Casi cien años atrás, el académico alemán Max Weber pronunció un famoso discurso, La política como vocación, en el cual distinguió entre dos posturas éticas en la política: la ética d la convicción; y la ética de la responsabilidad. En la primera, la atención se fija solamente sobre los objetivos justos o legítimos de una doctrina o medida política, sin considerar las consecuencias de aplicarla. En la segunda, se toman en cuenta todas las probabilidades de la vida real, incluyendo las fortalezas y debilidades de la gente, para poder hacerse plenamente responsable por los actos cometidos al perseguir una meta política.
Resulta interesante la manera cómo la distinción de Weber es útil para entender las diferentes aproximaciones a las actuales crisis humanitarias en el Medio Oriente.
Las intervenciones militares selectivas de la comunidad internacional, en favor de Libia pero deliberadamente omitiendo a Siria y Gaza, suscita un verdadero dilema para los analistas internacionales, respecto de cuál es la mejor y más responsable manera de usar la fuerza armada en el mundo actual. Cuando la comunidad internacional, a fines de la década de 1990, intentó responder a una pregunta similar – “¿Por qué Kosovo y no Ruanda?” – la respuesta tomó la forma de una nueva doctrina: la responsabilidad de proteger (R2P).
De acuerdo con la R2P, existe la responsabilidad de actores externos de proteger a la población civil amenazada por crisis humanitarias, tales como el conflicto en Siria o los recientes eventos de violencia en Gaza perpetrados tanto por Hamas como por las fuerzas armadas de Israel. Esta responsabilidad podría incluir, en último término, el despliegue de personal militar y el uso efectivo de la fuerza para detener situaciones de genocidio, crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra y limpieza étnica.
Lo anterior suscita la pregunta evidente: Si el Consejo de Seguridad determinó la existencia de tales amenazas en el caso de Libia (específicamente, crímenes de lesa humanidad), y por tanto autorizó la intervención de la OTAN en ese país, ¿por qué no hizo lo mismo en el caso de Siria, en donde el actual conflicto ha causado más de 150.000 muertes y para muchos se han cometido crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad?
Y da lugar a una nueva pregunta a la luz de los recientes eventos en Gaza durante Julio de 2014: ¿Por qué la comunidad internacional, por medio del Consejo de Seguridad de la ONU, no interviene para detener los bombardeos en Gaza y los ataques con cohetes en el resto de Israel?

Oren Rosenfeld/Demotix (All rights reserved)
Israeli soldiers heading to battle with Hamas across the border into Gaza.
Un cínico podría responder que la clave para desentrañar el misterio de las intervenciones humanitarias selectivas radica en los intereses de Estados Unidos. De este modo, Estados Unidos siempre apoyará a su principal aliado en el Medio Oriente – Israel – mientras que no se enfrentará con un aliado de Rusia – Siria –, pero no tendrá problemas en unirse a una colación multinacional para atacar a un régimen paria sin aliados internacionales importantes – como Libia.
Si bien existe cierto grado de verdad en tal explicación de las relaciones internacionales, sería incompleto no proporcionar una explicación moral para el modo en que los Estados se comportan, pues “cualquier explicación de las relaciones internacionales que intente excluir a la moral es una explicación no realista de las relaciones internacionales”.
La tradición de la guerra justa, que se remonta hasta Cicerón e incluye a Agustín, Tomás de Aquino, Francisco Vitoria, Emmerich de Vattel y Michal Walzer, ha lidiado desde antaño con la moralidad de la guerra. Según esta tradición, una guerra – por ejemplo, una intervención humanitaria basada en el principio de la R2P – puede estar justificada si cumple con los siguientes requisitos: (i) debe haber una justa causa; (ii) una legitimidad autoridad debe permitir el uso de la fuerza mediante una declaración formal; (iii) la guerra debe ser el último recurso; (iv) los beligerantes deben tener una recta intención; y (v) debe haber razonables expectativas de éxito y una relación de proporcionalidad aceptable entre los costos y los beneficios del uso de la fuerza. La doctrina de la R2P claramente se vale de la tradición de la guerra justa, puesto que incluye casi idénticos criterios para justificar el uso de la fuerza.
Los últimos requisitos de proporcionalidad y razonables expectativas de éxito son vistos por algunos como una concesión al realismo. En realidad, representan un elemento de prudencia en los debates sobre intervenciones humanitarias, en los cuales la pretensión irrestricta de verdad y el celo moral pueden fácilmente obnubilar las complejidades de determinada situación.
En este punto se vuelve evidente que existe un importante elemento weberiano de “ética de responsabilidad” en el discurso de la R2P, principalmente evidenciado por el requisito de razonables expectativas de éxito. Así, la respuesta a la pregunta “¿Por qué Libia y no Siria y Gaza?” es evidente si se toma en cuenta debidamente este requisito. En efecto, se la puede reformular como la “ética de la responsabilidad de proteger”, por la cual las intervenciones – incluso aquellas motivadas por la necesidad de proteger a civiles – son consideradas a la luz de todas las posibles consecuencias.
En principio, sería prudente admitir que una intervención internacional en contra de Siria, un aliado de Rusia, podría llevar a consecuencias negativas en otros lugares, considerando el reciente momentum ruso en la arena internacional. Más aún, podría sin desearlo ayudar a extremistas islámicos que luchan contra el gobierno sirio. Con respecto a Gaza, la propuesta del uso de la fuerza por la comunidad internacional en contra de un aliado de Estados Unidos, como Israel, sería muy probablemente vetada por Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de la ONU. Además, no es claro cómo una adición de fuerza militar podría contribuir a detener los ataques de Israel en los territorios ocupados, o a detener los ataques con cohetes de Hamas que la moderna maquinaria militar de Israel no ha podido suprimir. Una intervención humanitaria en Gaza para detener el fuego cruzado entre Israel y Hamas sólo desestabilizaría más una región ya inestable.
Si se piensa en las consecuencias, la ética de Weber sugiere cautela y la necesidad de encontrar una solución diplomática y pacífica lo antes posible a los conflictos en Siria e Israel.

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