
La nueva Constitución chilena, en manos de independientes
Los resultados de las elecciones constituyentes dejaron un resultado inédito, lleno de incógnitas, pero que convierte a Chile en un laboratorio mundial de democracia

Chile se encamina a elecciones presidenciales el 21 de noviembre, en un clima marcado por un severo rebrote de la pandemia. Paralelamente se desarrollan los preparativos para el inicio de los trabajos de la Convención Constituyente, encargada de redactar una nueva constitución para el país a partir de julio.
Sobre la realidad nacional gravitan los resultados de las elecciones del 15 y 16 de mayo, para la constituyente, con una gran abstención y la mezquindad del Congreso de no autorizar el voto a los chilenos residentes en el exterior.
José Zepeda: Si las elecciones del 15 y 16 de mayo para elegir una Convención Constitucional en Chile son consideradas por todos un evento histórico, ¿por qué votó menos de la mitad de los ciudadanos, el 43,3%?
Alfredo Yoignat: El resultado es legítimo y valioso. Pero hay que interrogarse por qué la votación bajó en siete puntos y en un millón de electores respecto de la participación en el plebiscito del 25 de octubre del 2020.
A pesar de la relevancia de la elección para constituyentes, teníamos cuatro votaciones distintas el mismo día. La constituyente era esencial, porque marcará nuestras vidas, las de mis hijos y de mis nietos por los próximos 30 o 40 años. A pesar de eso, hubo una alta abstención. Es probable que este abstencionismo tenga raíces contingentes. ¿Qué quiero decir con esto? Existe cierto abstencionismo en Chile que se explica por razones prácticas, del tipo de lejanía del local de votación respecto al domicilio, o porque la persona no tiene con quién dejar cuidando a los hijos.
La segunda razón tiene que ver con la complicidad de las cuatro votaciones de los días 15 y 16 de mayo. Dos eran complejas. Fueron verdaderas sábanas las papeletas para las elecciones constituyentes y concejales. Hubo más de 16.000 candidatos en cuatro niveles de elección, lo cual es algo gigantesco. Celebro eso porque es una expresión de pluralismo y diversidad, pero al mismo tiempo acarrea una serie de inconvenientes para electores que no están altamente informados o interesados por los asuntos políticos locales, lo que desalienta el voto.
Eso sí, a pesar la baja tasa de participación, tengo la impresión de que el voto a la Constituyente es un voto informado. Realmente la gente se dio el trabajo de comprender lo que se jugaba, de buscar quiénes eran los candidatos y de elegir, aunque es evidente que también se optó por la vía de la repulsa. Mucha gente votó contra los candidatos de partidos.
Al mismo tiempo, en la votación para concejales el 91% fue un voto a candidatos de partidos.
Los partidos en Chile no interpretan hoy los anhelos de la gente. ¿No cree usted que no es solo la crisis de representatividad, que se vive a escala mundial, sino que en Chile todavía se pagan los platos rotos de la dictadura, que implantó una severa despolitización y un agudo individualismo?
Totalmente de acuerdo. Creo, en primer lugar, que hay dos fenómenos convergentes. Por un lado, es un fenómeno mundial, salvo en los países que tienen voto obligatorio, con sanciones o con fuertes incentivos para votar. Pero solo son un puñado de países. El voto obligatorio no es una práctica excéntrica, pero sí minoritaria. Lo esencial del sistema de votación en el mundo, por ejemplo en Europa, es voluntaria. Bélgica tiene voto obligatorio, pero el resto, España, Alemania, Francia, el Reino Unido, que son los países centrales, todos son con voto voluntario. A escala mundial hoy se vota mucho menos que hace 20 o 25 años.
Pero al mismo tiempo en Chile hay una dimensión especial. Se están pagando los platos rotos de una forma de despolitización que se traspasó entre generaciones. La dictadura terminó en 1990. Estamos, desde hace 30 años, en democracia. Por lo tanto, ya hay más de una generación despolitizada.
Al mismo tiempo es una realidad ambigua.
Que la derecha se haya desplomado en las elecciones del 15 y 16 de mayo, dice mucho. Pero se desplomó para la elección de la Constituyente, no así para la elección de concejales., donde obtuvo el 38%
En el plebiscito pasado (27 de octubre del 2020) votaron por primera vez un millón 270 mil personas. Eso, además de enorme, es revolucionario. Es un voto impredecible del que no sabemos nada. Entonces, hay despolitización, pero al mismo tiempo hay una politización incipiente. Si un millón 270 mil personas votaron por primera vez en el plebiscito, mis hijos, por ejemplo, es porque algo les está pasando en la cabeza. Y es efecto del estallido social, de la pandemia, también de la constatación de las enormes desigualdades sociales reveladas por la pandemia, que existían de antes y que hoy día se hicieron evidentes.
