
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, asiste a las celebraciones del día del Ejército, en Brasilia, Brasil, el 19 de abril de 2022.
REUTERS/Adriano Machado/Alamy stock photo
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La elección en los comicios de este año es dura, entre los valores decentes que representaba Marielle Franco y la brutal rapiña que representa Bolsonaro
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, asiste a las celebraciones del día del Ejército, en Brasilia, Brasil, el 19 de abril de 2022.
REUTERS/Adriano Machado/Alamy stock photo
Brasil ocupa el décimo lugar entre los 142 países incluidos en el Global Firepower Review y se considera comparable en fuerza militar a Gran Bretaña, Pakistán y Turquía. Pero otro aspecto de la potencia patriarcal parece estar muy por debajo. El simbolismo fálico de todas las armas del país no es suficiente para calmar las ansiedades sobre la imagen de hombría que los machos alfa militares han creado para sí mismos, especialmente cuando su jefe, el ex paracaidista y capitán del ejército, el presidente Jair Messias Bolsonaro, de 67 años, ha puesto el listón tan alto con sus frecuentes afirmaciones de ser imbrochável (inmune a la broxada, o a la pérdida o incapacidad de erección controlada) y la jactancia pública de saludar a su esposa con su erección matinal.
Si una reciente lista de compras de las fuerzas armadas sirve de algo, parece que los militares de alto rango sienten que deben estar a la altura de las circunstancias (es imposible evitar los malos juegos de palabras al referirse a esta extravagancia) con toda la ayuda posible, a saber, 35.000 pastillas de Viagra (la mayoría para la marina), 546.000 dólares en bótox entre 2018 y 2020, prótesis de pene inflables y remedios contra la calvicie, todo pagado con dinero público. Si su virilidad flaqueaba, se animaron con la compra, entre febrero de 2021 y 2022, de 1.184 toneladas de filete mignon, chuleta y salmón, así como de whisky, cervezas premium, nata montada y bacalao, manjares por valor de unos 12 millones de dólares que los soldados rasos nunca llegan a oler, a no ser que sean pinches de cocina.
Este patético escándalo es mucho más que las ansias sexuales y los refinados sistemas digestivos de los hombres que empuñan las armas. Para citar al poeta Paulo César Pinheiro, se trata de una "orgía de sinvergüenzas", verdaderos herederos de más de dos décadas de dictadura militar, para quienes ningún crimen es demasiado sucio cuando se trata de proteger sus privilegios. Para ellos, el movimiento Diretas Já de 1984 y la Constitución Ciudadana de 1988 deben ser borrados y suprimidos por todos los medios posibles.
Por ello, Bolsonaro ha recuperado las celebraciones que conmemoran el golpe militar del 31 de marzo de 1964 contra el presidente democráticamente elegido João Goulart, revirtiendo así una decisión de 2011 de la entonces presidenta Dilma Rousseff que ordenaba a los militares poner fin a cualquier celebración del golpe, que también fue un júbilo por la destitución de 4.841 representantes electos, la tortura de unas 20.000 personas (incluida la propia Dilma Rousseff) y la muerte o desaparición de 434 personas, crímenes de los que nadie ha rendido cuentas.
Estos crímenes son avalados públicamente por Bolsonaro. "Estoy a favor de la tortura, y el pueblo también" ... "Sólo cambiarán las cosas teniendo una guerra civil y haciendo el trabajo que los militares no hicieron... Matando. Si mueren algunos inocentes, no pasa nada". ... "El error de la dictadura fue sólo torturar y no matar".
Las conexiones entre el actual ejército potenciado por el pene, el etnocidio, el ecocidio y otros crímenes contra la humanidad se remontan a mucho tiempo atrás
Haciendo referencia a los altos índices de mortalidad de la violencia policial en Río de Janeiro, insinuó que la voluntad varonil de un policía para asesinar es la marca de su valor: "Los policías que no matan no son policías". Estas declaraciones y las obsesiones fanáticas por el sexo y la masculinidad de Bolsonaro pueden crear una conveniente cortina de humo que cubra su evidente incompetencia corrupta, pero esto no es sólo una exótica aberración brasileña o de Bolsonaro.
