Es importante recordar que una cosa es firmar el Acuerdo, un acto simbólico, y otra ratificarlo, lo que supone adquirir y ejecutar compromisos y responsabilidades.
Esta situación disminuyó las expectativas de la COP1 Escazú que tiene menos ratificantes de los que se esperaba, lo que deja en evidencia que el medio ambiente y quienes lo protegen no son prioridad para los gobiernos de la región.
Para Sandra Vilardy, profesora universitaria y directora de la iniciativa colombiana Parques cómo Vamos, afirmó que "acelerar con sentido de urgencia las transformaciones necesarias para enfrentar las crisis de biodiversidad, el cambio climático y sus consecuencias sólo se logrará si se ratifica el Acuerdo de Escazú".
Esta reflexión al parecer tuvo eco en las palabras de apertura del presidente chileno, que dijo: "El Acuerdo de Escazú nace como respuesta a las necesidades urgentes de nuestra región, que lamentablemente se ha convertido en la zona más peligrosa del mundo para los defensores del medio ambiente. Y encarna profundos anhelos de los pueblos que viven en este rincón del Sur Global: anhelos de paz, anhelos de justicia, anhelos de acción decidida en medio de la crisis climática y la degradación ambiental que estamos enfrentando".
Esas palabras, sin embargo, no se reflejan en acciones. Chile no ha ratificado el Acuerdo y para completar el panorama sobre firmas, ratificaciones o futuras adhesiones, permanece sin registrarse la firma la de los siguientes Estados: Bahamas, Barbados, Belice, Cuba, El Salvador, Honduras, Surinam, Trinidad y Tobago, y Venezuela.
Ante este panorama los “Legisladores por el Ambiente” circularon un fuerte llamado a sus colegas en América Latina que aún no han logrado aprobar dicho instrumento, entre muchas iniciativas de muy diversa índole que incluyen las de varias ONGs y coordinadoras de comunidades indígenas, para que continúen trabajando en pro de conseguir la ratificación de los países que aún no lo han hecho.
Las delegaciones de Costa Rica y de Chile, al igual que las de Colombia y Perú, participaron en la cita en calidad de Estados observadores, invitados a presenciar el evento.
Colombia, por su parte, después de pocos días de haber terminado la COP1 Escazú, tuvo un primer avance en el Senado con relación a la aprobación del Acuerdo. La coincidencia de esta decisión con la presencia del Alto Emisario de la Unión Europea (UE) puede recordar que durante la COP26 en Glasgow, el Presidente colombiano, Iván Duque, radicó con carácter urgente el Acuerdo de Escazú en el Congreso para luego desentenderse de su suerte. Al igual que en otras instancias multilaterales, en Escazú, el papel lo aguanta todo.
Una realidad insostenible
Según Unicef, América Latina y el Caribe carecen gravemente de mecanismos de transparencia y acceso a la información medioambiental. En marzo de este año una auditoría realizada por OCEANA determinó que Belice tiene grandes carencias en materia de transparencia en relación con la industria pesquera y la pesca sostenible.
Es factible que, de mantenerse el nivel de violencia contra la vida de defensores ambientales, líderes comunitarios, campesinos, ecologistas e indígenas que alzan la voz en algunos países de América Latina, especialmente en Colombia, la Unión Europea (UE) recurra a condicionar algunas de sus acciones en el continente americano al grado de cumplimiento del Acuerdo de Escazú.
Sin embargo, no es claro aún qué efecto podría tener en las importaciones de ciertos productos por parte de la UE, el hecho que sus principales cámaras productoras se opongan a un tratado regional que busca proteger los derechos de quienes defienden el ambiente.
Hay que recordar que el Acuerdo de Escazú de 2018 sigue de cerca, en cuanto a su contenido y a su estructura interna, a la Convención de Aarhus, adoptada para el continente europeo en 1998, con tres pilares principales: el primer pilar de Aarhus establece un conjunto de normas y requisitos para la divulgación por parte del Estado de información ambiental; el segundo pilar busca establecer un marco legal para la participación ciudadana en la toma de decisiones de carácter ambiental; y un último pilar es sobre el derecho a recurrir a la justicia en materia ambiental, en particular cuando hay algún incumplimiento de las obligaciones legales establecidas en el primer y segundo pilar.
¿Para qué sirvió esta primera COP?
A pocos días de concluida la primera COP en Colombia se registró una decisión en su Senado con relación a la aprobación del Acuerdo. Por el contrario, en Costa Rica no se observó ninguna iniciativa por parte de los legisladores salientes. Las nuevas autoridades ambientales electas, cuya designación generó reservas en el sector ambiental, al parecer no tienen buenas relaciones con el mundo ambiental costarricense, lo que pone en riego la ratificación del Acuerdo.
Pese a que el Acuerdo es no sólo un instrumento ambiental sino también de derechos humanos, y esa doble dimensión permitiría que los Estados que lo ratifiquen tengan un verdadero desarrollo sostenible, en varios países de Centroamérica (Guatemala, El Salvador y Honduras), Sudamérica (Brasil, Colombia, Paraguay, Perú y Venezuela) y el Caribe (Bahamas, Barbados, Cuba, Haití, República Dominicana así como Trinidad y Tobago) aún no ratifican el Acuerdo.
Una pregunta que abre esta nueva serie de COP es si las instituciones multilaterales y el multilateralismo como tal están dando los resultados esperados; el multilateralismo tuvo un papel clave en la globalización, ya que logró que las naciones comenzaran a cooperar. Sin embargo, espacios como las COP son cada vez más escenarios de promesas políticas y no de acciones concretas.
Sin la ratificación del Acuerdo por parte de todos los países de la región no habrán elementos legales que permitan que los puntos del Acuerdo sean implementados en los territorios donde los defensores ambientales están siendo amenazados y asesinados. De nada sirven las COP sin el compromiso real de los Estados de la región.
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