
Manifestantes protestan por la subida del transporte público en Sao Paolo, Brasil, en Enero 2016. (AP Photo/Nelson Antoine) No es difícil darse cuenta de que Brasil, a punto de consumar una destitución presidencial, atraviesa un momento político difícil. Al mismo tiempo, la relación de la sociedad civil brasileña con la democracia y la política institucional también pasa por una fase turbulenta, marcada por tensiones y conflictos, aunque esto abre espacio para experimentos valiosos a la hora de buscar maneras de salir de la crisis.
Tres décadas después de la re-democratización del país, la lógica del gobierno de coalición basado en quid pro quo entre los partidos y los políticos que integran los poderes ejecutivo y legislativo ha llegado a su límite. Las hipotecas asumidas por actores de la clase política con sus compañeros y con empresas que financian legal e ilegalmente sus actividades, alcanzaron un calado y una complejidad que hace prácticamente imposible gobernar a favor de la gente. Así, para llegar al poder y permanecer en él, deben gobernar a favor de los intereses de la propia clase política y de quienes invierten millones en ella.
No es coincidencia que esto ocurra en el mismo período en que también llega a su límite la posibilidad de mejorar las condiciones de vida de los más pobres sin que ello afecte directamente a los intereses de los más ricos. Vimos el éxito de importantes, pero limitadas, políticas económicas y sociales que redujeron la pobreza y la desigualdad sin molestar demasiado a las elites – como la Bolsa Familia y la universalización de la sanidad pública. Pero ahora, parece llegado el momento de tomar medidas tales como los recortes y las reformas en la injusta estructura impositiva que cobra más impuestos a quienes tienen menos ingresos. Y de ahí surgen las disputas- y las frustraciones- más difíciles en la sociedad y en la vida política. Los ciudadanos se han dado cuenta rápidamente de la situación, y la reacción ha llegado de dos maneras distintas.
Por un lado, el creciente descrédito de la política institucional, fácilmente perceptible en conversaciones cotidianas y medida, por ejemplo, por el creciente número de papeletas nulas, votos en blanco y abstenciones en las elecciones. Por otra parte, llegan las manifestaciones en la calle, marcadas por el descontento por la falta de una verdadera democracia, lideradas por movimientos y organizaciones tanto de la izquierda como de la derecha, una tendencia observada no sólo en Brasil, sino en todo el mundo. Desde hace bastante tiempo, los políticos son vistos por la gente como los profesionales que menor confianza merecen, y hoy esta percepción podría estar más consolidada que nunca.
No hay una salida fácil para esta situación. Sin embargo, dado que la política institucional seguirá siendo crucial para la vida en sociedad, debemos buscar maneras para transformarla.
Una parte importante de la solución consiste en elegir para los cargos públicos a personas realmente comprometidas con soluciones justas y democráticas, que tengan legitimidad para representar las voces de la calle, que no estén vinculadas a los viejos engranajes de política institucional, y que sean capaces de actuar con un grado razonable de independencia y autonomía. En otras palabras, es necesario ocupar la política institucional con personas que tengan un historial de sólida actuación en múltiples causas, un compromiso demostrado con ciertos principios y prácticas, y que sean elegidas en campañas que superen los tradicionales vicios de las elecciones.
Fue con esto en mente que un grupo amplio y diverso de personas crearon Bancada Activista, un movimiento supra-partidario que intenta ayudar a que los activistas sean elegidos para gobernar la ciudad de Sao Paulo en las elecciones de 2016 . Pero esto no es una tarea sencilla, después de todo. Además del contexto de crisis descrito anteriormente, Sao Paulo es la ciudad más grande en América Latina, y allí el juego electoral es áspero y duro. Al mismo tiempo, su potencial transformador es muy evidente, y trae motivación, en medio de las malas noticias.
La Bancada Activista tiene tres objetivos específicos. El primero y más obvio, es atraer votos para los candidatos alineados con un conjunto de principios y prácticas, que tienen la confianza del movimiento por su historial de conocimientos de la sociedad civil y de la vida política, y que representan un potencial real para oxigenar el panorama político de la ciudad. Esto se ha hecho con el trabajo voluntario de mucha gente, actuando independientemente de los partidos políticos a los que están afiliados los candidatos, y constituye una forma de campaña electoral que no pasa a través de la estructura tradicional de los partidos (ahora vista con escepticismo por muchos brasileños, a pesar de su importancia). La Bancada Activista también moviliza apoyo técnico para las candidaturas, y ofrece apoyo social y emocional durante la jornada electoral, que no es fácil para nadie.
El segundo objetivo específico es construir relaciones de cooperación y aprendizaje con los candidatos que han recibido apoyo, sus equipos y varias otras organizaciones y movimientos que también buscan formas de desbloquear lo que todos vemos en la política y no nos gusta. Los problemas sólo se resolverán con muchas cabezas pensando juntas y con muchas manos trabajando juntas. Con motivaciones similares a las de Bancada Activista, han nacido recientemente otras iniciativas, entre las que destacan Muitxs, que busca elegir a activistas en Belo Horizonte, y Voto Legal, aplicación que facilita las donaciones de los ciudadanos a los candidatos que apoyan (algo importante, puesto que el financiamiento corporativo ha sido prohibido). Y vale decir que los partidos políticos son también actores clave, por supuesto, aunque limitados e insuficientes- y el diálogo con las personas que los conforman también es crucial.
El tercer objetivo específico es asegurar que todo el proceso sea registrado correctamente y genere aprendizajes relevantes no solo para los que participan directamente, sino para un grupo más amplio de personas interesadas en la política y en la democracia. La Bancada Activista es, ante todo, un experimento en constante construcción y reconstrucción, y que se aventura en algunos territorios poco conocidos en la política brasileña, teniendo en cuenta que la figura de un "comité cívico de campaña" ni siquiera está previsto por la ley, lo que nos sitúa en un lugar interesante (y a veces arriesgado) para innovar y aprender.
Si logramos un éxito razonable en estos tres objetivos específicos, esto nos llevará a alcanzar al objetivo general, que es desarrollar un formato colaborativo, pedagógico, supra-partidario y eficaz de campaña electoral cívica, que podrá ser replicado y mejorado en futuras ocasiones. En una realidad en la que las campañas electorales se llevan a cabo a través de las estructuras y procesos considerados anacrónicos y corruptos, esto puede ayudar no sólo a elegir a los candidatos capaces de cambiar el juego, sino también a volver a captar el interés de muchas personas que ahora se sitúan lejos de política, contribuyendo al fortalecimiento de la democracia. El camino es largo, obviamente, pero las reacciones positivas que hemos visto a las actividades de Bancada Activista, tanto en redes sociales como en medios de comunicación nuevos y tradicionales, nos muestran que no es un sueño tan lejano como parece.
En Brasil, y en todo el mundo, es cada vez más fuerte la demanda de sistemas políticos capaces de proporcionar una democracia real y profunda. También es cada vez más latente la necesidad de un sistema político capaz de garantizar la justicia social y ambiental, de reducir las desigualdades, de erradicar la pobreza y de fomentar un modelo de desarrollo que conserve y regenere la naturaleza. Bancada Activista no resolverá todos nuestros problemas. Pero, junto a varios otros experimentos que han surgido alrededor, puede marcar la diferencia. No podemos dejar de mencionar que sería sorprendente ver cómo la política institucional es ocupada por activistas con quienes muchos hemos salido juntos a las calles.
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