
Asunción de Mauricio Macri en Buenos Aires, 10 de diciembre 2015. Magoli Iglesias/Flicr. Some rights reserved.
El 10 de Diciembre de 2015, Argentina despertó para presenciar la asunción del nuevo presidente elegido democráticamente por todos y cada uno de los argentinos: Mauricio Macri. La noche anterior, la ex presidente Cristina Fernández de Kirchner, se despedía ante una Plaza de Mayo llena de ciudadanos emocionados y agradecidos. Fue un traspaso de mando dramático y cargado de la tensión simbólica y real que, probablemente, prevalecerá durante los próximos años políticos en Argentina.
En este importante momento histórico para el país y la región, los argentinos sólo parecemos coincidir en una alegría común: celebramos en paz el traspaso de poder de un presidente electo a otro, habiendo superado con valentía las dramáticas consecuencias de dictaduras, violencias armadas y variadas crisis políticas y económicas. Más allá de las dificultades, Argentina se encuentra firme en su proceso de construcción institucional democrática y se posiciona internacionalmente, tanto a nivel político como económico, en un contexto mundial preocupante y cada vez más violento.
Tal vez, esta sea la única alegría que une a los argentinos. En estas últimas elecciones presidenciales –en las que el candidato oficialista (Daniel Scioli) perdió por sólo un 2% frente al candidato opositor y futuro presidente (Mauricio Macri)- se debatieron y pusieron en contraste dos visiones y modelos de desarrollo y construcción política. Los argentinos optaron por el “cambio”. Y ahora nos preparamos con expectativa para descubrir que significa en la práctica esta palabra, hábilmente elegida los asesores de marketing de la coalición política vencedora.
¿Cuáles son las principales dicotomías a las que se enfrentará el país? Los resultados y el impacto de las decisiones por venir, sólo se verán reflejados dentro de algunos meses y años.
Viraje a la derecha
Los analistas coinciden en describir que la victoria de la coalición de partidos opositores “Cambiemos” será un viraje certero hacia la “derecha”. Es decir, el posible abandono y revisión de las políticas de “izquierda” y progresistas lideradas por Néstor y Cristina Fernández de Kirchner quienes gobernaron el país durante los últimos 12 anos. Este desplazamiento político está relacionado con potenciales transformaciones tanto políticas como económicas y de estilo y, sin dudas, tendrá un alto impacto en la política regional latinoamericana e internacional.
A nivel económico, el gobierno de Mauricio Macri anuncia el retorno a ciertas recetas neoliberales testeadas sin éxito en el pasado, tanto en Argentina como en muchos países del Sur Global, incluyendo Asia, África y Medio Oriente. En breve, esto significaría un retorno a la apertura de los mercados, la alineación con los preceptos de Estados Unidos y las principales instituciones financieras privadas y públicas controladas por este país (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, bancos privados, etc.). También se anuncia un posible control de gastos a partir de recortes presupuestarios en áreas claves que benefician a la clase trabajadora y más marginalizada (como por ejemplo, los subsidios del Estado al transporte público).
El énfasis en la eficiencia y la efectividad prevalece por sobre otros principios como soberanía y autodeterminación ampliamente defendidos durante la última década. Así, por ejemplo, es destacable que el designado Ministro de Economía fue uno de los principales gerentes del Banco J. P. Morgan, fundó un fondo de inversión criticado por sus operaciones de transferencias de fondos a paraísos fiscales y se distanció de Néstor Kirchner por su visión diferente sobre cómo manejar las reservas del Banco Central para coordinar procesos macroeconómicos. Una de las primeras actividades de Prat Gay fue llamar a su par estadounidense y brindarle detalles sobre el plan económico a implementar así como iniciar negociaciones urgentes para obtener más créditos internacionales (con alta tasa de interés), avanzar en acuerdo para el pago de la deuda reclamada por los llamados “fondos buitre” (vulture funds) y comenzar a conversar con los grandes bancos de desarrollo.
Como en el pasado, el eje es incrementar la reserva de dólares para respaldar la moneda nacional en base a un potencial mayor endeudamiento externo, mientras se devalúa el precio de la moneda y se bajan los impuestos a los sectores concentrados del campo, beneficiando así al sector del campo agro-exportador y algunas grandes empresas. En los primeros días de gobierno, Macri –utilizando criticados decretos presidenciales (es decir, sin pasar por el Parlamento Nacional)- cambió importantes medidas y leyes aprobadas durante la gestión que directamente prueban este fuerte viraje político-económico hacia la derecha. Muchas de estas medidas, concluyeron con la famosa crisis Argentina del 2001 y el default y movilización ciudadana que hoy son estudiadas y analizadas por políticos, economistas y países interesados en procesos de cambio no ortodoxos.
