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Para el Estado, transparencia; para los demás, privacidad

Si algo deja de ser un instrumento para la democracia y la justicia y se vuelve un eslogan, tenemos un problema. Miren lo que ha pasado con “Love”, “Peace”, “Democracia”, “Justicia”… English.

Simona Levi
5 noviembre 2015
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Imagen de la performance "Una entrega para el Sr. Assange” (Delivery for Mr. Assange) de Bitnik. Foto cedida por el autor

Declaración introductoria del FCForum 2015 – Foro Internacional sobre Internet y Democracia – organizado por Xnet

Cuando algo deja de ser un instrumento para la democracia y la justicia y se vuelve un “valor” – un eslogan -, un fin en sí mismo, entonces tenemos un problema. Miren lo que han hecho con “Love”, “Peace”, “Unión”, “Democracia”, “Justicia”…

La transparencia y la privacidad se han vuelto armas arrojadizas en manos de éste o aquél propagandista, en el momento en que “transparencia” puede utilizarse para cazar a aquellos que filtran anónimamente informaciones útiles y relevantes que han sido reservadas o cuando, para lograr un cambio, desobedecen leyes injustas. Lo mismo ocurre cuando se usa “privacidad” para borrar los crímenes de banqueros, políticos y grandes monopolios.

En los programas de tertulia y entrevistas se criminaliza con toda naturalidad a los activistas porque “no saben quienes son”, a la vez que se defiende a los gánsteres institucionales porque “los políticos también tienen derecho a la privacidad”.

En la era post-Snowden, cuando se nos pide cuál es el límite, los activistas de derechos digitales debemos dar una respuesta clara e inequívoca: “Para el Estado, transparencia; para los demás, privacidad”.

Encontrándonos, como nos encontramos, en un terreno de juego tan desigual entre el establishment, que dispone de todos los recursos necesarios para continuar perpetuando los abusos, y el resto de la población, tenemos que defender y luchar por una transparencia radical. Esto significa: rendición de cuentas y accesibilidad para el gobierno, para los partidos políticos, para las instituciones, para las grandes fortunas familiares y para las estructuras públicas y privadas, lo que implica a más de un 10% de la población. Esto quiere decir que, mientras estén ejerciendo el poder, no deberían tener derecho a ser "olvidados".

Y debemos salvaguardar un respeto radical por la privacidad y el anonimato de todo el mundo y de los grupos de ciudadanos independientes que se unen para resolver problemas.

Tenemos que parar en seco esta demagogia, hábilmente disfrazada de tecnofobia sentimental, que nos dice que todos deberíamos ser identificados e identificables online por nuestro propio bien y, por supuesto, por nuestra propia seguridad. Si permitimos que permanezca abierta esta brecha represiva en el espacio virtual, estaremos a sólo un paso de su traslación al mundo físico.

En todo momento y en cualquier lugar, los crímenes han sido y deben seguir siendo perseguidos sin menoscabo de los derechos fundamentales. [1]

A nadie en su sano juicio, con una idea, ni que sea rudimentaria, de la historia, le pasaría por la cabeza exigir que, cuando llevamos una carta a una oficina de correos, la dejásemos abierta para que los empleados, cuando quieran y sin disponer de ninguna orden judicial, puedan echar un vistazo a lo que hemos escrito, no fuese caso de que fuéramos terroristas o pederastas, o simplemente expresáramos algo no acorde con una ley existente.

Transparencia y participación

Por otra parte, no queremos transformar la transparencia que hemos defendido como parte del movimiento 15M/Indignados en un valor moralista que sirva únicamente de decoración. En los tiempos que corren, a los abanderados de la Transparencia y Participación les gusta anunciar programas colaborativos, que quizás en realidad no lo son, o que son insuficientemente abiertas y están mal gestionadas; listas abiertas que en realidad no son abiertas, o lo son demasiado o son demasiado escasas; o cuentas transparentes imposibles de descifrar. Es el poder de la propaganda contra el poder de la inteligencia y ya sabemos quién va a ganar: aquél al que le toque escribir la historia.

“Transparencia y participación” son las nuevas promesas de la demagogia 3.0. Esto es lo que ocurre cuando se le hurta a la gente que lucha, y desde donde lucha, un hipotético proyecto de cambio radical transformándolo en un eslogan con el copyright de una marca electoral que tiene planes hegemónicos para todos nosotros. “Transparencia y participación” se vuelve “la dictadura del proletariado” de la posmodernidad.

