Uno de los factores agravantes de los incendios, según un informe del Programa para el Medio Ambiente de la ONU, es el calentamiento global, que hace que las sequías sean más largas y que los incendios sean más frecuentes.
Pero numerosos expertos coinciden en señalar que la razón principal de los catastróficos incendios en Chile parece ser el mal uso del suelo forestal. Miguel Castillo, experto en incendios del departamento de Gestión Forestal y Medio Ambiente de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile, afirmó que la tala de vegetación originaria de la zona centro de Chile, sumada a la reforestación que se viene haciendo desde hace más de cinco años con pino y eucalipto, dos especies invasoras, incrementaron el riesgo de fuego.
Castillo explicó a la agencia de noticias EFE que el problema no es que estas especies sean más combustibles que otras, sino el lugar donde han sido plantadas.
En Chile hay más de tres millones de hectáreas de Pino y Eucalipto usados para reforestar en las regiones afectadas por los mega-incendios: Maule, Ñuble, Biobío y Araucanía.
El pino y el eucalipto son dos de las especies más usadas para reforestar en América Latina. Sin embargo, expertos y ambientalistas han advertido que se vuelven un monocultivo y, además, no son especies nativas. Lo anterior hace que el bosque nativo no se pueda recuperar, las dos especies no permiten que los suelos se regeneren y afectan a las fuentes hídricas.
Según Óscar Castillo, ingeniero ambiental colombiano, el impacto que sufren las especies nativas de las zonas donde se planta pino y eucalipto es alto. Ambas especies absorben cantidades importantes de agua para sobrevivir, que captan de pozos subterráneos, fuentes cercanas o quebradas. Paradójicamente, los bosques están dejando sin agua a una comunidad, dijo Castillo, “y si hay nacederos cerca, en un futuro los van a extinguir”. Así mismo la fauna autóctona sufre, y las aves y otras especies no llegan a los lugares de estos cultivos por falta de alimento.
Lo más grave de estos cultivos es que son árboles alelopáticos, es decir, que no permiten que nada crezca a su alrededor porque las hojas acidifican el suelo lo que tiene como consecuencia, a medio plazo, la desertificación y la aridez del territorio que ocupan.
En Chile las extensas reforestaciones hechas con estas dos especies de árboles han provocado que los suelos se desertifiquen y que las zonas en las que habitan sean mucho más proclives a los incendios.
Si bien Boric ha actuado con rapidez para ayudar a los damnificados, su gobierno debe ir más allá para entender cómo detener los incendios actuales y evitar que se repitan. El cambio del uso del suelo es reversible, pero implica una ardua labor y acciones como: crear bancos de semillas, reintroducir especies nativas de forma gradual, contener la erosión a través del abancalamiento, y aportar nutrientes al suelo.
Así, la restauración del bosque nativo, mucho más resiliente al fuego que los monocultivos, es una asignatura pendiente, y la intervención reguladora restrictiva de la silvicultura industrial, que favorece el monocultivo, puede se un instrumento a contemplar.
Sin duda, es un reto que la sociedad chilena tendrá que afrontar con determinación, implementando estrategias eficaces para la prevención de estos incendios catastróficos que ya se suceden, con distinta intensidad, año tras año.
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