A fines de marzo, las maras de El Salvador se tomaron las calles del país, disparando a discreción a quienes se cruzaban por su camino. En apenas cuatro días, El Salvador registró 89 asesinatos, más que los 79 que el país registró en todo febrero. Solo el sábado, 26 de marzo, 62 personas fueron asesinadas, marcando el día más sangriento de la historia del país desde el fin de la guerra civil en 1992. Ante la grave situación, el presidente Nayib Bukele he declarado estado de emergencia en todo el país.
La noticia es un shock para los salvadoreños, que en los últimos dos años y medio se acostumbraron a vivir en relativa paz en lo que había sido previamente el país más peligroso del mundo fuera de situación de guerra.
Durante todo el siglo XXI, El Salvador registró alrededor de 60 o 70 homicidios por 100.000 habitantes, con años en que la tasa llegó a ser el triple de países como Brasil y México, ejemplos regionales conocidos por su inseguridad.
Cuando Bukele asumió el poder en junio de 2019, el joven presidente prometió luchar contra la violencia y declaró guerra contra la MS-13 y dos facciones del Barrio 18, las tres principales pandillas del país cuyos enfrentamientos y disputas territoriales resultan en altas tasas de violencia urbana. Y empezó a hacerlo inmediatamente. Uno de los primeros programas que aprobó como presidente es su Plan Control Territorial, que prometía aumentar la presencia militar y policial en las calles, entre otros objetivos. Ya en julio, El Salvador vivió su segundo mes más pacífico del siglo. Bukele se apresuró a celebrar la noticia. “No pensábamos que la reducción iba a ser tan rápida y tan grande'', afirmó en aquel momento.
¿Milagro de Bukele o corrupción?
En 2018, la tasa de homicidios en El Salvador fue de 52 por cada 100.000 habitantes. Ya el año siguiente, esa tasa cayó hasta 36. En 2020, se desplomó a menos de 20 y en 2021 a 17, tasas jamás vistas en la historia moderna de El Salvador.
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