Están pasando muchas cosas y que la derecha se haya desplomado en las elecciones del 15 y 16 de mayo, dice mucho. Se desplomó para la elección de la Constituyente, no así para la elección de concejales. Ojo, ahí la derecha sacó 38 por ciento los votos. Uno lo pasa por alto, es por eso por lo que se está sobre interpretando el resultado. Cuando se dice que la derecha desapareció de Chile, es una ilusión. No es verdad. Lo que pasa es que la derecha fue horriblemente castigada, incluso con saña, en la elección constituyente y en la elección de gobernadores.
Producto de la pandemia, los efectos de las restricciones de la movilidad y la incertidumbre han sido compensados parcialmente por una de las respuestas políticas más vigorosas de la región. Sé que me adentro en el campo de la absoluta especulación, pero, un gobierno de signo distinto a éste ¿lo habría hecho mejor?
Yo tengo a la vista puesta en el desastre de la pandemia en Argentina y en su presidente de izquierda. Por lo tanto, no tengo ninguna garantía de que un gobierno de izquierda o de centro izquierda lo habría hecho mejor en el control de la pandemia. Fue patético cómo, el año pasado, más o menos en esta misma fecha, el presidente de Argentina, Alberto Fernández, en una reunión con los líderes de todas las izquierdas chilenas dictó cátedra sobre cómo había que manejar la pandemia. Y mira, en lo que estamos en Argentina, un desastre.
Distinto es mi punto de vista en materia de ayudas. No tengo ninguna duda, que la oposición, de haber sido gobierno, en materia de rescate económico lo hubiese hecho infinitamente mejor. Basta ver el paquete de recuperación económica y de rescate que está implementando Biden, que es un presidente moderado. Es un paquete de rescate más grande que el de Roosevelt o el del Plan Marshall.
¿De qué estamos hablando? Algo parecido hemos visto en Europa, con variaciones, dependiendo los países. Es verdad. Pero los países gobernados por presidentes de centro derecha no han dudado en endeudarse. No lo hacen porque quieren, es que no tienen alternativa. Y eso es lo que el gobierno chileno no entendió nunca. La oposición le entregó un paquete de mínimos comunes consensuado. Efectivamente, muy caro, pero no hay alternativa. ¿Qué? Vamos a empezar a ahorrar cuando literalmente hay sectores de la población que no tienen qué comer.
Se dan todas las condiciones objetivas para que los constituyentes redacten una nueva Constitución que responda a las necesidades de dignidad que reclama el pueblo de Chile. No hay veto posible de la derecha ni presencia mayoritaria de los partidos políticos cuestionados por la ciudadanía. Es decir, uno podría emplear con propiedad la palabra entusiasmo, ¿o es un entusiasmo que olvida algunas variantes?
A mí me tiene muy entusiasmado, aún cuando me inquieta que el optimismo pueda conducir a algunos convencionales a hacer de la Constitución una especie de gran lista de supermercado, a intentar meter de todo. Sería un error garrafal y además antipolítico. Me interesa que se constituyan los derechos sociales universales y exigibles. ¿Cuáles son los tres derechos sociales universales que quiero que estén constitucionalizados? El derecho a la educación, el derecho a la salud y el derecho a las pensiones. Son los tres derechos constitutivos de la socialdemocracia clásica.
Si hay fuerza al interior de la Comisión Constituyente para incorporar como derecho social el derecho a una vida sana, a un medio ambiente sano, vayamos por eso, pero ya no son derechos sociales, son derechos de otro tipo. Agreguemos, además, fenómenos de paridad, de pueblos originarios. Todo esto me lo compro, pero en materia de derechos sociales me quedo con tres.
Todo el resto tiene que ir a la política normal. Porque intentar constitucionalizarlo todo es como un intento de congelar la historia en un texto: además de iluso, es ingenuo y peligroso, porque necesitamos una política activa. Esa es la razón por la cual soy partidario de una constitución mínima o minimalista.
Como Erasmo…
Así es. Hay que darle mucho espacio a la política para que se puedan debatir los grandes temas. No solo de hoy, los grandes temas del mañana, que ni siquiera los podemos imaginar. Desde ese punto de vista, mi sensación es entusiasta por lo que se viene.
La inquietud es que un maximalismo programático o ideológico pueda terminar arruinando un excelente ejercicio. Creo que no será así. He revisado a quienes resultaron electos y especialmente los de la Lista del Pueblo. Y me he encontrado con gratas sorpresas. He visto sobre todo a tres mujeres muy interesantes. Es el caso de Adriana Ampuero, distrito 26, que exige un diálogo social en la convención. Un diálogo de verdad, sin ofensas, sin buscar aplastar al otro. Es lo correcto. A mí me pareció, por ejemplo, pésima la actitud altanera, autoritaria, con la que llegó Daniel Stingo del Frente Amplio. Primera mayoría será, pero eso no le da derecho a ser ofensivo y autoritario. Es un pésimo camino. De hecho, ha sido castigado en redes sociales. Ojalá haya sido un exabrupto producto del entusiasmo inicial.
