Bolsonaro, sin embargo, no está solo. Su base electoral es muy fuerte. El martes 4 de octubre recibió el respaldo de los gobernadores bolsonaristas de los tres mayores estados de Brasil, entre ellos Sao Paulo, principal colegio electoral del país.
La presidencia de Bolsonaro ha estado marcada por su autoritarismo y el neoliberalismo, atacando los temas sociales fundamentales. Aceleró el avance de la deforestación en la Amazonía brasileña, profundizó la precariedad del sistema de salud brasileño y desatendió la crisis social y sanitaria del país que, por su amplitud geográfica, es difícil de atender.
A lo largo de la campaña, Bolsonaro ha planteado los comicios como una lucha entre el bien y el mal y ha presentado a Lula como alguien satánico, mientras él, partidario de la violencia y del discurso de odio, se muestra como garante de los valores conservadores y cristianos del país. Lula, por su parte, ha buscado un mensaje de moderación y esperanza, y decidió ampliar su base electoral con acuerdo como el que alcanzó con su candidato a la vicepresidencia, Geraldo Alckmin, ex rival suyo a la derecha a quien derrotó en las elecciones de 2006.
Esta elección será la primera en Brasil luego de la pandemia que golpeó con dureza al país y dejó más de 685.000 muertes, mientras Bolsonaro frivolizava con la enfermedad comparaba la Covid-19 con una "gripecita", ridiculizaba a los enfermos, promovía fármicaos demostradamente ineficaces y se mostraba escéptico sobre las vacunas para combatirlo.
En 2021, la economía brasileña entró en recesión. Si bien volvió a crecer desde hace casi un año, la mejora está lejos asegurar lo que los brasileños esperan del gobierno. Hoy el 15% de la población pasa hambre y más de la mitad, 125 millones de personas, padecen algún grado de inseguridad alimentaria, según un estudio de la red Penssan.
Lula ha tomado la delantera en la contienda presidencial y ha conseguido que el relato de la esperanza en un país mejor venza al miedo y las amenazas. Necesita sumar un 1,5 % a los votos que ya obtuvo, mientras que Bolsonaro necesita movilizar a su favor un 6.9%. Ahora es necesario que asegure la posición de liderazgo y que tenga la fuerza suficiente para gobernar, ante una crisis económica y geopolítica de dimensiones catastróficas, y la difícil tarea de reconciliar a un país roto, herido y desquiciado por cuatro años de extrema derecha.
Pero los vientos de cambio soplan ahora a su favor. Si aún así, Lula pierde el próximo 30 de Octubre, Brasil se enfrentará a otro período oscuro con Bolsonaro al frente, asegurándose una regresión democrática, ambiental y social sin precedentes.
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