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Greta y la crisis climática: necesitamos un plan

"Estamos en el comienzo de una extinción masiva, y todo lo que hacen es hablar de dinero y del cuento de hadas del crecimiento eterno ¿Cómo se atreven?" English Português

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25 septiembre 2019, 12.01am
Greta Thunberg en el Parlamento Europeo en 2019. Wikimedia Commons.

Greta Thunberg, con una determinación difícil de imaginar en una niña de 16 años, ha dicho en la cumbre de Naciones Unidas “Estamos en el comienzo de una extinción masiva, y todo lo que hacen es hablar de dinero y del cuento de hadas del crecimiento eterno ¿Cómo se atreven?”.

Es exactamente esto, el “cuento de hadas del crecimiento eterno”, lo que se debe cuestionar radicalmente, si se quiere ser honesto con lo que realmente esta ocurriendo en el planeta.

En el año 1960 habitaban este mundo 3.100 millones de personas. Hoy lo hacen 7.700 millones. En el mismo periodo, la tasa de crecimiento ha disminuido considerablemente, del 1,86% al 1,08% . Pero aún así, somos 4.600 millones más de seres humanos sobre la tierra, creciendo a un ritmo de 155 personas al minuto, según la página worldometers.info, que lleva una contabilidad en tiempo real.

En el minuto en que hayas acabado de leer este editorial, seremos cerca de 1,500 personas más sobre la Tierra.

Si el sistema de vida y el modelo económico no cambia radicalmente, para cuando seamos 9.000 millones en 2037, Greta tendrá 34 años pero el mundo, tal como lo conocemos habrá dejado de existir.

Por eso te presentamos algunas claves para comprender la crisis que vivimos y la urgencia de armar un plan para la supervivencia colectiva del Planeta Tierra.

El planeta no aguanta más

“Parece feliz”, ha dicho sobre Greta, en una nueva demostración de su cinismo sin límites, Donald Trump en la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York. Definitivamente, no ha entendido nada.

Es este crecimiento invasivo, descontrolado e industrializado lo que acabará por matarnos

El problema es la visión del mundo y de la economía que encarna el presidente-promotor inmobiliario estadounidense, compartida por millones en el resto del mundo, que quisieran hacerse tan ricos como él.

El planeta ya no aguanta más carga demográfica al mismo ritmo de depredación y consumo que hasta ahora. Es este crecimiento invasivo, descontrolado e industrializado lo que acabará por matarnos..

El espejismo del crecimiento infinito nos ha llevado, efectivamente, muy lejos. La ideología del enriquecimiento colectivo se ha convertido hoy en una distopia, y el ideal de la modernidad ha entrado definitivamente en crisis. La eclosión del capitalismo en forma de globalización está mutando en un rebrote defensivo de corte nacionalista que lleva al desastre.

Lo autoritarismos echan gasolina al fuego

El reciente auge de los autoritarismos, que apelan a cerrar filas en torno a la patria y defenderse de las invasiones migratorias o comerciales, está multiplicando el desequilibrio y la insolidaridad entre los pueblos.

“El mundo no pertenece a los globalizadores, sino a los patriotas” truena Trump en la Asamblea General. “El Amazonas no forma parte del Patrimonio de la Humanidad”, retumba Bolsonaro en el mismo foro.

Parece una competición para ver quién es más macho alfa, más patriota, más egoísta y protector de los suyos (o lo suyo) a costa de todos los demás

Parece una competición para ver quién es más macho alfa, más patriota, más egoísta y protector de los suyos (o lo suyo) a costa de todos los demás.

Esta reacción defensiva es en el fondo destructiva. Por todas partes surgen voces y propuestas para intentar detener el tren antes de que se lance al vacío por el puente roto.

Proliferan propuestas como el post-capitalismo, la economía verde, la economía circular, la reforma radical del capitalismo, el crecimiento lento (o slow growth) o el decrecimiento (o de-growth), acabar con las energías fósiles, las tecnologías limpias, la transición ecológica… todas son propuestas para salir de la trampa, pero sin cambiar radicalmente el sistema.

En el momento en que saltan todas las alarmas, no parece que haya voluntad política para tomarse en serio lo que está ocurriendo. Los negacionistas se relamen ante el espectáculo de unos líderes mundiales divididos y enfrentados, y de unas grandes y pequeñas empresas cuyo objetivo bendecido por todos es crecer, ganar y acumular dinero y riqueza, a costa de los recursos naturales extraídos sin control y vendidos en la bolsa mundial de la darwinista de la competencia y la avaricia.

Necesitamos un plan

Una cosa es cierta: en poco tiempo una parte de la opinión pública empieza a darse cuenta de la dimensión de la catástrofe, empieza a reaccionar y a reclamar acciones efectivas.

En este sentido, el fenómeno Greta Thunberg, más allá de sus componentes mediáticos, es sintomático de que algo está cambiando en las conciencias de muchos y el viejo ecologismo, nacido en los años sesenta junto al feminismo, el otro gran factor de movilización global, está renovándose y reclama acciones ya.

No cabe duda de que es preciso un plan global que vaya más allá de los Acuerdos de París y consiga llevar la discusión por encima de los debates de derechas o de izquierdas

No cabe duda de que es preciso un plan global que vaya más allá de los Acuerdos de París y consiga llevar la discusión por encima de los debates de derechas o de izquierdas, de los cosmopolitas de lo global y de los nacionalistas de lo local, hacia un debate honesto y reflexivo.

La política planetaria no debería estar sometida a las ideologías, porque más temprano que tarde afectará a todos los habitantes del planeta. Incluso a aquellos que, seducidos por el tecno-optimismo de Youval Noah Harari que esconde bajo un barniz de progresismo una visión profundamente disruptiva del futuro, se enfrentan a la distopia de un futuro alterado, donde solo los muy ricos quizás tendrán un chance.

Vivimos en un esquema mental abocado al cortoplacismo. Hemos visto un crecimiento económico y un desarrollo sin precedentes en la historia de la humanidad que ha sacado a cientos de millones del hambre y la miseria material. Además, el espíritu del capitalismo y de la modernidad nos dice: para qué preocuparse si dentro de cien años estaremos todos muertos, si lo importante es el aquí y el ahora, y lo que cuenta es la familia y la propia tribu. ¿Cómo reaccionar?

La salida de los Estados Unidos del acuerdo de París sobre el clima ha puesto en evidencia la irresponsabilidad de la derecha más radical y nacionalista. Pero ha provocado una crisis política tal, que nos obliga a pensar políticamente.

Necesitamos un plan para la supervivencia de la Tierra porque, como dice Bruno Latour en su ensayo "Dónde aterrizar”, los poderosos están convencidos de que la amenaza ecológica es real y que para sobrevivir deben abandonar la idea de un futuro común. Han asumido la catástrofe, y parece que les da igual.

Ante esto, para Latour hay que otorgar un papel central a la mutación ecológica y trazar un plan para saber cómo habitar la Tierra, cómo y dónde aterrizar esta locura.

La potencia del mensaje de Greta no está tanto en su dramática llamada a la acción, sino en su capacidad de poner a los dirigentes mundiales ante el espejo de su vanidad, su irresponsabilidad, su arrogancia estúpida y suicida.

Las movilizaciones que Greta lidera estos días abren la puerta a la conciencia: ¡necesitamos un plan!

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