
Chile: ya basta
Siempre hay un momento de inflexión en las protestas populares. Entre todos esos instantes existe solo uno de giro indeseable, que parte de la protesta cause más daño que beneficio a los que dice defender. English


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Chile es hoy como una torta de hojas. La base que sostiene al conjunto de las capas, son las legítimas demandas de una población mayoritaria que ha padecido dos limitaciones severas en su desarrollo: la primera, soportar una de las distribuciones de la riqueza más injustas del mundo; y la otra, la humillación social sostenida en un país profundamente clasista.
La masa de hoja que viene enseguida está hecha de marchas, manifestaciones callejeras multitudinarias, de las más grande que ha visto la nación, cánticos en plazas y parques, expresiones artísticas y culturales, buen humor popular de agudo ingenio y creatividad. El baile de una bella que salta, grácil, con una bandera chilena como si el país entero volara hacia el futuro. Son protestas enérgicas, pero con una sonrisa en los labios. Los ultras no ríen.
La hoja de las demandas es gruesa: pensiones, salud, educación, dignidad, nueva constitución, justicia social, eficiencia en contra de la corrupción. En síntesis, un país más justo con su gente.
Las demás capas estropean lo bueno.
Que alguien piense, a estas alturas, que la destrucción de las estaciones del metro, de edificios públicos son acciones espontáneas, carece de sentido común.
Que haya muchos que piensen que los actos vandálicos, los saqueos al comercio, el incendio de locales públicos, la violencia encapuchada, son acciones comprensibles derivadas de la injusticia, de la justa rabia, o más aún, de acciones revolucionarias, es no darse cuenta del daño que dichas acciones producen a las propias movilizaciones y demandas y de que son el sostén indeseado de lo que debe ser condenado sin reparos, ni matizaciones.
No hay nada heroico en la delincuencia.
Las organizaciones de derechos humanos condenan la violencia y la represión del estado. Hacen bien, porque hay quienes se han cebado, aprovechándose de su investidura con abusos sexuales, torturas, palizas y otros malos tratos execrables.
Pero la violencia del estado no puede ser razón para la violencia callejera ni mucho menos para el delito. Los medios no justifican el fin, por el contrario, hay medios que niegan el fin.
Por eso resulta brutal que quienes ostentan la condición de representantes sociales se opongan a medidas judiciales que buscan sancionar los desmanes para, a la vez separarlos de las protestas legítimas y pacíficas. Es cierto que el proyecto de Ley Antisaqueos contiene errores y excesos que deben ser resueltos. En el Senado ha quedado de manifiesto que se hará una corrección profunda del texto de la ley; pero lo medular, lo que importa y lo que todos debiéramos apoyar, es contar con un instrumento que permita perseguir y condenar efectivamente el saqueo y la destrucción.
La hoja de las demandas es gruesa: pensiones, salud, educación, dignidad, nueva constitución, justicia social, eficiencia en contra de la corrupción. En síntesis, un país más justo con su gente.
Se esgrime como justificación la desobediencia civil, como si esa figura significara carta blanca para todo. Por el contrario, la desobediencia civil, en un estado democrático no recurre a la violencia. Solo puede llamar a desconocer el imperio de la ley si determinadas normas se dictan con la expresa intención de someter o causar daño a toda o parte de la población. Tampoco desconoce el mandato de la ley. Hay representantes sociales que lo saben perfectamente, sobre todo aquellos que por su calidad de dirigentes sociales y por conocer las amargas experiencias de la dictadura militar, debieran tanto valorar y defender el estado de derecho como mostrar la entereza necesaria para oponerse con energía a acciones que no deben ser toleradas. Acciones repudiables, literalmente criminales, delictiva, que ponen en peligro nuestra democracia. Cuando no impera el estado de derecho, triunfan los más fuertes y por supuesto pierden los más débiles. Hay hechos que la democracia no admite ni soporta sin grave perjuicio para todos.
