
Pedros Passos Coelho, lider de la coalición PAF (PSD/CDS) y Antonio Costa, lider de la oposición (PS). Sapo Fotos. Todos los derechos reservados.
Portugal acude a las urnas el 4 de octubre sin alternativa real a los principales partidos. En los últimos años, el país ha compartido con sus homólogos del sur de Europa muchos rasgos comunes: una dura recesión económica, una alta tasa de desempleo, una austeridad insoportable y numerosos escándalos de corrupción. Y sin embargo, no hemos presenciado el surgimiento de partidos radicales y anti-establishment.
Portugal salió de su programa de rescate en 2014 y la situación económica mejora lentamente. Aún así, y a pesar de que los recortes sociales, el desempleo, la baja productividad y una grave crisis demográfica siguen siendo serias amenazas para su futuro, el sistema bi-partidista portugués se mantiene estable.
En Grecia, el PASOK, un partido de centro-izquierda tradicional, se desplomó, mientras que Syriza obtuvo una victoria aplastante, con un apoyo en las urnas del 35 por ciento. En España, el PSOE, un peso pesado, vio caer la intención de voto hasta el 20 por ciento según encuestas realizadas en julio de este año, mientras que el emergente Podemos llegó a amenazar con el sorpasso en algunas encuestas de opinión de principios de 2015. El centro-derecha es igualmente inestable, como lo refleja aparición de Ciudadanos, que cuestiona la hegemonía tradicional del PP.
Por el contrario, en Portugal las encuestas reflejan un empate técnico entre la coalición PSD / CDS de centro-derecha y la oposición, el Partido Socialista de centro-izquierda, que tienen entre un 32 y un 40 por ciento de intención de voto cada uno. ¿Por qué es Portugal una excepción en el sur de Europa?
El estado de la política interna
En marzo de 2011, después de haber quedado claro que Portugal necesitaba un rescate, el líder del Partido Socialista en la época, José Sócrates (actualmente bajo arresto domiciliario por acusaciones de corrupción) dimitió tras la negativa del parlamento para aprobar un plan de austeridad. Las elecciones posteriores fueron ganadas por el PSD, un partido de centro, que formó coalición con el partido de centro derecha, el CDS-PP. Este escenario salvó a los socialistas de ser asociados con la aplicación del plan de rescate.
La existencia de un Partido Comunista relativamente fuerte y estable es otra característica específica de la política portuguesa. Fortalecido por un electorado fiel, este partido tiende a atraer aproximadamente el 10% de los votos, y deja poco espacio para los movimientos emergentes.
Inclinándose hacia la extrema izquierda, los partidos radicales, potenciales equivalentes a Podemos y Syriza, permanecen profundamente divididos e incapaces de presentar una alternativa competitiva. La intención de voto del Bloque de Izquierda asciende a 7,5 por ciento mientras que el apoyo al partido Livre oscila entre el 1 y el 2 por ciento.
Algunos factores culturales y demográficos pueden añadirse como posibles causas de esta falta de alternativas políticas creíbles en Portugal. Por un lado, los jóvenes, que disponen de muy pocas oportunidades, tienden a preferir emigrar en lugar de participar en la contestación social. Por otro lado, la abstención alcanza históricamente cuotas muy altas. En las elecciones legislativas de 2011 alcanzó el 41,9 por ciento y en las últimas elecciones presidenciales llegó hasta el 50 por ciento. En comparación, España, Italia y Grecia presentan tasas de participación mucho más altas.
Esta pasividad relativa ha sido también relacionada con la falta de una división regional interna o a una dictadura que fue menos sangrienta y algo menos intrusiva en comparación con España o Grecia. Sin embargo, estas explicaciones tienden a ser más especulativas que factuales, y quedan lejos de ofrecer una explicación exhaustiva de lo que realmente sucede en Portugal.
Los movimientos sociales son incapaces de generar organizaciones políticas
No es que la sociedad civil en Portugal sea particularmente débil en comparación con la sociedad civil en Italia o España, sino que la dificultad de los movimientos sociales para generar organizaciones políticas tiene razones sociológicas e históricas profundamente enraizadas.
