democraciaAbierta: Opinion

Lula como reconciliador nacional

El ex presidente Lula se erige en estos momentos como el único político brasileño capaz de iniciar la pacificación de un país profundamente polarizado

Bernardo Gutiérrez
17 octubre 2022, 9.57am

La efigie de Lula da Silva con la banda presidencial durante una manifestación en la avenida Paulista, en Sao Paolo, en septiembre 2021

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Después de haber perdido tres elecciones presidenciales (1989, 1994 y 1998), Luiz Inácio Lula da Silva realizó importantes movimientos tácticos para su último intento de llegar al poder. Para la contienda electoral de 2002, Lula contrató al publicista Duda Mendonça para dar un giro a su discurso y a su comunicación política. Quería dejar atrás su imagen de sindicalista y opositor rupturista.

Lula lanzó la Carta ao povo brasileiro, un escrito para seducir a quienes no se reconocían como izquierdistas: "Brasil quiere cambiar para crecer, incluir, pacificar (...) Hay en nuestro país una poderosa voluntad popular de cerrar el actual ciclo económico y político". La carta, describiendo un desolador cuadro de corrupción y crisis social, proclamaba el fin de una era: "el actual modelo se agotó".

En medio de la actual campaña electoral, la Carta ao povo brasileiro es una especie de déja vú inverso, una señal que el pasado emite para reencarrilar el rumbo de la historia. "Líderes populares, intelectuales, artistas y religiosos de los más variados matices ideológicos declaran espontáneamente su apoyo a un proyecto de cambio de Brasil", recogía la carta. Lula describía su candidatura, al igual que hace hoy, como un movimento "en defensa de Brasil". El lema Lulinha, paz e amor, que resaltaba la vertiente más comedida del candidato, caló profundamente.

La elección de Zé Alencar, un empresario liberal de Minas Gerais, como candidato a vicepresidente, redondeó la estrategia. Y Lula, el ex sindicalista guerrero que empezó a usar corbata, conquistó la presidencia de Brasil. "Zé Alencar y yo no vamos a ser un presidente y un vice. Nosotros vamos a ser compañeros en los buenos y malos momentos", dijo Lula en su primer discurso como presidente electo.

Los medios destacaron entonces la "moderación" de Lula. Su tono conciliador, más que su propio programa, claramente de izquierdas, fue la clave de su éxito. En 2022, los analistas políticos afirman que, hoy en día, Lula se parece más al que venció las elecciones en 2002 que a cualquier otra versión de sí mismo. La "unificación" y el "orden" priman en sus discursos.

Como en 2002, la actual candidatura de Lula está relacionada con un mecanismo que está profundamente enraizado en la política brasileña: la conciliação

A pesar de la similitud, las diferencias entre Lula 2002 y Lula 2022 son notorias. En un escenario brutalmente polarizado, el tándem "paz e amor" de Lula se apoya en un mix de discursos. Frente al presidente Jair Bolsonaro, Lula adopta puntuales posturas vigorosas.

Aun así, la semejanza de las candidaturas de Lula en 2002 y 2022 es grande. Y no tiene apenas que ver con la crisis política, económica y social que, entonces y ahora, golpea a Brasil. Está relacionada con un mecanismo que desde la proclamación de la independencia a la llegada de Lula al poder, está profundamente enraizado en la política brasileña: la conciliação.

El hombre cordial

El 7 de septiembre de 1822, después de que diversos alzamientos armados provocasen la independencia de la mayoría de los países de América Latina, Brasil declaraba su separación de Portugal. Si bien la independencia estuvo precedida de algunos altercados armados, el fondo y la forma fueron diferentes al resto de la región: fue el propio Príncipe Regente de Brasil, Pedro I, quien provocó la independencia.

Dom Pedro, desobedeciendo a su linaje y a Lisboa, se convirtió en Emperador de Brasil. En 1847, el emperador Pedro II creó el Ministério da Conciliação, un órgano para aproximar las fuerzas conservadores y liberales. La tardía abolición de la esclavitud del 13 de mayo de 1888 también llego à brasileira: sin un alzamiento violento ni excesivo derrame de sangre.