Las conexiones entre el actual ejército potenciado por el pene, el etnocidio, el ecocidio y otros crímenes contra la humanidad se remontan a mucho tiempo atrás, y directamente al corazón de la política exterior estadounidense (demócrata), como Muckrock informa. "Un memorándum que detalla una reunión de la Casa Blanca el 1 de abril de 1964 (cuando se produjo el golpe) también muestra a las fuerzas navales y militares de EE.UU. en posición y preparadas para actuar en apoyo de los militares brasileños, con la bendición del presidente Lyndon Johnson y los altos funcionarios de defensa e inteligencia."
Así, en 1971, cuando miembros del clero brasileño denunciaban la tortura de monjas y sacerdotes, una visita programada a EEUU del presidente general Emílio Garrastazu Médici era un mero dolor de cabeza en materia de relaciones públicas, una "vergüenza potencial" para Médici y Nixon. Pero, al final, "las relaciones constructivas son la forma más eficaz de influir en otras naciones". Y, de vuelta a casa, en Brasil, cuando un memorándum desclasificado del Departamento de Estado de EE.UU. demostró en 2017 que el presidente Ernesto Geisel (1974 - 1979) dio permiso explícito para que el servicio de inteligencia de Brasil continuara con su política de ejecución de disidentes, entre ellos el periodista Vladimir Herzog, que fue torturado hasta la muerte en 1975, Bolsonaro Trump-peteó que se trataba de fake news, una "campaña coordinada" contra su candidatura.
La masculinidad fijada por el pene alcanzó su zenit letal con el Covid-19, que fue rápidamente identificado en la cima como una oportunidad principal para una fácil recolección política y económica. A las veinticuatro horas de que el Ministerio de Salud comenzara a tomar medidas preventivas contra la pandemia, el 13 de marzo de 2020, Bolsonaro redujo sus procedimientos. Para el 16 de marzo, con la excusa de que la "pandemia trasciende la salud pública", había colocado el ministerio bajo el control de la Casa Civil, la Oficina Ejecutiva de la Presidencia, entonces encabezada por el general Walter Braga Netto, quien probablemente será su candidato a la vicepresidencia en las elecciones de este año, el mismo hombre que fue responsable de la compra de todas las ayudas sexuales y de belleza masculinas, además de las delicias gourmet.
Mientras tanto, en todo el país, los servicios de salud, incapaces de hacer frente a la pandemia, también carecían de medicamentos para enfermedades crónicas. La insulina, por ejemplo.
Trascender la "salud pública" significó trascender al público y trascender la salud a favor de los sobornos neoliberales con esteroides (muchos de ellos), ya que Bolsonaro y Braga Netto supervisaron acuerdos multimillonarios fraudulentos en la compra de vacunas. Con la cifra de 663.000 muertos por el COVID-19, una investigación del Senado sobre el mal manejo de la pandemia por parte del gobierno ha arrojado fuertes evidencias de fraude por parte de los aliados clave de Bolsonaro en el Congreso y el ejército, que intentaron comprar vacunas a intermediarios como la empresa Precisa Medicamentos, con la que el hijo de Bolsonaro, el senador Flavio Bolsonaro, tiene estrechos vínculos.
También hubo negociaciones para adquirir veinte millones de dosis de Covaxin producidas por la empresa india Bharat Biotech a precios superiores a los del mercado. Esto implicó, entre otras cosas, un pago inicial de 45 millones de dólares a una empresa con sede en Singapur. Mientras tanto, Roberto Dias, antiguo jefe de logística del Ministerio de Sanidad, exigía una comisión de 1 dólar por cada dosis a un proveedor que afirmaba poder suministrar 400 millones de inyecciones de AstraZeneca.
En realidad, el proveedor no podía suministrarlas, pero aun así se las arregló para negociar con los altos funcionarios de "salud" de Brasil. Y hubo otros contratos fraudulentos. Como dijo el político de la oposición Paulo Pimenta, "hay una relación directa entre el negacionismo, la corrupción y la forma en que la pandemia se ha convertido en la mayor tragedia sanitaria del país y la mayor historia de corrupción".
El problema sexual del imbrochável forma parte de todas estas muertes. Un día después de haber dado positivo en la prueba del Coronavirus, Bolsonaro utilizó un insulto homofóbico para provocar al personal presidencial que estaba usando máscaras, que era, según él, coisa de viado (para maricas). Unos meses después, pidió a los brasileños que dejaran de ser un "país de mariquitas". Para el imbrochável, el Coronavirus era sólo una "pequeña gripe". De este modo, enviaba el doble mensaje de que las personas que estaban muriendo ya estaban enfermas (o "maricas"), al tiempo que repetía, una vez más, al pueblo brasileño que la LGBTI+fobia es aceptable, que la violencia y la discriminación contra las "maricas" es "normal".
