El jueves 15 de septiembre, el Colectivo de Derechos Humanos “Nicaragua Nunca Más” denunció que dos ciudadanas, madre e hija, de doble nacionalidad nicaragüense y francesa fueron detenidas de forma ilegal mientras buscaban al esposo de una y padre de otra, Alberto Álvarez, opositor al gobierno del presidente Daniel Ortega.
Con estas nuevas capturas la profunda crisis sociopolítica en Nicaragua parece ahondarse cada vez más. “Jeannine Horvilleur Cuadra, de 63 años y Ana Carolina Álvarez Horvilleur, de 43 años, fueron detenidas a altas horas de la noche y trasladadas a la Dirección Nacional de Auxilio Judicial, El Chipote”, declaró el abogado del Colectivo, Gonzalo Carrión, en declaraciones telemáticas a medios de comunicación.
Según la denuncia, la policía buscaba a Álvarez, quien huyó al exilio y solicitó protección internacional. Al no encontrarlo en su domicilio, detuvieron a su esposa e hija. Estas detenciones muestran la profundicación de represión sobre la sociedad civil que el gobierno Ortega viene aplicando: amenazar y encarcelar a familiares de opositores.
Periodistas silenciados
Un ejemplo es el de la hija del periodista Juan Lorenzo Holmann, gerente general del Diario LA PRENSA, quien está en el exilio desde que capturaron a su padre, quien permanece en las celdas de la Dirección de Auxilio Judicial (DAJ) desde agosto de 202. Holmann fue acusado del delito de lavado de dinero (el más común que el gobierno aplica a los opositores) en marzo de 2022.
En el marco del 77 período de sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas, Renata Holmann aseguró que teme por su vida y que, además teme por la vida de sus otros familiares que viven en Nicaragua ya que es común que amigos y familia de los opositores capturados sean perseguidos, hostigados o apresados también.
Para los presos cuyas familias siguen en el país la situación es dolorosa: ninguno ha podido recibir visitas de sus esposas e hijos. Solo les queda enviar mensajes a través de las redes sociales, ya que hay algunos que llevan un año o más tiempo detenidos e incomunicados.
El miedo es tan grande, que los periodistas nicaragüenses exiliados (más de un centenar) prefieren no firmar sus artículos, o firman bajo seudónimos para evitar poner en peligro a sus seres queridos que siguen en el país.
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