democraciaAbierta: Opinion

Lo bueno, lo malo y lo feo de la insurrección en el Capitolio de EE.UU.

Las escenas de la insurrección en el Capitolio de Estados Unidos el pasado miércoles 6 de enero, pasarán a la historia como el momento donde la democracia más antigua y “excepcional” del mundo se tambaleó.

Daniela Sánchez
8 enero 2021, 6.08pm
6 de enero de 2021; Washington, DC, Estados Unidos; Una persona sostiene una soga que se exhibe frente al edificio del Capitolio de los Estados Unidos el 6 de enero de 2021.
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Trevor Hughes-USA TODAY/Sipa USA/PA Images

Todos y todas estamos ya familiarizados con las imágenes del momento cuando seguidores del presidente Donald Trump irrumpen violentamente y se toman la casa de la democracia de Estados Unidos: el Capitolio, durante el debate previo a la ratificación de la victoria de Joe Biden. Por unas dos horas, el mundo entero se asombra al ver cómo el país que se enorgullece de su democracia, la ve desmoronarse en vivo y en directo. Aunque las instituciones soportaron el golpe y el “orden” se restituyó en la noche, esas escenas nos dejan mucho que analizar y comprender.

Lo bueno

Poco se habla de lo bueno que ocurrió justo antes de que estallara esa inconcebible insurrección.

Pero antes de que el caos ocurriera, dos senadores Demócratas ganaron en la segunda vuelta electoral del estado de Georgia, culminando el ciclo electoral del 3 de noviembre. Su victoria no solo representó la confirmación del control del legislativo por parte del partido Demócrata, sino también un hito histórico: el reverendo Raphael Warnock ganó para convertirse en el primer Senador negro del estado sureño de Georgia. Además, Jon Ossoff, otro miembro de una minoría, en este caso la judía, y joven periodista de investigación, le acompañará a Washington.

Esta victoria es fundamental para la presidencia de Joe Biden, pues asegura un legislativo dominado, en su mayoría, por su partido, lo que permitirá un paso de legislación menos engorroso por un Congreso cada vez más polarizado y atascado. Aunque la administración de Biden no será inmune al infame filibusterismo del Senado en EE.UU., el antecedente de la primera administración de Barack Obama (2008-2012), donde el presidente también contó con mayorías de su partido Demócrata en el Congreso, muestra el alcance que tendrá Biden; fue durante este periodo que Obama pudo pasar legislación como el Affordable Care Act y el paquete de rescate a la economía.

Además, esta victoria es histórica: desde 1984, Georgia había sido un estado rojo (excepto en las elecciones de 1992). Esto suma 8 ciclos electorales donde Georgia votó por candidatos Republicanos. En este ciclo electoral del 2020, Georgia se volvió azul por un pequeño margen, aunque suficiente para llevar a dos demócratas, Warnock y Ossof, a ganar su escaño para el Senado. Claro que esta victoria llevaba años cocinándose, con fuerzas como la de Stacey Abrams, una activista, ex-representante de la Cámara, que lleva construyendo una plataforma para votantes negros y de minorías demócratas en el estado desde hace años.

Lo malo

Como comenta el Director de democraciaAbierta en un artículo, lo ocurrido en el Capitolio es una fuerte llamada de alarma sobre los peligros del populismo de extrema derecha, en alza en el mundo entero. Siguiendo el bien conocido guión del “ellos contra nosotros”, de identificar al grupo enemigo, el presidente mismo incitó a sus seguidores, ciegos durante estos cuatro años de mandato, a la violencia, a la intolerancia, al autoritarismo, al fascismo, a la misoginia, al racismo; al odio. Y todo esto culminó en la insurrección del miércoles pasado.

La democracia que se vanagloriaba de ser excepcional, cayó en manos de su propia pesadilla. No importa tanto si hubo un golpe o no, si hubo un autogolpe o no, aunque es gravísimo. Lo que importa es denunciar las fuerzas que permiten debilitar tanto una democracia: la desacreditación del pilar de la democracia que son las elecciones; la concentración de poder en manos de una persona con rasgos inhabilitantes como el narcisismo patológico y la intolerancia, lo que debilita los pesos y contrapesos inherentes a la democracia; el enmarcar a la oposición como enemiga y como falsa (fake); o la acusación sistemática a la prensa como enemiga del pueblo. Todos estos son ingredientes tóxicos que alimentaron el desastre al que asistimos, y todos fueron suscitados y liderados por el presidente de los Estados Unidos. De nada sirve un ya te lo dije. Es más bien una lección de qué no hacer en un futuro, de lo que hay que evitar en las demás democracias.

Lo ocurrido en el Capitolio de EE.UU. es una llamada de atención más sobre la fragilidad de las democracias y sobre el trabajo que conlleva mantenerlas de pie

Lo feo

Desafortunadamente, la insurrección de la que fuimos testigos sacó a la luz, sin tapujos, entre otras cosas horribles y denigrantes, las discriminaciones que sufren diferentes minorías, pero en especial las personas negras, en los Estados Unidos. Los contrastes han inundado las redes sociales: el despliegue policial para proteger el Capitolio era incomprensiblemente débil; el manejo que la Policía dio a los insurgentes - en su mayoría hombres blancos - pone en evidencia el racismo sistémico de las fuerzas policiales, sobre todo cuando se compara con el trato que recibieron los protestantes del movimiento Black Lives Matter durante las protestas del año pasado.

No hay todavía un solo insurgente que haya sido procesado por la justicia, ni hubo una sola persona retirada esposada de las dependencias del Capitolio. Los protestantes de Black Lives Matter estuvieron lejos de correr con esa suerte, pues se topaban con policías antidisturbios en sus marchas, con gases lacrimógenos, un trato denigrante y cientos de detenidos.

Las renuncias en la administración y las denuncias de congresistas Republicanos no son ni serán suficientes. Fueron cómplices del abuso de poder y de este racismo por 4 años, exacerbando una discriminación que existe todos los días para las personas negras de Estados Unidos y que viene ocurriendo hace siglos en la sociedad estadounidense, con su policía al frente.

Al final, lo ocurrido en el Capitolio de EE.UU. es una llamada de atención más sobre la fragilidad de las democracias y sobre el trabajo que conlleva mantenerlas de pie; un trabajo que nunca debe darse por sentado. Hacerle frente a fuerzas populistas, tanto de extrema derecha como de extrema izquierda, en alza en el mundo entero, es un primer paso. Lo importante siempre será mantener la vigilancia activa sobre la calidad de la democracia en nuestros sistemas políticos y de quienes los lideran, teniendo en cuenta que nuestro voto es, en democracia, nuestra herramienta más poderosa para defenderla.

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