Cerca de la frontera con Guatemala, a dos horas en automóvil desde la capital de El Salvador, se encuentra una costa tropical de bosques de manglares donde prosperan cocodrilos, corales y pesquerías. La Barra De Santiago es un hábitat para numerosas especies amenazadas y en peligro de extinción, incluidas cuatro especies de tortugas marinas: la tortuga carey, la tortuga golfina, la tortuga laúd y la tortuga verde, y la cotorra de nuca amarilla, que se encuentra gravemente amenazada debido a su valor comercial en el comercio de mascotas.
Los manglares funcionan como barrera contra las tormentas tropicales, y previenen el aumento del nivel del mar causado por el cambio climático en El Salvador, un país que está en alto riesgo de desastres naturales. A pesar del daño que el huracán Julia causó en todo el país en 2022, las fuertes lluvias alrededor del bosque de manglares de Barra de Santiago solo provocaron inundaciones limitadas.
Pero desde hace 30 años, la urbanización y la ganadería sin restricciones, la expansión de la industria de la caña de azúcar y la creciente demanda de madera, han provocado deforestación y alteraciones en la hidrología de la zona. Aunque está designado como sitio Ramsar, un humedal cuya conservación y uso sostenible se rigen por un tratado internacional, el bosque de manglares se ha reducido en un 50% según estimaciones de 2018.
Desde 2012, varias organizaciones locales de mujeres y pescadores, algunas con apoyo internacional, han comenzado a restaurar el ecosistema de manglares, creando nuevos medios de vida para los residentes, como la cría de cangrejos, mientras protegen la biodiversidad del área.
Los resultados han sido limitados hasta ahora, pero el éxito de las organizaciones locales proporciona un modelo de cómo este tipo de ecosistema puede restaurarse a nivel mundial.
Los manglares son importantes sumideros de carbono, ya que pueden secuestrar cuatro veces más carbono que las selvas tropicales. Por lo tanto, existe un gran interés en su uso como una forma de mitigar el calentamiento global. Pero algunas políticas gubernamentales en El Salvador, particularmente en el desarrollo de agronegocios, no están alineadas con los esfuerzos de conservación y representan una amenaza para la continuación de este trabajo.
Los beneficios socioeconómicos de la restauración de manglares
La degradación de este bosque de manglar comenzó con el huracán Fifi en 1974, que arrasó con gran parte del ecosistema y la calle principal de la localidad de Barra de Santiago. Las fuertes lluvias en las áreas deforestadas en la parte alta de la cuenca del río Paz provocaron que los ríos se desbordaran río abajo. A pesar del dragado de los canales del manglar, no pudo absorber toda el agua y se inundó.
La Asociación de Mujeres de Desarrollo Comunitario de Barra de Santiago (AMBAS) y otras ONG locales se propusieron sensibilizar a las comunidades sobre la importancia del ecosistema de manglares en el estuario del río Paz en 2004. Se arremangaron, se pusieron botas de goma e hicieron su camino alrededor del pantano para dragar nuevos canales de agua y así mejorar la hidrología del sitio, plantando plántulas de manglares en el lodo fértil. Su meta es restaurar 42 hectáreas de bosque para 2024.
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