Este plan es un viraje importante en relación a ciertas medidas tomadas por los Kirchner en los últimos años que, también, han tenido resultados mixtos. Hasta hace unas semanas, Argentina sostenía una política de control de las fronteras para corregir asimetrías comerciales y garantizar una recaudación impositiva amplia de los sectores exportadores antedichos. La elite terrateniente ha sido una férrea opositora del gobierno en alianza con medios de comunicación concentrados en algunas familias poderosas del país. Hasta hace unos días, existía un política de control del valor de la moneda y de precios que ha exasperado los ánimos de los argentinos, temerosos de que el país se transforme en una versión sureña de Venezuela o Cuba mientras se achica el poder adquisitivo con una inflación de más del 40% anual.
Más o menos Estado
En este contexto de pulso por el control y la distribución de los recursos, el Estado Nacional ha ampliado sus funciones a partir de políticas sociales amplias, que benefician a los sectores más marginalizados –por ejemplo, la asignación universal por hijo, las jubilaciones para las amas de casa o el mencionado subsidio al transporte público- así como la nacionalización de empresas –como petróleo y transporte- privatizados en la década neoliberal de los 90´. La política económica estimuló el consumo y la producción para el mercado interno creciente, defendiendo que el aumento de la inflación es un indicador positivo. Sin embargo, inflación y control cambiario, unidos a una corrupción endémica ligada a la falta de eficiencia y la manipulación del poder, han hecho que el crecimiento exponencial del gasto se haya transformado, otra vez, en una carga para la mayoría de los argentinos.
La cuestión clave que se dirime en este vaivén económico entre la “derecha” y la “izquierda” es, finalmente, cómo se genera y distribuye riqueza y, por tanto, cómo se supera la pobreza y la inequidad. Argentina, como muchos otros países en el mundo, esta hoy nuevamente atrapada en la dicotomía “mercado” vs. “Estado”. Al mismo tiempo, parecemos encasillados en la segunda gran dicotomía y que es “soberanía” vs. “integración (al Norte Global)”. Macri, de todos modos, ganó garantizando que no destruirá el Estado. El rol del mismo ya no es tan cuestionado como en los 90. El nuevo presidente sostiene que él mismo continuará “cuidando” a los argentinos. En los próximos meses, se verá si el nuevo gobierno logra encontrar ese ansiado equilibrio que no deje a los ciudadanos indefensos ante la flexibilización y la apertura requeridas por los grandes capitales para maximizar sus beneficios económicos.
Es interesante remarcar un dato que demuestra este balance complejo: el nuevo gobierno ha prometido que no privatizará nuevamente la recientemente nacionalizada empresa de petróleos (Yacimientos Petrolíferos Fiscales, YPF) –cuidando de esta manera el manejo de un recurso natural clave directamente asociado con la posibilidad de que Argentina continúe creciendo con relativa autonomía. Sin embargo, el Ministerio de Energía y Minería estará en manos del ex-presidente de Shell Argentina, y una de las Secretarías a cargo del ex CEO de Pan American Energy. Al mismo tiempo, se plantea una visita inmediata a China y Brasil, aunque no a Rusia. No es un dato menor, teniendo en cuenta el mapa de poder mundial.
Por otro lado, la nueva gestión también defiende que no revocará la medida que brinda apoyo económico mensual a millones de madres y jubilados argentinos, quienes lograron que sus derechos económicos y sociales fuesen expandidos. Sin embargo, si la recaudación debe aumentar y los impuestos al campo y otras aéreas desaparecen, probablemente se vayan a realizar recortes que deberán hacerse en áreas sociales y el sector público. En un plan ortodoxo, las cuentas deben cuadrar. Al mismo tiempo, el gobierno ya ha mencionado que no necesariamente continuará con las negociaciones anuales con los grandes sindicatos (paritarias) y que los trabajadores tendrán que negociar acuerdos directamente con sus empresas y de acuerdo a los niveles de productividad. El rol de mediación del Estado, que ha garantizado una clara y transparente negociación salarial, está siendo inicialmente negado. Si esto sucede, estaremos frente a una demostración del neoliberalismo en su mejor expresión.
Preocupación por los Derechos Humanos
A nivel político, los Argentinos estamos frente a un debate importante: ¿Debe Argentina continuar o no con su política de Derechos Humanos? Durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner se avanzó como nunca antes en la investigación y condena de los militares involucrados en los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura militar. La actual política de Estado afirma el valor de la verdad, la memoria y la justicia, y dejó de lado años de amnistía y negación con el pasado dictatorial. En cambio, Mauricio Macri no dudó en manifestar públicamente que, durante su gobierno, se terminaría el “curro de los Derechos Humanos”.
