Como ha defendido ante sus seguidores la mentira de que las urnas electrónicas serán manipuladas, sus seguidores creen que tendrá esos 70 millones de votos, del todo inalcanzables. Lo contrario indicaría fraude electoral. La voluntad de una minoría, la emoción de los miembros de una secta – porque el bolsonarismo es una secta – se presenta como la voluntad de todos, como la verdad.
Otra de sus tácticas fascistas implica un comportamiento de Bolsonaro de larga data. Bolsonaro ganó las elecciones perpetrando discursos de odio contra las minorías: contra la comunidad LGBT, contra los negros y pobres, contra los quilombolas, contra las mujeres, contra los pueblos indígenas y contra la izquierda en general.
Bolsonaro dijo textualmente que, de ganar las elecciones de 2018, llevaría la disidencia y la oposición política al “final de la playa”, una expresión militar que se refiere al lugar donde se ejecutaba y torturaba a prisioneros políticos durante la dictadura (1964-1985). En otras palabras, Bolsonaro dijo claramente que su especialidad es matar.
Y no se trataba de ningún farol. A través de su negacionismo y políticas irresponsables, como la promoción de medicamentos ineficaces para tratar la enfermedad durante la pandemia de Covid-19, Bolsonaro contribuyó de alguna manera a la muerte de 700.000 personas. Bolsonaro también ha hecho la vista gorda o desatendido la acción criminal ante los traficantes ilegales de madera y minerría en tierras indígenas, así como ante el asesinato de líderes políticos.
Sin embargo, cuando Lula caracterizó a Bolsonaro como genocida en una entrevista reciente, Bolsonaro, quien está siendo acusado de genocidio en la Corte Penal Internacional, cometió hostigamiento legal contra el expresidente, acusando al actual favorito para ganar las elecciones de discurso de odio.
Esta es la otra característica del fascismo: la inversión de valores, la corrupción de los hechos. Quien pronuncia discursos de odio es Bolsonaro. El que hizo una campaña basada en el discurso del odio es Bolsonaro. A lo largo de cuatro años, Bolsonaro ha pronunciado discursos de odio contra los periodistas, contra la prensa en general, contra dirigentes políticos. Sin embargo, ahora invierte las cartas mediante el acoso legal, emitiendo siete citaciones al Tribunal Superior Electoral en las que acusa a Lula de incitación al odio.
Ahora que la campaña electoral ha comenzado en serio, Bolsonaro no esconde las distintas formas con las que está radicalizando sus tácticas fascistas.
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Texto basado en la video columna "O informante" producida por democraciaAbierta. Véala completa aquí:
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