El método de la conciliação continuó a lo largo del siglo XX. Y germinó como uno de los mitos fundacionales del país. En 1936, Sérgio Buarque de Holanda, en su ensayo Raízes do Brasil, definió como "homem cordial" a la "raça brasileira". Si bien el concepto problematizaba, entre otras cosas, la confusión entre lo público y lo privado, la cordialidad emergía como forma de lidiar con los problemas. No decir "no" directamente, rodear el conflicto, velar disensos para consensuar decisiones.

Precisamente en la década de 1930, nació el denominado Estado de Compromisso. Getúlio Vargas, el mayor líder político del siglo XX brasileño, daba inicio así a una especie de ideal político brasileño, independiente de ideologías y partidos políticos. Algo similar a lo que en la actualidad se denomina gobernabilidad. La conciliação es también un mecanismo que evitar rupturas y que no se produzcan cambios fuertes en la estructura económica. Salvando las distancias, el "cambiar todo para que no cambie nada".

No se puede entender la llegada a Lula al poder en 2002 sin un anclaje en el mecanismo histórico de la conciliação. Lulinha, paz e amor lema, verso, proyecto conectaba con el subconsciente colectivo de todo un país. Invocaba un profundo anhelo de paz social, tan eternamente inconcluso como inspirador.

La campaña de 2022, entre otras cosas, presenta la oportunidad de que Brasil retorne a la senda de la conciliação. Lula, colocando al conservador Geraldo Alckmin como su candidato a vicepresidente, está volviendo a su fórmula mágica. Confía en que un candidato como Bolsonaro, que atenta contra el ideario político brasileño por excelencia, la conciliação, no conseguirá vencer de nuevo.

Reconciliación

A finales del segundo mandato de Lula, el artista Raul Mourão lanzó una serie de peluches representando a Lula. Peluches presidenciales en toda regla. Su obra indagaba en el fenómeno Lula, en las emociones que provocaba. El entonces presidente, que gozaba de una aprobación altísima, desataba furor, amor e idolatría en la mayoría del país. También, el odio y el desprecio de una minoría. ¿Qué pasaría si saliésemos repartiendo peluches de Lula por la calle?, le pregunté entonces al artista. ¿Qué emociones despertaría? "Cariño, seguro, es uno más de la familia", me contestó.

Lula ha conseguido dibujar la contienda como una lucha entre democracia y autoritarismo. El movimiento táctico, estratégico y narrativo, de momento, está funcionando

Tras la persecución judicial que llevó a Lula a pasar 580 días en prisión, su imagen se vio dañada. A pesar de las pasiones positivas que despierta, Lula no es ya el político que dejó la presidencia con un 87% de aprobación. La encerrona de la polarización con Bolsonaro, a la que el PT también contribuyó, diluyó de golpe la imagen de Lulinha, paz e amor.

Durante unos años, el Lula opositor de discursos duros e identidad roja regresó. Y Bolsonaro atizó y fustigó a ese Lula del pasado que no ganaba elecciones. En tiempos de fake news y de emociones viscerales, el rechazo a Lula está creciendo. Bolsonaro continúa siendo repudiado por más del 50% de Brasil. Pero Lula, otrora amado por la gran mayoría, ya supera un 40% de rechazo en la mayoría de las encuestas.

El rediseño de la campaña electoral de 2022 por parte de Lula es estratégico. La creación de un frente democrático, más narrativo que factual, desconfigura el combate de extremos que alimenta el bolsonarismo. Lula ha conseguido dibujar la contienda como una lucha entre democracia y autoritarismo. El movimiento táctico, estratégico y narrativo, de momento, está funcionando. Sin embargo, la clave puede residir en el sutil matiz semántico que diferencia la reconciliação de la conciliação.

Lula, con discursos que apelan a la paz, la tranquilidad y la reconciliación familiar, está tocando una fibra sensible. La virulencia de los últimos años en Brasil no solo ha hecho mella en su entramado institucional, sino que ha dejado heridas abiertas en la mayoría de las familias del país. Lula, hablando de reconciliação, está abriendo el camino para que el país sane sus heridas.

Tras la reconciliación, proceso que puede durar años, comenzará una nueva era para Brasil.

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