En el caso de los centroamericanos, su trayecto se hace más peligroso porque tienen que cruzar por zonas tomadas por el narcotráfico no solo en sus países de origen, sino en toda la ruta a través de México, donde la fragmentación de los carteles ha intensificado la lucha por territorio y, en consecuencia, la violencia.
Entre septiembre de 2008 y febrero de 2009, 9.857 migrantes centroamericanos fueron víctimas del crimen organizado en México, con por lo menos 198 secuestros reportados, según la Comisión Nacional de los Derechos Humanos de México. Cerca de 30% de los migrantes afirman haber sufrido violencia durante el trayecto, según un estudio realizado entre 2009 y 2015.
Los migrantes son blanco fácil de los carteles porque no cuentan con ningún respaldo legal o institucional. “No denuncian [los crímenes] porque los amenazan si lo hacen y no saben a quién acudir. La mayoría de los secuestradores tienen vínculos con las autoridades, por lo que es prácticamente imposible que tomen medidas contra ellos. Es el negocio perfecto,” dijo Guadalupe Correa-Cabrera, especialista en tráfico de drogas y migración en la Universidad George Mason en Fairfax a NBC News en octubre.
Migración sanitaria y climática
El proceso se ha hecho más dramático frente a las crisis humanitarias y económicas impuestas sobre los países de América Central por la emergencia climática y la pandemia de Covid-19. América Latina fue la región cuya economía se vio más fuertemente afectada por la crisis sanitaria, lo que ha llevado a muchos latinoamericanos a dejar sus países en busca de oportunidades económicas en otras regiones.
Los años pandémicos también coinciden con la peor temporada de huracanes en la historia registrada. Dos huracanes de categoría 4, la peor siendo 5, asolaron América Central en noviembre de 2020, afectando países que ya sufrían sequías intensas debido a padrones climáticos erráticos en el llamado Corredor Seco desde 2014. Así, el concepto de migración climática se está consolidando como una realidad cada vez más generalizada.
Reverter los efectos económicos negativos de la pandemia tardará años, sino décadas. Además, los gobiernos y líderes mundiales no han hecho lo suficiente para mitigar el avance del calentamiento global. En este escenario, podemos esperar que las olas migratorias de América Central sigan aumentando en años venideros – y con ellas la cantidad de ciudadanos dispuestos a arriesgar su vida y las de sus hijos en rutas migratorias predatorias. Para ellos, morir en la carretera está dejando de ser un accidente.
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