Informar desde el Amazonas, como ambos podemos atestiguar, está plagado de peligros en cada esquina.
Mientras salíamos del territorio indígena en uno de nuestros recientes viajes de información, la policía militar nos interceptó a punta de pistola. Los agentes registraron nuestras mochilas y objetos personales mientras nos hacían preguntas incisivas.
Sólo cuando se dieron cuenta de que éramos reporteros internacionales nos dejaron ir con una advertencia: "En su lugar, tendría cuidado al andar por aquí, estos son lugares peligrosos, especialmente para periodistas como ustedes".
El lunes corrió la noticia de que se encontraron en el Amazonas unos cadáveres que se temió fueran los del periodista británico Dom Phillips y el experto indígena Bruno Pereira, poco más de una semana después de su desaparición, pero la noticia resultó ser falsa y sigue la incertidumbre.
Las esperanzas de encontrarlos con vida comenzaron a desvanecerse después de que la policía confirmara haber encontrado objetos personales de ambos. Al parecer, la pareja recibió amenazas antes de desaparecer en la mañana del domingo 5 de junio.
Ambos eran personas de gran experiencia en la región amazónica que habían escrito para varias publicaciones, entre ellas The Guardian. Las autoridades brasileñas han detenido a un hombre en relación con esta desaparición.
Al parecer, Phillips y Pereira desaparecieron en el Valle del Javari, donde a la combinación de actividades ilegales de mineros, madereros y narcotraficantes que descienden de Perú se suma la pesca ilegal de pirarucú, un preciado pez amazónico que sale a la superficie cada 10-20 minutos para respirar oxígeno y que puede pesar hasta 200 kg.
El pirarucú ha formado parte de la dieta de los pueblos indígenas desde la antigüedad, pero la creciente demanda en las ciudades ha hecho que los traficantes apunten al pescado para obtener beneficios. Esto ha llevado a la sobrepesca, y las autoridades temen que el pez pueda extinguirse. Se cree que esta es la historia sobre la que Phillips y Pereira se estaban informando cuando desaparecieron.
Más allá de la pesca del pirarucú, el tráfico de coca, cuyo cultivo en el vecino Perú ha aumentado en los últimos años y ha contribuido significativamente a la deforestación de la selva amazónica, también ha aumentado en Brasil. También lo ha hecho la violencia con armas de fuego, ya que los cárteles de la droga infligen violencia a las comunidades indígenas.
La alta densidad de la selva proporciona una excelente cobertura para estas actividades, y la escasa presencia de las autoridades abre el espacio a cualquier tipo de delincuencia. En muchas partes de la región, la policía y el ejército carecen de medios o hacen la vista gorda ante las actividades delictivas. Centenares de guardias indígenas se han organizado en los distintos territorios, pero la dimensión de la Amazonía es inabarcable para estos pequeños grupos.
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