La guerra a la "ideología de género" es una piedra angular de la base de poder de Bolsonaro que, en cierta medida, explica la extrema masculinidad tóxica de su régimen. Después de ganar las elecciones de 2018, no perdió tiempo en establecer el tono. Su campaña se había apoyado en la Biblia que es "la caja de herramientas para arreglar a los hombres y mujeres". La Biblia también es enriquecedora, como pronto descubrió el ministro de Educación evangélico, Milton Ribeiro. A petición de Bolsonaro, se aseguró de que el gobierno diera prioridad a los municipios cuyas solicitudes de fondos fueron negociadas por los pastores, que luego recibieron sobornos, incluso en forma de lingotes de oro.
La guerra a la "ideología de género" es una piedra angular de la base de poder de Bolsonaro que, en cierta medida, explica la extrema masculinidad tóxica de su régimen
Los alcaldes denunciaron que los pastores les habían pedido que compraran la caja de herramientas santa, con una foto del ministro, a cambio de acceder a los fondos educativos. Al final, el escándalo de los lingotes de oro fue más perjudicial que el de los potenciadores de pene y Ribeiro se vio obligado a dimitir.
La guerra contra la ideología de género no es sólo una guerra de palabras, sino una guerra brutal y sangrienta contra el activismo sexual y de género progresista. La ideología de género no es una cosa en términos académicos o teóricos, sino una fantasía presentada como una conspiración para promover la inmoralidad y socavar los valores familiares y religiosos. Los enemigos son las feministas, los gays y las personas trans y cualquiera que defienda sus derechos, por lo que la "guerra" contra ella, justificando todo tipo de violencia, se ha convertido en una auténtica cruzada para los políticos pentecostales y evangélicos.
Especialmente desde que el Tribunal Supremo reconoció legalmente las uniones entre personas del mismo sexo en 2011, el poderoso bloque evangélico en el Congreso (203 de 594 miembros, de varios partidos políticos) ha tratado sistemáticamente de socavar todos los derechos sexuales y reproductivos y, si no ha tenido mucho éxito en cambiar las leyes, ha conseguido presentarse como el defensor de la familia y los valores cristianos y crear pánico moral entre los votantes.
Azuzar el pánico moral fue una jugada exitosa en la campaña presidencial de Bolsonaro en 2018, cuando acusó a su oponente, el ex ministro de Educación Fernando Haddad, que había intentado combatir la homofobia violenta y la discriminación con materiales educativos para los escolares, de promover un "kit gay", una amenaza contra el binario sexual "natural". Tal fue el clamor que la presidenta Dilma Rousseff se vio obligada a vetar la medida. En una entrevista de 2013 con el actor Stephen Fry, Bolsonaro afirmó que los "fundamentalistas homosexuales" estaban lavando el cerebro a los niños heterosexuales para poder "satisfacerlos sexualmente en el futuro".
Forzar a Rousseff a ceder en la cuestión de género no se detuvo en eso. La estratagema jugó un papel importante en el golpe parlamentario de 2016 contra el gobierno del Partido de los Trabajadores. La "retórica pública que emplea la misoginia, la ridiculización y las apelaciones moralistas a los valores familiares tradicionales incitadas contra la primera mujer presidenta de Brasil... allanó el camino para el regreso de la política blanca, masculina, sexista y autoritaria".
En el proceso de impeachment contra Rousseff, Bolsonaro lanzó una burla especial al utilizar su inmunidad parlamentaria para dedicar su voto contra ella al coronel Brilhante Ustra, jefe de la unidad de tortura Doi-Codi ("que despierta el miedo en Dilma Rousseff"), y famoso por su sadismo. He aquí un ejemplo del hombre elogiado por Bolsonaro: "Amelinha estaba desnuda, sentada en la silla de descargas eléctricas, orinando y vomitando, cuando vio a sus dos hijos, Janaína, de 5 años, y Edson, de 4, entrar en la sala de tortura. Ustra había mandado llamar a los dos niños porque quería que declararan sobre sus padres".