Algunos historiadores señalan que la sociedad civil portuguesa viene determinada por cuatro factores principales. En primer lugar, una herencia católica. En segundo lugar, una tradición de mutualidad, asistencial y de autoayuda. En tercer lugar, una larga historia de control político autoritario. Por último, la transición democrática llevó a las agencias estatales a una creciente dependencia de la labor de organizaciones privadas sin fines de lucro. Así pues, resulta que la influencia de la sociedad civil en el sistema político se ha visto limitada debido a su enfoque prominente en el asistencialismo y la prestación de servicios sociales (48 por ciento) en detrimento del activismo y temas educativos.
Según una categorización generalmente aceptada, hay tres factores fundamentales para que los movimientos sociales sean un éxito: oportunidad política, capacidad de organización y la capacidad de movilización en el contexto. Es innegable que, en Portugal como en otros lugares, la oportunidad política surgió con la gran recesión económica. También se estableció un marco de movilización alrededor del rechazo a las medidas de austeridad y a los recortes sociales. Sin embargo, la sociedad civil portuguesa careció de una capacidad organizativa adecuada.
En España, esta movilización organizada fue liderada por el movimiento de los 'Indignados', y en Grecia, por el 'Espacio para el Diálogo para la Acción Unitaria y Común de la Izquierda'. Al organizarse, estos movimientos lideraron la movilización y canalizaron el movimiento hacia la búsqueda de objetivos similares, estableciendo una relación con los medios de comunicación y el gobierno, y asegurándose la capacidad de financiar su causa y perseguir sus objetivos.
María Flor Pedroso sostiene que el fenómeno Syriza 'no es replicable' en Portugal. En el sistema de partidos español y griego sólo fue posible ir más allá de la política tradicional gracias a una masa crítica de gente movilizada que mostró un vibrante interés en la política, pero según el European Social Survey, el 40% de los portugueses no tienen ningún interés en la política. Esto contrasta con un 30% en España o el 20% en Italia).
¿Problema democrático?
El hecho de que la sociedad civil portuguesa no lograra replicar el surgimiento de nuevos partidos radicales no significa que no haya espacio político para dichos partidos en el sistema actual. Dejando a un lado su filiación ideológica, ya sea si se inclinan hacia la izquierda o la derecha, la idea principal es que, al contrario de lo se cree, la endeblez de la sociedad civil portuguesa no tiene la culpa de la falta de alternativas políticas. En el contexto de un sistema paternalista, que se centra demasiado en la asistencia y en el que los intereses populares son canalizados a través de los partidos tradicionales, los movimientos sociales deben redirigir su energía hacia el establecimiento de un nicho adecuado, asegurando que la infraestructura esté preparada antes de empezar a construir la organización.
La situación económica está mejorando en Portugal y los peores días de la crisis quedaron atrás, pero todavía existe una crisis de representación democrática. En las elecciones del 4 de octubre sólo pueden ganar los dos principales partidos y no hay alternativas factibles. La falta de soluciones relativas al rescatado Banco Espirito Santo o los severos costos sociales que la austeridad supuso para la sociedad portuguesa, como refleja el Índice de Desarrollo Humano de la ONU para el 2013, no son contestados por la población. La debilidad de la participación ciudadana, esencial para la calidad de la democracia y la integridad nacional, podrían dejar el creciente deterioro de la justicia social y el aumento de la desigualdad sin respuesta.
Para superar esta crisis de representación lo que necesitamos es una sociedad civil diversificada, que vaya más allá de actividades asistenciales y potencie unas organizaciones de movimientos sociales adecuadas. La idea principal es que Portugal carece de un sistema político verdaderamente participativo y responsable, que sólo podrá emerger si los ciudadanos están dispuestos a tomar parte activa en los asuntos políticos y, al mismo tiempo, se establecen los canales adecuados para hacerlo. Los resultados esperados de las próximas elecciones podrían una vez más subrayar la urgente necesidad de que empiece a cuajar la innovación política.
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