
La izquierda y la derecha apenas se distinguen: la crisis es civilizatoria y global
Ni una nueva derecha hoy emergente ni una vieja izquierda en retirada perecen tener respuestas a una crisis cuya raíz está en un modelo neoliberal al que resulta muy difícil oponer resistencia. English

El avance de la derecha a nivel global ha causado alarma. Diversas regiones geográficas del mundo han visto el establecimiento de regímenes de esta tendencia que apuntalan agendas hostiles a los derechos humanos, la migración, las minorías o el medio ambiente
La alarma no es injustificada, no obstante, es ineludible observar los factores que favorecen la llegada de tales expresiones políticas. El apoyo de amplios sectores de la población a estos regímenes muestra el descontento con la conducción ineficiente del gobierno por actores de otras filiaciones políticas, de centro o de izquierda.
Corrupción, clientelismo, tráfico de influencias, desempleo y precarización económica son elementos que han apurado el viraje hacia la derecha.
Derecha anti-establishment
En cierto sentido, el apoyo a la derecha global se ha dado como una expresión social anti-establishment o anti-sistema contra administraciones que tienen una gran deuda con sus gobernados. Al observar el afianzamiento de tres figuras emblemáticas de gobiernos derechistas como Trump, Modi y Bolsonaro se evidencia un malestar generalizado con sus predecesores que ha sido determinante en lesionar los sistemas democráticos a través del respaldo creciente a figuras autoritarias.
Si bien Obama mantuvo niveles de aceptación notables, fueron muchos sectores los que se sintieron excluidos de su programa político. Población de lo que se conoce como el Midwest, lejos del distrito financiero de Wall Street, se aglutinó para apuntalar el triunfo de Donald Trump.
Como destaca el historiador Morris Berman en Las raíces del fracaso americano, el esquema de gobierno de Obama, continuó la línea del reaganismo con todas las ventajas y privilegios para Wall Street el cual, de hecho, subyugó a la administración bajo sus dictados y necesidades, deteriorando cada vez más a las clases media y baja en beneficio de las élites financieras y empresariales.
Igualmente, la victoria de Bolsonaro en Brasil se fraguó con los yerros de los gobiernos de izquierda. Las acusaciones a Lula Da Silva por los sobornos de Odebrecht y los señalamientos a Dilma Rousseff por corrupción, desvío de recursos de Petrobras para su campaña y los definitorios “crímenes de responsabilidad” que terminaron con su “impeachment” (el cual fue considerado como golpe de estado por algunos analistas).
Todos éstos fueron aspectos relevantes en la conformación del voto a favor de Bolsonaro, a pesar de las estrategias sucias del actual mandatario como la fabricación de noticias falsas contra Fernando Haddad, el candidato opositor.
En el caso de India, la llegada de Modi también fue posible por la incompetencia del partido del Congreso y los escándalos de corrupción que desde el 2011 ya habían propiciado el movimiento anti-corrupción liderado por Anna Hazare, un activista de 73 años al que se le comparó con Gandhi.
En este sentido, en el 2014 y nuevamente en el 2019, los votantes se decantaron por un personaje con un pasado ominoso a cuestas relacionado a los disturbios anti-musulmanes que tuvieron lugar en 2002, pero con un discurso desarrollista efectivo que se acogió bien entre la población, quienes privilegiaron el aspecto económico al tema de justicia social para la minoría musulmana.
Las exigencias de Estados Unidos a México para contener la migración a cambio de no establecer desventajosos aranceles para el segundo es una práctica de chantaje implementada desde una de las democracias, en teoría, más sólidas
Similitudes y divergencias a izquierda y derecha
En el otro lado del espectro, al inquirir sobre si existe un tipo de gobernanza particular en un andamiaje de derecha, Thomas Blom Hansen, estudioso del nacionalismo y la democracia en India, destaca que no existe una gran diferencia en la implementación política entre la izquierda y la derecha. Esto es así porque tales tendencias convergen en la noción de economía del saqueo (economy of loot) en la que se tejen redes de tráfico de influencias, corrupción y desvío de recursos públicos como práctica política.
En todo caso, las agendas sociales del espectro político mostrarían mayores divergencias. Como señala Norberto Bobbio, la noción de derecha comprende un mosaico ideológico amplio que, además, ha transformado su carga semántica en los diferentes contextos históricos.
Sin embargo, denota, en un marco conceptual general, un pensamiento conservador que incluye la afirmación de la desigualdad inherente de los hombres, la importancia de la tradición en la articulación de la normatividad social, el rechazo a cambios radicales y a lo que afecte a la propiedad privada.
Así, promueve un principio de autoridad por el que la familia, la moral y la propiedad son los bienes preponderantes que deben preservarse. Al delinearse con tonos de conservadurismo y autoritarismo la derecha mostraría su rostro más desalentador.
En contraste, la izquierda, se supone, representa la antítesis de ese autoritarismo. Aunque en la práctica no siempre se discierne la oposición de dichas tendencias, casos como el de Venezuela con Maduro, recuerdan que los modelos teóricos son construcciones típico-ideales, como las llamara Max Weber, y que la realidad no se apega a esquemas.
Asimismo, aunque la izquierda pudiera tener una dimensión más social e incluyente con agendas progresistas no siempre es posible llevar a cabo las buenas intenciones. En el sistema mundial impera el realismo político y en ese sentido, se presiona para el sometimiento de agendas de países menos poderosos a las de grandes potencias.
Las exigencias, por ejemplo, de Estados Unidos a México para contener la migración a cambio de no establecer desventajosos aranceles para el segundo es una práctica de chantaje implementada desde una de las democracias, en teoría, más sólidas. Esto se da, además, en la víspera de un proceso electoral y se utiliza como estrategia de cooptación de votos por parte del presidente Trump.
La crisis es civilizatoria y global.
Modelo económico neoliberal en la base de la crisis
En este sentido, si la democracia tiene cabida para ambas ideologías y sus proyectos políticos con todos sus aspectos, incluso el autoritarismo que merma la calidad de la propia democracia, quizá sea necesario cuestionar también el modelo económico mundial que enmarca a los sistemas democráticos.
Si ambas tendencias políticas tienen fragilidades evidentes, aunque en proporciones asimétricas, en cuanto a distribución de los recursos, la conservación del medio ambiente, el respeto a los derechos humanos es quizá porque los sistemas políticos –aún la democracia considerada ejemplar— están supeditados al paradigma económico neoliberal con una ética de acumulación y acaparamiento de los recursos como valores supremos.
Con la caída del bloque socialista y la derrota del legado revolucionario del siglo XX, como señala Enzo Traverso en The New Faces of Fascism, los partidos social-demócratas también transigieron a una gobernanza neoliberal que marca el derrotero de los valores y principios a los que la derecha y la izquierda se deben ajustar con mayor o menor complacencia.
Y es esta ética financiera voraz y excluyente la que se debe combatir desde todos los frentes: social, económico y político porque nuestras prioridades están alteradas cuando lo que más importa es la riqueza y el poder a toda costa.
La crisis es civilizatoria y global. Se expresa, a todos niveles, en la indiferencia o ataque a los derechos humanos, agendas sociales o el medio ambiente, y abre la posibilidad de encumbrar tiranos en un modelo neoliberal que no es simplemente el contexto, sino que es también el detonante de esta profunda crisis.
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