zonas más violentas de la ciudad en 2005, el Comando Vermelho ha representado durante mucho tiempo al grupo con mayor poder en el tráfico de drogas de Río de Janeiro.

La abundante presencia evangélica en los establecimientos penitenciarios ha tenido como resultado la conversión de narcotraficantes

Durante las décadas de 1980 y 1990, los traficantes se identificaron principalmente con religiones afrobrasileñas, como Umbanda y Candomblé, cuyos lugares de culto estaban ampliamente disponibles en sus territorios ocupados. Los traficantes frecuentemente expresaban su fe construyendo altares y grafitis dedicados a deidades afrobrasileñas.

Desde la década de los 80 se han realizado importantes operativos policiales en favelas ocupadas por grupos narcotraficantes. Dado el vínculo bien establecido entre el narcotráfico y la religiosidad afrobrasileña, muchas de estas operaciones policiales fueron acompañadas de conversión simbólica, reemplazando símbolos religiosos afrobrasileños y lugares de culto por expresiones de fe cristiano-evangélica. Las iglesias evangélicas han expandido significativamente su influencia desde finales de la década de 1990, formando una red religiosa que promueve una "guerra contra el mal", anclada principalmente en las periferias. Solo entre 2000 y 2010, el número de evangélicos aumentó en más del 60% en el país.

El surgimiento del narcopentecostalismo

Desde la década de 1980, las iglesias evangélicas han expandido sus actividades misioneras a las cárceles y otros establecimientos penitenciarios. Actualmente, el número de presos convertidos al neopentecostalismo en las cárceles brasileñas es significativo.

Las cárceles siempre han sido un espacio clave para la formación de organizaciones criminales. De hecho, todas las principales facciones del narcotráfico, como el Comando Vermelho, Terceiro Comando y el Primeiro Comando da Capital, se fundaron en las cárceles.

En ocasiones, la abundante presencia evangélica en los establecimientos penitenciarios ha tenido como resultado la conversión de narcotraficantes. Este fue especialmente el caso de Terceiro Comando Puro, el principal rival del Comando Vermelho. Mientras cumplían condenas en las cárceles estatales, varios líderes se convirtieron a la religión neopentecostal.

Poco después, se fundó el primer grupo narcopentecostal conocido como una subfacción del Terceiro Comando Puro: el Bonde de Jesus. Además de controlar el tráfico en el barrio Parque Paulista en el estado de Río de Janeiro, el Bonde de Jesus atacó y depredó varios templos de Candomblé y Umbanda, expulsando a los sacerdotes de sus territorios. Desde entonces, la persecución no solo de las religiones afrobrasileñas, sino también de los sacerdotes católicos, se ha reportado en varias favelas dominadas por el Terceiro Comando Puro.

El auge de las milicias y las nuevas alianzas

Otra fuerza importante en el equilibrio de poder en Río de Janeiro son las llamadas "milicias". Desde la dictadura militar, los escuadrones de la muerte formados por fuerzas paramilitares y parapoliciales han tomado el control de barrios enteros.

A menudo comparada con la mafia italiana, la milicia obtiene sus principales ingresos de la “gestión de la violencia” en los territorios bajo su control, lo que obliga a la población local a pagar tarifas de protección para sus hogares o negocios. En algunos barrios, los milicianos también controlan otras ramas de la infraestructura, como la distribución de gas, la televisión por cable y el transporte alternativo.

En 2020, al menos el 57% de Río de Janeiro estaba dominada por grupos milicianos, poniendo a 5,7 millones de habitantes de la ciudad a merced de paramilitares

Entendiendo a la milicia como un aliado estratégico en la lucha contra el narcotráfico, varios representantes del Estado apoyaron abiertamente a estos grupos paramilitares. El actual alcalde de Río, Eduardo Paes, por ejemplo, ha declarado que las "fuerzas de autodefensa" formadas por policías y bomberos frenaban a los narcotraficantes y traían la paz a ciertos barrios. También es común en las filas policiales percibir a la milicia como una extensión de sus propias corporaciones, ya que están integradas en gran parte por ex policías y soldados del ejército.

Contrariamente a esta reputación, se expusieron asociaciones entre grupos de milicianos y traficantes vinculados al Terceiro Comando Puro. Para fortalecer su posición en relación con su enemigo común, Comando Vermelho, los grupos criminales lanzaron una nueva joint venture: en los territorios recién conquistados, el Terceiro Comando Puro es responsable del narcotráfico, mientras que la milicia sigue administrando y cobrando por TV por cable y gas.

Las iglesias evangélicas, por su parte, no solo ofrecen la justificación ideológica para la guerra contra el demoníaco Comando Vermelho, sino que también han sido utilizadas para el lavado de dinero. Dado que las iglesias están exentas de pagar impuestos, los fondos ilegales se canalizan fácilmente a través de ellas, lo que hace imposible rastrear la fuente de ese dinero.

La narcomilicia neopentecostal

A pesar del peligroso enfoque, la triple alianza entre los traficantes en el Terceiro Comando Puro, la milicia y las iglesias evangélicas parece funcionar bien. En enero de este año, el Complejo Israel expandió su territorio a otros barrios de Río de Janeiro, por invitación de los propios traficantes locales. La Policía Civil de Río también investiga un supuesto acercamiento con delincuentes de otras regiones.

También fuera del Complejo de Israel, el poder de esta joint venture está aumentando: El Terceiro Comando Puro ha logrado expandir significativamente su territorio, conquistando importantes baluartes del Comando Vermelho en la ciudad.

El mayor ganador de esta nueva alianza es quizás la milicia: el año pasado, al menos el 57% del área de la ciudad de Río de Janeiro estaba dominada por grupos milicianos, poniendo a 5,7 millones de habitantes de la ciudad a merced de organizaciones paramilitares. Las autoridades no son inocentes en este desarrollo. Los territorios controlados por las milicias rara vez son el objetivo de operaciones policiales: desde 2018, solo el 3% de las operaciones militares y policiales se han iniciado en territorios ocupados por la milicia.

A pesar de algunos arrestos ocasionales, estas organizaciones criminales profesionales y altamente rentables no pueden ser confrontadas seriamente sin atender a sus estructuras políticas y fuentes de financiamiento. Esto incluye revisar la estructura del transporte público y la distribución de gas y televisión por cable, las principales fuentes de ingresos de las milicias, así como la legislación vigente sobre drogas y impuestos para las iglesias, que a menudo se utiliza para el lavado de dinero.

Si bien esto puede parecer una discusión difícil, el precio que paga actualmente la población de Río, secuestrada por la narcomilicia neopentecostal es mucho mayor: además del terror propagado por los grupos armados, está la pérdida de la libertad religiosa y la persecución de las religiones afrobrasileñas y sus practicantes.

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