Como Bolsonaro era inmune a la censura, el escándalo se trasladó a un coautor de este artículo, el entonces diputado Jean Wyllys, que había respondido escupiendo a Bolsonaro. Sin embargo, como señala el comentarista Gegorio Duvivier señala en una emisión de YouTube titulada "Decencia", "muchos lo condenaron por no dar en el blanco, pero la saliva cayó en la cara del entonces diputado ruralista Luis Carlos Heinze, así que puede que haya errado el objetivo, pero dio en el blanco, porque Heinze está al nivel de Bolsonaro. Y un diputado que defiende los pesticidas no puede quejarse de la saliva".
No sólo recuerda la cercanía de Bolsonaro con el lobby de la bala, la carne y la biblia, sino que hace notar que Wyllys escupió a Bolsonaro "por decencia" contra "la declaración más indecente que puede hacer un político en tiempos democráticos".
El político gay Jean Wyllys se vio obligado a abandonar Brasil en 2019 tras recibir amenazas de muerte varios meses después de que su amiga Marielle Franco, activista por los derechos de los homosexuales y concejala de Río, fuera asesinada a tiros junto a su conductor, Anderson Gomes.
Dos de los "agentes estatales" que se sabe que están involucrados en el crimen están directamente relacionados con la familia Bolsonaro. Uno de ellos trabajaba en la oficina de Flavio Bolsonaro y el otro vive en el mismo condominio privado del presidente con el que ha sido fotografiado en varios eventos sociales.
El mensaje es alto y claro. Las mujeres y las personas LGBTI+ pueden ser asesinadas impunemente
El proceso judicial sigue siendo inexistente y las familias de Franco y Gomes no han tenido acceso a las investigaciones policiales. El mensaje es alto y claro. Las mujeres y las personas LGBTI+ pueden ser asesinadas impunemente por intentar poner en la agenda políticas a favor de la justicia de género y sexual.
Las locas mentiras azuzan la violencia. Así, una historia que se hizo viral en WhatsApp presentaba a Haddad repartiendo "biberones eróticos" en guarderías públicas, mientras que su compañera de fórmula, Manuela D'Avila, era una atea profanadora de símbolos religiosos.
A primera vista, los reforzadores de pene podrían parecer no tener relación con el máximo tribunal de justicia de Brasil, el Tribunal Supremo. Pero la hipermasculinidad de Bolsonaro y sus hombres les lleva inevitablemente a un conflicto directo con él, hasta el punto de que la lucha, supuestamente por los valores familiares (la base artificial de poder de Bolsonaro), determinará el destino político del país.
El Tribunal Supremo ha sido el principal protector de los derechos LGBTI+, a menudo en oposición al Congreso, mucho más conservador, con su Bancada Evangélica.
Este grupo (que, si fuera un partido, sería el más grande de la legislatura) es influyente no sólo como banda que impulsa la política, sino también como negociadores de la condonación de la deuda y las concesiones fiscales para las iglesias, como propietarios de medios de comunicación, especialmente de televisión, receptores de financiación de campañas electorales que han conseguido convertir sus iglesias en "corrales" electorales. Para algunos, el objetivo es nada menos que una teocracia.
Por ejemplo, la ministra de la Mujer, la Familia y los Derechos Humanos, Damares Alves, una pastora evangélica que, opuesta al aborto y a los derechos del colectivo LGBTI+ y partidaria de los "roles tradicionales de género", expresa abiertamente que "es hora de que la iglesia le diga a la nación que hemos llegado... Es hora de que la iglesia gobierne" porque la "familia brasileña está siendo amenazada por las políticas de la diversidad".
Ahora, con el nombramiento del pastor André Mendonça, los evangélicos han asegurado un lugar para uno de sus partidarios en el Tribunal Supremo de once miembros. Otros miembros del rebaño, como el pastor Kenner Terra, entienden que esto significa dos cosas.
En primer lugar, "ahora es el momento de las cuestiones morales y de los retrocesos en cuestiones relacionadas con los derechos de los homosexuales, las cuestiones de género y las políticas sociales. Ahora los evangélicos han tomado el poder y estas cosas no tendrán el mismo espacio en el país". En segundo lugar, la separación entre Iglesia y Estado es ahora discutible.
El rápido ascenso de los evangélicos en Brasil hasta representar más del treinta por ciento de la población tiene una relación perversa con el filet mignon y el crecepelo para los generales.