“Ellos” no pueden ser los garantes de la “transparencia y participación”. Debemos sentar las bases para que ambas puedan ser controladas como bienes comunes, al igual que se hace en muchas comunidades en línea o como el Partido X propone en su plan “Democracia y punto”. "Transparencia y participación" sin una hoja de ruta para la corresponsabilidad, el empoderamiento y el liderazgo distribuido entre la sociedad civil, son sólo un espectáculo de cara a la galería.

Queremos que la transparencia continúe siendo una herramienta eficaz para la acción y la transformación, para la democracia real.

Por esta razón debemos preguntarnos no sólo cómo sentar las bases para acceder y liberar información, sino también qué hacer con esta información y a quién le toca hacer algo con ella.

Mientras luchamos por crear nuevas instituciones que tengan estas bases, las filtraciones ciudadanas han demostrado repetidamente su incalculable valor para desmantelar el ecosistema de corrupción, que ha permitido hasta ahora la continuidad de las instituciones previas.

De lo humano y lo divino y el papel de la prensa en todo ello

Con la creación de 15MpaRato, la denuncia que hizo avanzar el caso Bankia y, un año más tarde, con la filtración de los correos electrónicos de Blesa, los documentos que sacó a la luz el escándalo de las “targetas black de Bankia” que implicaba a todos los partidos políticos y las principales centrales sindicales de España, hemos aprendido muchas cosas. Una de ellas, totalmente inesperada: no es difícil imputar a banqueros y políticos; lo difícil es que la gente sepa que no ha sido por obra de sus iguales, sino de gente normal y corriente.

Ni la prensa, ni los partidos políticos, ni los jueces, ni siquiera los distintos gobiernos han estado dispuestos a contar esta historia y a reconocer que cualquiera puede hacerlo. Ninguno de ellos quiere perder esa aura divina, ninguno quiere reconocer que, sin la multitud de personas que han decidido pasar a la acción, nada de todo esto sucedería. Así es como están las cosas, a pesar de que el 15M las sacó todas a relucir.

Como ciudadanos de a pie, y siendo parte implicada en la acción judicial contra Bankia, descubrimos que se requiere un enorme esfuerzo para obtener un simple informe, o para que un tribunal acepte un elemento de prueba, o para que un testimonio sea tomado en cuenta por la prensa, y no sea cooptado por los partidos políticos.

El giro contra la corrupción que ha tenido lugar en España desde el 15M se ha producido porque cada vez son más los ciudadanos que están enarbolando esta bandera, que están dispuestos a luchar, que pueden conseguir que se haga público un informe, que pueden lograr que se admitan pruebas, o que pueden divulgar la declaración de un testimonio. Y porque no estamos solos. Somos unas redes con mucho apoyo. Cuando uno de nosotros cae, sabemos que alguien tomará el relevo.

A pesar de ello, los medios de comunicación suelen decir cosas como ésta: “Un informe de la CNMV (Comisión Nacional del Mercado de Valores) al que este diario ha tenido acceso, dice que…”

La imagen que una frase como esta ofrece de la CNMV (por lo demás, gente encantadora) es que trabajan de sol a sol diligentemente haciendo informes, y luego estos informes simplemente caen del cielo en algún bosque sombrío por el que, por casualidad, acertó a pasar un editor de periódico cualquiera y...

En nuestra humilde experiencia, estos informes se hacen sólo cuando no hay otra opción que hacerlos, cuando se les tiene contra las cuerdas y ya no pueden zafarse de nosotros. Dejaron caer a Rodrigo Rato (ex futuro presidente que hemos llevado a juicio), soltando lastre, sólo después de que se presentasen pruebas abrumadoras contra él durante dos años. Y la prensa tiene acceso a los informes porque a alguien, de uno u otro lado, le interesa que lo tenga.

El monopolio de la verdad vigente hasta la fecha es la Trinidad formada por los medios de comunicación, el gobierno y los partidos. Hay entre ellos un acuerdo tácito para ignorar cualquier cosa que se produzca fuera de este triángulo y que pudiera tener algún efecto en la historia.

En realidad, a la Trinidad le interesa, más que a nadie, que todo se quede como está.

Dicho lo cual, todavía hay centenares de periodistas que creen en la función social de su profesión, que investigan y saben lo importante que es colaborar con una ciudadanía activa. Con ellos debemos elaborar un nuevo contrato de colaboración que nos permita escribir la historia del mismo modo en que la estamos haciendo: juntos.

