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Venezuela, un asunto de alto riesgo para China

Los expertos reconocen que China ha cometido errores graves en sus relaciones con Venezuela al tiempo que el líder de la oposición, Juan Guaidó, reclama el poder. English.

Matt Ferchen
6 febrero 2019
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14 de septiembre de 2018, Beijing, China: El presidente venezolano Nicolás Maduro deposita una corona de flores en el Monumento a los Héroes del Pueblo en la Plaza de Tian'anmen de la capital e China. Xinhua/Yin Bogu/PA Images. Todos los derechos reservados.

La volatilidad de la situación política en Venezuela se incrementó todavía más el 23 de enero cuando el líder de la oposición Juan Guaidó se declaró presidente interino del país.

La iniciativa de Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional cuando fue despojada en 2017 de su poder legislativo – que pasó a ser asumido por un Tribunal Supremo de Justicia formado por legisladores leales al presidente Nicolás Maduro -, ha provocado un aumento del grado de agitación interna y las divisiones internacionales.

Estados Unidos, Canadá y varias economías importantes de América Latina como Brasil, Argentina, Colombia, Perú y Chile ya reconocieron a Guaidó, en su calidad de presidente de la desposeída cámara legislativa, como líder legítimo de Venezuela.

Por otra parte, Rusia ha condenado lo que califica como intento de hacerse con el poder, y otros países como México y Uruguay insisten en la necesidad de una negociación política pacífica que pueda allanar el camino hacia una convocatoria de nuevas elecciones.

Sin duda uno de los países más comprometidos con Venezuela es China, que le ha otorgado préstamos desde principios de siglo por más de 60 mil millones de dólares.

La negativa de Beijing a reconocer el rol que han jugado sus préstamos y su respaldo diplomático en el deterioro de la situación venezolana ofrece varias lecciones valiosas.

Según China y otros países que respaldan al gobierno de Maduro, está en juego la soberanía del país y una gobernanza libre de interferencias foráneas.

En un pronunciamiento típicamente evasivo, Hua Chunying, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores chino, dijo: “Llamamos a todos los actores involucrados a mantener la calma y la racionalidad y a buscar una solución política en el marco de la constitución venezolana a través de un diálogo pacífico. China respalda los esfuerzos del gobierno de Venezuela para salvaguardar la soberanía nacional, la independencia y la estabilidad del país. China siempre ha respetado el principio de no injerencia y objeta la intervención externa en los asuntos internos de Venezuela”.

China ha respaldado a Venezuela política y económicamente a lo largo de su lento descenso hacia la compleja crisis humanitaria y financiera actual.

Pero la negativa de Beijing a reconocer el rol que han jugado sus préstamos y su respaldo diplomático en el deterioro de la situación ofrece varias lecciones valiosas que sus dirigentes y aliados internacionales no deberían ignorar.

Crónica de una crisis anunciada

En la primavera de 2012, el más importante think-tank chino especializado en América Latina, el Instituto de Estudios Latinoamericanos con sede en Beijing (ILAS), que forma parte de la Academia China de Ciencias Sociales, me invitó dar una charla sobre riesgos políticos en América Latina.

La elección del tema era curiosa, dada la ansiedad que generaba entonces la “Primavera Árabe” y las amenazas que ésta representaba para los intereses comerciales chinos en África y Oriente Medio.

Pero la casi simultánea rápida ampliación de relaciones diplomáticas, comerciales y financieras de China con la Venezuela de Hugo Chávez despertaban la curiosidad de algunos de formuladores de políticas y expertos chinos. Aunque los riesgos políticos de un país rico en petróleo era algo nuevo para mí, decidió aceptar el encargo.

Desde la creciente polarización social y política hasta la politización y mala gestión del sector petrolero, pasando por la preocupación por la salud de Chávez, estaba claro que Venezuela presentaba unos riesgos políticos mucho más considerables para cualquier inversor o prestamista, incluida China, que cualquier otro país del hemisferio occidental.

Sin embargo, aunque reconocieron las tendencias preocupantes presentes en Venezuela, los investigadores del ILAS llegaron finalmente a la conclusión de que los intereses económicos y diplomáticos de China no se verían afectados negativamente.

Razonaron que Venezuela tenía mucho petróleo y que China necesitaba mucho petróleo. Y que China disponía además de mucho dinero para pagarlo.

Avancemos la moviola unos seis años: el ungido sucesor de Chávez, Nicolás Maduro, apenas un par de semanas tras su reñida consecución de un segundo mandato, se encuentra con que una profunda crisis económica y humanitaria se ha apoderado del país.

China ni ha reconocido su papel e intereses en la crisis venezolana, ni ha tratado tampoco de intervenir para aliviar la difícil situación de uno de sus aliados más cercanos en las Américas.

La cuestión de cómo China debe entender y gestionar el riesgo político en Venezuela se convierte así en uno de los grandes temas - aunque a menudo ignorado - de las relaciones de China con América Latina y de sus esfuerzos por ser considerada un socio válido para el desarrollo en todo el mundo.