Un hecho ilustrativo, es que sólo un día después de la victoria de “Cambiemos”, uno de los principales diarios nacionales que apoyó al futuro presidente –vinculado a los Mitre, una de las familias de la elite que se alió al poder militar-, publicó un editorial pidiendo el fin de los juicios. La resistencia no tardó en llegar. Los mismos empleados del diario organizaron una protesta interna para dejar en claro que la justicia no tiene vuelta atrás en nuestro país. Si no se retrocede en los avances en materia de justicia por los crímenes de lesa humanidad, podrán continuar los juicios que se están iniciando contra muchas empresas privadas que colaboraron para que se concretaran los secuestros, desapariciones y persecuciones políticas durante la dictadura. Muchas de esas empresas son hoy las más cercanas a la familia Macri y de los miembros de su equipo. En definitiva, el pulso sobre la revisión histórica argentina y latinoamericana para construir un futuro de derechos para todos será un eje de la disputa política de la que seremos parte activa.
En términos de Derechos Humanos, también en la última década se avanzó en temas ligados al derecho al aborto, reproducción asistida, matrimonio igualitario e igualdad de género, entre otros. En contraposición, el nuevo presidente, ha marcado su cercanía a los grupos más conversadores de la Iglesia católica y ha manifestado que sus valores no serán alterados por los avances sociales logrados, en muchos casos, por grupos organizados de víctimas y ciudadanos. El Papa Francisco todavía no ha llamado a Macri para felicitarlo, y evalúa cómo establecer una relación con un dirigente político que, claramente, se sitúa al otro lado del espectro político.
Una de las medidas más críticas, potencialmente ilegal e ilegitima y nunca vista en la historia democrática argentina, fue la designación por decreto presidencial de dos jueces en la Corte Suprema de Justicia –medida que está siendo revisada. Esto es una clara demostración de cómo el nuevo gobierno, dejando de lado los eufemismos en relación al diálogo, avanza para controlar los altos poderes de la justicia y garantizar el marco general para realizar cambios a legislación clave.
Reasignación de bloques en la región
Estos debates y posibles desplazamientos políticos y económicos tienen y tendrán un amplio impacto a nivel latinoamericano: el gobierno de los Kirchner construyó una alianza fuerte con los países de la región. Todos fuimos testigos y constructores de la “Patria Grande” (Latino América Unida). Para muchos, la victoria macrista significa el alivio por el debilitamiento del “bloque chavista”, que resiste las políticas neoliberales. Macri desplegó una diplomacia agresiva contra Venezuela en la primera reunión de presidentes del Mercado Común del Sur (MERCOSUR) de fin de Diciembre. Macri anuncia y se distancia de Venezuela y relaciona su posición con un supuesto “avance en los Derechos Humanos”, mientras mira hacia la Alianza del Pacifico, más cercana a Estados Unidos, y considera tratados ampliados de libre comercio con la Unión Europea y el país del Norte.
Organizaciones y bloques regionales que tomaron fuerza para discutir formas creativas de generar poder y alternativas en Latinoamérica y el mundo comienzan a ser desmerecidos por la nueva gestión: la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) y la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), tal vez, comiencen a sonar como algo del pasado. De hecho, el nuevo Ministro de Economía ya anunció que Argentina comenzará a formar parte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD) “porque demuestra nuestra seriedad como país”. Otra jugada que forma parte del juego de ajedrez previsto en este zigzagueo obvio hacia la “derecha”.
Con Dilma en Brasil enfrentando un posible juicio político, y la derrota de Maduro en las elecciones legislativas de Venezuela, así como Cuba abriéndose al mundo, Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador quedan casi sólos como posibles referentes de esta Latinoamérica que los últimos años se enriqueció valientemente con nuevas ideas, innovaciones y la creación de espacios políticos ligado a la izquierda progresista relegada durante la década neoliberal.
Reaprender lecciones del pasado
Más allá del “cambio” que se avecina, es interesante realizar una reflexión: los argentinos demostraron que –tal vez como todos los ciudadanos del mundo-, votan con el bolsillo, el cálculo individual del costo-beneficio y no sólo la consideración de supuestas convicciones ideológicas y de principios. Los argentinos también parecen votar basándose en sus “sensaciones” más que con la brújula puesta en el análisis meticuloso de las políticas públicas y sus resultados. Si hay dinero en casa, adelante. Si no hay tanto dinero, que gane el otro. Si hay sensación de esperanza, adelante. Si hay cansancio, que venga el otro.
Argentina parece haber llegado a un nuevo umbral de la historia: el progresismo no logró la suficiente efectividad como para que el bienestar económico de medio y largo plazo, esta vez, sea defendido por los votos de la mayoría. La argumentación demagógica y los discursos sin demostración de resultados cotidianos para las familias son la medida justa para volver a dar las cartas.
La política es el arte de construir mejor vida en base a nuevas ideas. Una pequeña parte de los argentinos piensa que las ideas no fueron suficientemente buenas y que es posible una mejor vida a partir del cambio de signo de gobierno. Los argentinos parecen pensar que es bueno el recambio, más allá de las ciertas lecciones del pasado. El tiempo brindará respuestas. Y volveremos a aprender (otra vez).
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