Colaborando podemos deconstruir el cuento de hadas con el que tratan de mantenernos pasivos. No sólo por dignidad y memoria histórica, sino también para dar alas al nuevo modelo, éste que está cambiando las cosas. Cuanto más sepamos, más creceremos, y cuantos más seamos, más éxitos vamos a conseguir.

Se trata de una urgencia. Porque, como siempre, cuando el sistema se ve arrinconado, redacta leyes que asfixian a la libertad para proteger el statu quo. Desde Wikileaks a Snowden, desde Annie Machon a Falciani, Gürtel, Pujol, o desde la Púnica a los correos electrónicos de Blesa y los papeles de Bárcenas, las filtraciones ciudadanas  se han ganado un hueco en los medios de comunicación, y han desentrañado conspiraciones de Estado activas durante más de 30 años.

Y la respuesta ha sido rápida: la ley "Torquemada", o los sistemas de vigilancia ocultos en la aparentemente inocua Ley Española de Cine [2] y, a nivel de la Unión Europea, el proyecto de Directiva sobre Secretos Comerciales que impulsa una nueva doctrina judicial según la cual, en aras a la recuperación económica - una excusa que nunca pasa de moda -, se criminaliza cualquier revelación que pueda afectar al secreto de cualquier negocio privado.

Todos los casos mencionados anteriormente, relacionados con la corrupción financiera del gobierno español - Falciani, Gürtel, el caso Pujol o la Púnica e incluso los correos electrónicos de Blesa y los papeles de Bárcenas, no serían admisibles ante un tribunal, mientras que los que los denunciaron serían tratados como criminales. Et voilà!

De lo que se trata, en realidad, es de establecer una alianza entre profesionales de la información y los ciudadanos que han decidido sacar a la luz informaciones necesarias, que incluya un reconocimiento mutuo de los esfuerzos de cada uno y de las responsabilidades comunes, con el objetivo de tumbar las leyes de vigilancia y censura, defender las filtraciones y a los filtradores, y ofrecer un medio de protección recíproca ante la imposición de controles y restricciones a las libertades de expresión y de acción.

La meta es conseguir una sociedad civil empoderada que pueda acceder libremente a la información y utilizarla para velar por sus propias instituciones.

A esto algunos le llaman democracia.

La paradoja del anonimato y el reconocimiento

Es por esto que es tan importante que luchemos por la protección de las fuentes y que lo hagamos para que la prensa, los gobiernos, las instituciones y los partidos políticos reconozcan dicha protección.

Mantener nuestra privacidad, y que se nos reconozca, no son ideas contrapuestas. Los zapatistas lo explicaron muy bien cuando dijeron “Escondemos la cara para que se nos vea”.

No es importante saber exactamente quien actúa, pero sí es importante saber que, en todas partes, hay personas que desempeñan un papel activo en situaciones en las que las instituciones no están cumpliendo con sus funciones. Y que, si no hay una ninguna que lo esté haciendo en este momento, probablemente la habrá. Todo el mundo debería tener el derecho, la posibilidad de denunciar abusos sin sufrir represalias, aunque nunca ejerza ese derecho. Sin excepciones, ni peligros o persecuciones ocultas, y sin destruir la vida y la privacidad de la gente.

Esto debe establecerse y protegerse en cualquier Estado basado en el imperio de la ley. Una vez más, exigir protección jurídica de nuestra información no debería llevarnos a culpar a la tecnología. El respeto es una cuestión política, de leyes y libertades, como ha sido siempre, antes y después de la llegada de Internet.

La circulación de la información puede ser utilizada en beneficio nuestro, y también en contra.

En el quinto año de la era del movimiento 15M/Indignados, sabemos que vamos avanzando, defendiendo y haciendo un uso colectivo e implacable de nuestro derecho a conocer y a informar, a ser vistos y reconocidos sin miedo a ser perseguidos, y a defender estos derechos. Nos vamos organizando.

Notas:

[1] "La vigilancia invasiva, así como la recogida y almacenamiento de datos personales derivados de la comunicación digital - si es parte de programas de vigilancia selectiva o masiva -, no sólo puede violar el derecho a la privacidad, sino también una serie de otros derechos fundamentales." Informe del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, disponible aquí.

[2] En la Ley del Cine, "más de 1 millón de euros se utilizarán para sistemas de escucha en "entornos hostiles" y otros 4 millones para geolocalización a través de teléfonos celulares".

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