Se trata de una relación de superlativos: Venezuela tiene las reservas de petróleo más grandes del mundo, China es el mayor importador de petróleo del mundo y China le ha prestado a Venezuela más dinero que cualquier otro país del mundo.

Se ha caracterizado por la implicación de personalidades carismáticas, al menos del lado venezolano. Pero, desde hace mucho, se ha convertido en una debacle.

La profundización de la crisis venezolana ha motivado titulares y preocupación a nivel mundial. Sin embargo, China ni ha reconocido su papel e intereses en la crisis venezolana, ni ha tratado tampoco de intervenir para aliviar la difícil situación de uno de sus aliados más cercanos en las Américas.

¿Cómo se llegó a esta relación disfuncional? ¿Y qué nos indica acerca de los vínculos de China con América Latina y de su importante y publicitado empeño en estimular el desarrollo mundial y la cooperación Sur-Sur?

Una tormenta perfecta

La relación de China con Venezuela encaja en principio en el patrón de comercio, inversión y vínculos financieros basado ​​en materias primas que ha caracterizado sus relaciones con América del Sur durante la primera década del siglo XXI.

El auge de las llamadas commodities liderado por China entre 2003 y 2013 marcó el establecimiento de nuevos flujos comerciales masivos de productos agrícolas (soja), minería (cobre y mineral de hierro) y energía (petróleo) de Sudamérica hacia China.

China se convirtió rápidamente en el socio comercial número uno para países como Brasil, Chile y Perú. Y Venezuela, con sus enormes reservas de petróleo, aparecía como el socio perfecto para el mayor importador mundial de crudo.

Chávez vio en China el socio que necesitaba para controlar el abundante suministro de petróleo del país e implementar su agenda política nacional e internacional.

A pesar de que Venezuela ha ido hundiéndose en la crisis, China ha seguido proclamando, al menos oficialmente, la “complementariedad” natural de la relación - un lastre estabilizador en medio de la tormenta.

Desde el principio, sin embargo, la relación de China con Venezuela se ha diferenciado de todos los otros vínculos de China con países ricos en commodities, no solo en América del Sur sino en todo el mundo.

Chávez y el “súper banco” de China, el Banco de Desarrollo de China (BDC), crearon un partenariado diplomático y de préstamos por petróleo con el objetivo de mostrar las posibilidades de la cooperación Sur-Sur que propiciaba el surgimiento de China como actor global.

Pero esta historia, de lo que sirve es de advertencia contra la arrogancia y las consecuencias no deseadas.

Chávez vio en China el socio que necesitaba para controlar el abundante suministro de petróleo del país e implementar su agenda política nacional e internacional.

No solo se ajustó la expansión de las exportaciones a China con la retórica de Chávez en cuanto a la necesidad de diversificar la dependencia de unas exportaciones de crudo que se dirigían hasta entonces básicamente a Estados Unidos, sino que los acuerdos de préstamos por petróleo con el BDC (de 40 mil millones de dólares hasta la fecha de su muerte en 2013) proporcionaron un suministro ininterrumpido de recursos económica y políticamente canjeables que ningún otro acreedor internacional le podía proporcionar.

Al echar mano de la buena fe socialista y revolucionaria de China (por desvanecida o imaginada que sea), Chávez también encontró un socio oportuno, aunque reticente, para su agenda revolucionaria bolivariana en su país y en el exterior.

Del lado chino, lo que en principio era otra relación comercial y de inversiones eminentemente práctica con un país sudamericano rico en materias primas, se convirtió pronto en algo muy distinto.

En lugar de comprar petróleo venezolano como lo hacía la India, el CDB estableció una serie de acuerdos multimillonarios de préstamos por petróleo. Estos préstamos siguen constituyendo el mayor desembolso financiero que ha hecho China en relación a cualquier otro país.

Parte del entusiasmo del CDB por financiar a Venezuela durante los años de liderazgo de Chen Yuan, su aparentemente intocable presidente - y vástago del Partido Comunista Chino -, se explica por su objetivo de establecerse como principal financiador de los acuerdos energéticos mundiales.

No fue coincidencia que los mayores préstamos, entre ellos uno por valor de 20 mil millones de dólares en 2010, se produjeran al surgir nuevas fuentes ingentes de liquidez en torno al sistema financiero chino a resultas de la crisis financiera mundial.

Chávez y el CDB se convencieron de que ésta era una asociación no solo económica y políticamente astuta, sino viable. Pero ya en 2012 fue extendiéndose en Beijing una inquietud creciente sobre Venezuela y la salud de Hugo Chávez.

Desde casi todos los ángulos en que se mire, la relación China-Venezuela se ha vuelto totalmente disfuncional para los gobiernos, las empresas y los ciudadanos de ambos países.

Chávez murió en 2014 y le sucedió un líder en el que China tenía mucha menos confianza. Además, el precio mundial del petróleo se desplomó. Lo que siguió fue un desastre para el pueblo venezolano y socavó los motivos del interés chino en la relación.

