Empezó a montar en monopatín a los 5 años y se convirtió en una sensación dos años más tarde, cuando se hizo viral un vídeo en el que se la veía practicando y realizando un salto de talón de dificultad imposible mientras lucía un vestido azul de hada. Por falta de fondos, ella y su madre viajaron en autobús durante tres días para regresar de su primera competición, a 3.000 km de distancia.
Rayssa no sólo es una inspiración para la gente de color en Brasil, donde las clases altas son abrumadoramente blancas y europeas, sino también para las niñas y las jóvenes. "Mi historia es la historia de todas las patinadoras que están rompiendo prejuicios, rompiendo barreras que dicen que el patinaje es solo para niños y hombres, y saber que estoy aquí y que puedo conseguir una medalla olímpica es muy importante para mí".
Por su parte, Rebeca Andrade también hizo historia al ganar la primera medalla de oro olímpica de Brasil en gimnasia femenina, después de haber ganado una medalla de plata a principios de la semana pasada.
Rebeca creció siendo una de ocho hijos criados por una madre soltera que trabajaba como empleada doméstica. Vivían en las pobres y densamente pobladas afueras de Guarulhos, a la sombra del aeropuerto internacional de São Paulo. Al no poder permitirse el transporte público, su madre iba a pie al trabajo mientras su hermano la llevaba a los entrenamientos en una precaria bicicleta que a menudo se averiaba.
Su ejercicio de suelo ganador, coreografiado con una mezcla basada en el éxito funk brasileño "Baile de Favela" ("Baile de las favelas"), hizo que el periodista André Silva la proclamara "el rostro de Brasil": "De origen humilde, como la mayoría de los brasileños, es el resultado de un programa estatal de iniciación al atletismo de la ciudad de Guarulhos".
"Me siento muy orgullosa de mí misma porque creo que he conseguido demostrar lo verdaderamente fuertes que son las mujeres, y es muy gratificante", dijo Rebeca durante su entrevista posterior a la medalla. También hizo que una nación, políticamente dividida y asolada por más de 550.000 muertes por Covid-19, tuviera un momento de alegría y exaltación.
En el momento que Rebeca hizo historia en Tokio, su mentora Daiane dos Santos no pudo contener las lágrimas mientras narraba los resultados como presentadora en la televisión brasileña. Abrumada por la ocasión, Daiane describe la euforia de ver a otra joven negra brasileña pobre alcanzar por fin la grandeza en los Juegos Olímpicos. "Los negros no podían practicar ningún deporte. Y hoy nuestra primera medalla vino de una joven negra".
Mientras el gobierno brasileño descuida y abandona su patrimonio histórico y cultural que acaba siendo pasto de las llamas, la gente de origen humilde inyecta un poco de autoestima a una nación agotada por la pandemia y por una gestión catastrófica que sueña con recuperar su lugar en el mundo.
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