Berta sentía que el comienzo de los años 90 permitió el resurgimiento de organizaciones indígenas y negras en Centroamérica, resultado de distintos procesos de paz y desmilitarización. Se concentraba en hacer énfasis en la palabra “resurgimiento”, pues con firmeza afirmaba que siempre estuvieron allí. En diferentes entrevistas dejó en claro su punto de vista: “el proyecto transnacionalización cada vez es más agresivo contra los pueblos indígenas, negros y contra quienes luchamos para defender esos derechos territoriales, culturales, espirituales y, bueno, derechos económicos y políticos.” Junto con el COPINH y otras lideresas, Berta Cáceres se oponía a ser una mera colonia de la que extraer oro, plata, petróleo, madera; todo a costa del medio ambiente y los derechos de su comunidad.
En este contexto, y cuando en 2006 miembros de su organización le advirtieron sobre la presencia de maquinaria de construcción cerca del río sagrado Gualcarque, Berta no dudó en actuar con todas sus fuerzas para hacer frente a esta nueva infraestructura. Se trataba de la represa Agua Zarca, un proyecto de la empresa hondureña DESA que se iba a llevar a cabo en territorio Lenca, sin una consulta previa a la comunidad y sin tener en cuenta los devastadores efectos que podía tener, no solo en el medio ambiente, sino también en la vida de la comunidad.
Desde que Berta se opuso al proyecto, DESA le montó una cacería. Según Guiape, un grupo de expertos independientes que está investigando el asesinato de Cáceres, “DESA desarrolló en torno a Berta Isabel Cáceres Flores un sistema de vigilancia y seguimiento sustentado, fundamentalmente, en informantes, a quienes proveía recursos logísticos y pagaba para que les proveyera de información sobre las actividades personales y públicas de esa lideresa y personas integrantes de COPINH.”
Esta cacería, y la férrea determinación de Berta por no dejarse intimidar, fue lo que concluyó en su asesinato en La Esperanza, Honduras, la mañana del 3 de marzo de 2016. Con este hecho brutal, intentaron silenciar una voz, aunque inútilmente, porque aún resuena en su legado.
A la fecha, más de 7 personas han sido condenadas por el asesinato de Berta Cáceres, muchos de ellos funcionarios del gobierno de Honduras y de DESA. Sin embargo, el que podría ser el autor intelectual aún está libre, a la espera de una condena que, llamativamente, se ha demorado mucho más de lo usual. Este presunto autor intelectual es, nada más y nada menos, el director ejecutivo de DESA. La familia de Berta y el COPINH no descansará hasta que haya justicia, sin importar las amenazas que siguen produciéndose impunemente.
¿Cuál es la situación en Honduras?
Según Frontline Defenders, Honduras fue el segundo país en América Latina y tercero en el mundo, con mayor número de asesinatos a líderes sociales y/o medioambientales en el 2019.
Con 31 casos, está por encima de países como Brasil, Venezuela, Perú, México, Haití y Ecuador; resaltando así la persistencia de una fuerte problemática medioambiental que se resuelve a tiros ante la pasividad de las autoridades gubernamentales.
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