El colapso casi absoluto de la producción petrolera de Venezuela implica que su gobierno no ha podido cumplir con los términos de los préstamos de más de 60 mil millones de dólares que tiene concedidos.

Ha habido un incumplimiento de facto por su parte y menos envíos de petróleo de los que habían sido acordados con China. Y lo que es todavía peor, la crisis de la producción petrolera venezolana ha contribuido a un alza de los precios mundiales de crudo, con lo que la factura total por importación de petróleo china ha aumentado.

Desde casi todos los ángulos en que se mire, la relación China-Venezuela se ha vuelto totalmente disfuncional para los gobiernos, las empresas y los ciudadanos de ambos países.

Lecciones amplias

Como era de esperar, ni las autoridades chinas ni las venezolanas reconocen públicamente que su relación no ha cumplido con las altas expectativas que tenían hace más de diez años.

China ha reducido drásticamente el alcance de su política de préstamos en los últimos años, pero ante cada nueva señal de empeoramiento de la crisis venezolana, los responsables de la política exterior china han ido haciendo declaraciones en las que reiteran sus esperanzas de “estabilidad” en Venezuela.

China se ha negado a implicarse en los esfuerzos regionales de América Latina, como lo ha hecho el Grupo de Lima, para ayudar a Venezuela a encontrar un camino más sostenible. China se ha lavado las manos de la crisis, que facilitó primero y luego no ha hecho nada por ayudar a resolver.

Existía una fuerte creencia en China de que los vínculos complementarios basados ​​en el petróleo, sustentados ​​en unos lazos aparentemente inquebrantables entre el líder supremo de Venezuela y la banca estatal china, no podían descarrilar.

Más allá de los fallos que se han producido en la asociación de China con Venezuela, lo cierto es que su relación tiene implicaciones más amplias que con frecuencia pasan inadvertidas.

Está claro que el caso de Venezuela sigue atestiguando la manera en que los investigadores y los representantes gubernamentales y empresariales chinos entienden, o malinterpretan, los riesgos políticos en América Latina y más allá.

Existía una fuerte creencia en China de que los vínculos complementarios basados ​​en el petróleo, sustentados ​​en unos lazos aparentemente inquebrantables entre el líder supremo de Venezuela y uno de los campeones de la banca estatal de China, no podían descarrilar.

Ambas partes pensaban que, a través de acuerdos de préstamos por petróleo, China se aseguraría no solo los flujos de petróleo que necesitaba sino también el reembolso de los préstamos, a la vez que se mantendría inmune a cualquier vicisitud de la economía y la política venezolana.

Todas estas suposiciones se han ido al traste en Venezuela. Y sin embargo cabe señalar que China ha tomado decisiones similares en relación a otros países en desarrollo ricos en recursos tanto en África como en Asia.

Es difícil encontrar un equivalente a la Venezuela de Chávez, pero el Zimbabwe de Mugabe o la Camboya de Hun Sen presentan circunstancias parecidas. La deuda masiva que conformó esta relación, basada en la deuda que China creó con Venezuela, es una señal de alerta para deudores y prestamistas, ya que China tiene la intención de ampliar su plan de infraestructuras del Cinturón y la Ruta de la Seda.

Pensamientos finales

En los más de seis años que han transcurrido desde la presentación que realicé para  el ILAS, he ido escribiendo, hablando y enseñando acerca de este choque de trenes a cámara lenta que ha representado la relación entre China y Venezuela.

Por supuesto, Estados Unidos ha cometido errores más graves en América Latina y en otros lugares, pero algo debería cambiar del lado chino.

Como país empeñado en mejorar la gobernanza climática tanto a nivel nacional como internacional, China debe comprometerse con Venezuela a pensar formas innovadoras para desarrollar los recursos petroleros del país de manera sostenible.

Dado el creciente papel de China como importante prestamista de energía e infraestructuras, es preciso que reconozca con honestidad su experiencia en Venezuela.

La política exterior china y sus funcionarios financieros no consiguen adoptar un enfoque más sensible y empático hacia América Latina y otras regiones en desarrollo.

Habiendo reflexionado durante años de investigación sobre China y Venezuela y de enseñanza en una universidad china (dejé la Universidad de Tsinghua el verano pasado), creo que a pesar de que he aportado lo que considero una visión constructiva pero crítica de la relación entre China y Venezuela, ni una sola vez se me ha contradicho directa o indirectamente.

De hecho, ha ocurrido todo lo contrario, tanto en conferencias de expertos, como en entrevistas con medios de comunicación u otros foros. Lo que no deja de ser sorprendente, considerando la reputación que tiene China de ser especialmente susceptible a las críticas a su política exterior o a la falta de libertad intelectual de sus instituciones públicas.

Me han escuchado siempre educadamente, pero sin embargo la política exterior china y sus funcionarios financieros no consiguen adoptar un enfoque más sensible y empático hacia América Latina y otras regiones en desarrollo. Solo así podrían evitar caer en los mismos errores que han cometido otras potencias mundiales.

Este artículo fue publicado previamente en Diálogo Chino. Lea el contenido original aquí.

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