Otros dicen: nos han basureado durante 40 años. Es cierto. Pero eso no nos da derecho a ser iguales a ellos. Tenemos que mostrar una diferencia moral, una actitud distinta para que de ella surja una comunidad política con un texto constitucional superior.
Hay una serie de demandas que antes estaban olvidadas. La de los pueblos originarios de Chile, son reclamos centenarios. Sin embargo, la violencia policial y el extremismo delincuencial parecen envenenar y distorsionar el debate. A este paso el tema corre el riesgo de pasar a considerarse un problema meramente de seguridad nacional.
Es una verdadera tragedia la que vivimos especialmente con los mapuches. No con todos los pueblos originarios. Chile tiene diez pueblos originarios. Aquí hubo una decepción. Votó muy poca gente del padrón de los pueblos. Doscientas y tantas mil personas sobre un universo de un millón ciento y tantos mil. 22% de participación.
¿Bastará la nueva Constitución para resolver la tragedia mapuche? Creo que no.
Al mismo tiempo, usted tiene razón. La violencia de características armadas, no me gusta la palabra terrorista porque es un discurso demasiado de derecha. Por lo tanto no voy a usar esa expresión. La violencia de características armadas que está teniendo lugar en La Araucanía es una violencia criminal. Un carabinero acaba de ser asesinado y eso es inadmisible.
Pero al mismo tiempo el gobierno de Chile ha militarizado la zona. Seamos francos, no sólo lo hizo el presidente Piñera, también ocurrió bajo el gobierno de la presidenta Bachelet.
El problema es que no sabemos realmente cómo resolver esta tragedia. Tenemos un recurso que utilizar en la futura constitución, y creo que va a ocurrir porque veo mucho margen: vamos a tener que alterar la forma del Estado chileno, para pasar de un Estado unitario, que lo seguirá siendo, a un Estado plurinacional, con reconocimiento explícito de sus pueblos originarios.
¿Bastará la nueva Constitución para resolver la tragedia mapuche? Creo que no. ¿Cuál es la solución? No lo sé. Es una incógnita no fácil de resolver.
Se dice con razón que la inmensa mayoría de los constituyentes son independientes, lo que a la vez, de una u otra manera, tienen una tendencia de izquierda. Pero qué significa eso?
Lo que pasó en la elección de convencionales es de primer orden. Ocurrió algo extraordinario. Creo que Chile se transformó en un laboratorio y tiene mucho que ver con el día de gloria que vivieron los independientes.
¿En qué sentido son independientes? En primer lugar, independientes respecto de los partidos, eso es verdad. Pero hay dos tipos de independientes. Existen los independientes asociados que no militan en partidos, aunque los partidos los inscribieron como candidatos en sus propias listas. El 60% de las listas de candidatos socialistas y democratacristianos, eran independientes. Lo mismo hizo la derecha, pero con otro giro, porque la derecha ha apostado históricamente por candidatos independientes. Incluso el Partido Comunista llevó candidatos independientes.
Luego están los que llamamos independientes puros, que son aquellos que se ubican fuera de pacto o de lista, que son hostiles a los partidos. Estos independientes son los que se impusieron, sacaron 24 constituyentes en la Lista del Pueblo. No es un partido, es una lista de ciudadanos donde se agruparon y reunieron firmas coordinadamente para alcanzar el éxito en 20 territorios. Chile tiene 28 distritos electorales. La Lista el Pueblo es una especie de izquierda social. Es una izquierda gaseosa. ¿Por qué gaseosa? No tiene ninguna connotación negativa. Es la idea de una izquierda no institucionalizada, es como el gas, no está contenido, se esparce. Muchos de estos candidatos de izquierda gaseosa eran antaño militantes de partido.
Ahora bien, que los candidatos independientes en todas sus formas hayan alcanzado el 43% de los votos, no lo vi por ninguna parte. Es más, tampoco me imaginé que solo 50 militantes de partidos fueran electos para la convención constituyente, 50 de 155.
Chile se transformó en un gran laboratorio de alcance mundial. Especialmente para Europa Occidental. En la elección de constituyentes se generó algo virtuoso: una articulación entre política establecida en instituciones, una asamblea constituyente, y entre el funcionamiento del campo político, que se abrió a otro tipo de candidatos que no sean de partidos.
Y hay un tercer elemento que se articula virtuosamente: candidatos entroncados con los movimientos sociales de todo tipo, como movimientos por el derecho al acceso del agua, movimientos en contra de las zonas de sacrificio.
Y el cuarto elemento son los territorios. Eso es súper virtuoso. Pero este virtuosismo se da, no lo olvidemos, frente a un pueblo que no votó en un 57%. Es decir, es súper ambiguo lo que finalmente ocurrió en Chile.
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