Es un caminar, un proceso, pero mancomunada con gente que cree en ti, de otras sobrevivientes, la fuerza es más grande cuando tú te puedes aliar con otras que han sufrido el trauma, y juntas poder salir adelante. Es una fuerza que te ayuda a ver que todo tiene un sentido y que tú puedes transformar la realidad para llevar sanidad a otros.
Lo dijo al pasar, la segunda aclaración tiene que ver con eso. Pese a todo lo bueno que hizo y que hace, ¿quedan entonces heridas de lo sucedido? ¿Cuáles?
Por ejemplo, todavía tengo pesadillas que me despiertan en la noche. Eso ocurre cuando uno menos lo piensa. O el miedo que cargamos con la gente. ¿Será que la persona que está delante mío me va a lastimar? O caminar en las calles y siempre mirar hacia atrás ¿Alguien va a venir? Son miedos que uno soporta todo el tiempo en el proceso de decidir confiar o no confiar en otra persona. O, por ejemplo, con mis hijos. El pánico que alguien los vaya a lastimar. Siempre pensando en lo peor.
La forma en que ves el mundo nunca volverá a ser como lo veías antes. Eso afecta en situaciones laborales, de relaciones, de maternidad, sin olvidar la parte fisiológica. Yo soy neuropsicóloga y he estudiado el impacto del trauma en el cerebro que daña el sistema inmunológico de víctimas de violencia sexual. Así, una persona tiende a enfermarse más, a ser más propensa a desarrollar asma, cánceres, diferentes males. Es cierto, hay muchas situaciones médicas que yo sé que son a raíz de que mi cuerpo no tiene las defensas que debería porque ha sido afectada la parte del cerebro que apoya al sistema inmunológico.
Bolivia. Se registraron 1119 denuncias de violencia sexuales contra niñas, niños y adolescentes en los primeros ocho meses del año 2021. Y otras encuestas aseguran que la violencia sexual en contra de niños y adolescentes aumentó en un 51% en el último tiempo. Es difícil ignorar la gravedad de la situación y seguramente la lista de lo que se necesita es muy larga. Conformémonos aquí con las medidas esenciales que, según usted, deberían tomarse.
Creo que uno de los primeros pasos es la certificación de personal. No cualquier persona puede manejar estos casos. Un cursillo de dos horas no va a ayudar, tiene que ser una certificación por una institución especializada en lo que es violencia sexual. Así que policías, fiscales y jueces que manejen casos de violencia sexual tienen que especializarse. Otra de las grandes cosas es que tiene que haber protocolos. La gente no puede tratar el tema como le dé la gana. Si se concreta este propósito, cualquier persona que rompa esos protocolos puede ser judicializada. Eso va a asegurar que todos los niños tengan un estándar máximo de calidad en el proceso de búsqueda de justicia.
Creo que esas dos cosas son muy importantes. Y después, implementar cambios a través de reformas judiciales, como dice la Corte Interamericana.
No exageran los medios ni las activistas cuando aseguran que su caso es histórico. Primero, porque es la primera vez que la Corte condena a un Estado por abuso sexual a una menor. Segundo, porque usted le da voz y presencia a esas miles de voces y rostros abusados que permanecen en el anonimato, en la sombra. ¿Qué les dice a esas niñas abusadas que no se atreven a denunciar o que si lo hacen saben que van a ir descubriendo que la brisa de la esperanza demora tanto y tanto en llegar?
Es importante que sepan que romper el silencio es muy doloroso, pero no hacerlo es aún más doloroso porque te va carcomiendo poco a poco. Animo a todas las niñas, mamás, mujeres que han sufrido violencia sexual o que conocen a alguien que ha sufrido violencia sexual, que rompan el silencio y van a encontrar en el proceso a gente que las acompañen.
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