"Brasil no es para principiantes", dice una frase muy conocida entre los brasileños, atribuida al compositor, director de orquesta y pianista Antonio Carlos Brasileiro Jobim. Uno de los creadores de la bossa nova, Tom Jobim, como era conocido, trataba de ilustrar, a principios de los años 60, la dificultad de entender su país, especialmente para los extranjeros que llegaban aquí, dadas las muchas características que nos hacían únicos.
De hecho, la frase era una ironía contra un diplomático húngaro que, en 1961, se atrevió a publicar un libro con críticas ácidas y de buen humor a Brasil -el título de la obra era Brasil para principiantes. Sin embargo, la ironía de Tom Jobim ha sido utilizada desde entonces para construir un retrato poco halagador del país.
Un Brasil bajo tensión, conmoción y riesgos acude a las urnas el próximo domingo (30/10) para elegir al presidente de la República en segunda vuelta. Y lo que se puede ver en el proceso electoral de este año es capaz de sorprender y confundir a principiantes y novatos, brasileños y extranjeros. El peligro para la democracia y para la estabilidad institucional y política del país es tal que no hay ironía ni buen humor que lo justifique.
Es cierto que los intentos de desestabilización institucional no son un elemento nuevo en la historia política de Brasil. Pero los métodos empleados, aunque recurran al autoritarismo de extrema derecha que en los últimos años se ha apoderado de muchos países de Europa y América, son nuevos, chocantes y peligrosos.
El punto álgido llegó una semana antes de las elecciones, cuando el ex diputado federal Roberto Jefferson, aliado del presidente Jair Bolsonaro, se lanzó a la aventura. Si en los últimos años había aplaudido el uso de las armas, insultado a las autoridades del Poder Judicial y acabado detenido en una investigación por actos antidemocráticos, esta vez Jefferson ofendió gravemente, a través de las redes sociales, al juez del Tribunal Supremo Cármem Lúcia, en flagrante violación del arresto domiciliario al que estaba sometido.
Sumando el delito a las fundadas sospechas de que tenía un arsenal de armas en su casa, la Policía Federal fue a la casa del ex diputado. La policía fue recibida con 20 disparos de fusil y tres granadas. Dos agentes resultaron heridos y Roberto Jefferson tardó ocho horas en entregarse y exigió la presencia del Ministro de Justicia para hacerlo.
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