Cuanto más decaen las instituciones públicas del país en materia de sanidad, educación, vivienda y otros servicios sociales, más importancia adquieren las iglesias evangélicas, que se enriquecen rápidamente, en las comunidades pobres, donde, usurpando funciones que antes desempeñaban las organizaciones de izquierdas y los católicos progresistas, ofrecen cursos de alfabetización, actividades para los niños e incluso ayudas económicas en algunos casos, todo ello en un marco altamente patriarcal que a menudo imponen las violentas bandas de milicianos, que también ofrecen ingresos a los jóvenes desempleados. Todo ello se traduce en votos y en más miembros del rebaño que se encargan de su agenda política.
Cuanto más decaen las instituciones públicas del país en materia de sanidad, educación, vivienda y otros servicios sociales, más importancia adquieren las iglesias evangélicas
Mientras tanto, Bolsonaro afirma que el Tribunal Supremo está "cometiendo abusos" después de que autorizara investigaciones sobre las denuncias de que hizo nombramientos de la policía para su beneficio personal, así como sobre los mítines que, respaldados por Bolsonaro, pidieron la intervención militar en la política y el cierre del Tribunal Supremo y el Congreso.
Además, se ha visto aún más acorralado por la decisión del tribunal en 2020 (por considerar que el juez, Sergio Moro -más tarde ministro de Justicia de Bolsonaro- era parcial) de anular los cargos por corrupción contra el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien, tras pasar dieciocho meses en prisión, puede presentarse a las elecciones de este año.
Más recientemente, Bolsonaro ha indultado a un aliado político, el legislador Daniel Silveira, un día después de que fuera condenado por incitación al odio por publicar un vídeo en Internet en el que defendía la dictadura militar y decía que los magistrados del tribunal merecían "una paliza". Bolsonaro defendió su gesto del indulto "en nombre de la libertad de expresión, un pilar esencial de nuestra sociedad" cuando, en realidad, se trata de un episodio más de una larga campaña de ataque a las instituciones democráticas de Brasil.
Lula tiene ahora una cómoda ventaja en las encuestas. La encuestadora FSB Pesquisa estima que ganaría en primera vuelta por 43% a 29% si las elecciones se celebraran hoy.
La última oportunidad de Bolsonaro parece ser un golpe militar con ecos trumpistas ("No creo en las encuestas, pero el tipo que prácticamente destruyó Brasil va por delante... O las encuestas son fraudulentas o la gente no está bien informada"), y puede que por eso esté llenando de dinero público las barrigas, las cabezas y los penes de militares clave.
No es ninguna broma. Observadores de otros países, como José Luis Rodríguez Zapatero, Yanis Varoufakis, Jeremy Corbyn, Fernando Lugo, Caroline Lucas y Adolfo Pérez Esquivel, han firmado una carta abierta en la que expresan su alarma ante las señales, por ejemplo el desfile militar de Bolsonaro en Brasilia el año pasado mientras sus aliados en el Congreso impulsaban cambios radicales en el sistema electoral, en preparación de un "contragolpe" contra el Congreso y la Corte Suprema.
La elección en los comicios de este año es dura, entre los valores decentes que representaba Marielle Franco y la brutal rapiña que representa Bolsonaro
La realidad actual de Brasil es la del aumento vertiginoso de los precios de los alimentos y la energía, la inflación, los desastres medioambientales, todas las muertes y la devastación de COVID-19, el aumento de la pobreza, la violencia y la fragmentación y vulnerabilidad social.
En el Ayuntamiento de Río, los compañeros de Marielle Franco se negaron a subir al ascensor con esta mujer nacida en una favela y abiertamente bisexual, que tuvo la temeridad de presionar para que se adoptaran políticas orientadas a combatir la violencia contra las mujeres, mejorar las guarderías para los niños, apoyar a los trabajadores y mejorar las instalaciones y la vida social en las favelas, un activismo que llamó constantemente la atención sobre la violencia de las milicias y del Estado.
La elección en los comicios de este año es dura, entre los valores decentes que representaba Marielle Franco y la brutal rapiña que representa Bolsonaro. Puede que ni siquiera sea una elección si Bolsonaro puede utilizar a sus generales con escamas falsas, con plumas falsas y con el vientre lleno para salirse con la suya en lo que respecta a los "valores familiares".
No hay nada más humillante que ser un perdedor en una cultura machista, lo que hace que este hombre que no llega ni a mediocre sea aún más peligroso que su anterior versión gallinácea que ya es responsable, en gran medida, de las más de 663.000 muertes por Covid que registra Brasil.
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