Extraña sobre todo dos cosas:
Falta de responsabilidad en la Mesa de Unidad Social para entender y hacer conciencia que se puede conseguir mucho, pero no todo. Las metas maximalistas no son reales porque toda reivindicación social, por legítima que sea, tiene límites que fijan las posibilidades del país. Ver cualquier conquista como “limosna” es empecinamiento que se rebela en contra de lo posible o, atribuir sentido mágico a la vida. Como si mediante una movida pudiéramos cambiar toda la realidad. Lo que es bueno para la ficción es malo para la política.
Iniciar el camino hacia una Nueva Constitución era algo impensable hace 50 días atrás; aumentar las pensiones básicas inmediatamente en un 50% para los mayores de 80 años y en 24 meses para todos los mayores de 65 no estaba en los cálculos de nadie; haber cambiado una reforma tributaria que le devolvía 800 millones de dólares a los más ricos por otra que le impone nuevos tributos; revertir el alza de un 9% de la electricidad y luego reducir en un porcentaje pequeño (3%) los costos de la misma; eliminar el pago total o el pago del 50% de las contribuciones para personas con un ingreso inferior a 600.000 ó 1.500.000 de pesos respectivamente y por supuesto la congelación del pasaje del metro, son parte de un conjunto mayor de los primeros logros del “estallido social” son conquistas del pueblo de Chile; son avances en 50 días que en otras condiciones habrían demorado años.
El papel de los dirigentes sociales y políticos es difundir y valorar los logros, esto hace que los movimientos tengan sentido y contribuye a aumentar la confianza en la capacidad de la acción social para generar cambios, nos ayuda a continuar las movilizaciones pacíficas para obtener las transformaciones más profundas, en serio: Pensiones; Salud; Educación, medidas redistributivas y término de los abusos.
Las actitudes de negación de todo solo ayudan a desmovilizar; a decepcionar y frustrar a los movimientos sociales. Lo sabemos, en otros países con contextos y demandas distintas, la gente dejó de salir a la calle porque sintió que su esfuerzo y sacrificio ya no valía la pena. No cometamos el mismo error
Lo otro es la falta de solidaridad y empatía con el pueblo. Sí, el pueblo, que se encamina cada día al trabajo y lo dejaron sin movilización. Los ricos no andan en metro y si hay muchas dificultades sacan su plata a los paraísos fiscales, o abandonan el país o con su riqueza o como ya lo hicieron en el pasado reciente, toman el control total de él, con el uso de la fuerza.
Sí, el pueblo, que tiene miedo de salir a la calle después de las seis de la tarde porque teme ser agredido.
Sí, el pueblo, que también son esos comerciantes que se han quedado en la calle porque les robaron todo y les incendiaron la tienda. Personas honestas, trabajadoras, gente del barrio, amigos nuestros y de nuestras familias, ¿lo recuerdan?, no los olvidemos, no seamos indiferentes, indolentes, se merecen todo nuestro apoyo y comprensión.
Sí, el pueblo, la inmensa mayoría que está con las protestas, pero totalmente en contra de la violencia, así lo demuestran de manera contundente los estudios de opinión, el rechazo a la violencia alcanza al 98 %.
El futuro de Chile está en nuestras manos
Sí, el pueblo que quiere vivir mejor y desea con fervor que termine la crisis y la violencia desatada de manera cruel e irracional, no para conformarse con lo obtenido, sí para exigir y respaldar la implementación imprescindible del conjunto de reformas que den respuesta a las justas demandas , que la miopía, a este punto ya ceguera y porfía del presidente no le permiten ver, ni entender, que la búsqueda de un nuevo pacto social es una urgencia para el conjunto de la nación y para resguardar nuestra democracia.
El conjunto de la oposición, figuras destacadas del oficialismo, en especial parlamentarios y el propio presidente de Renovación Nacional, empresarios reconocidamente de derecha, intelectuales y politólogos del más amplio espectro político, representantes de las más importantes organizaciones sociales y lo principal: millones de chilenas y chilenos que han salido a la calle, copando plazas, parques y avenidas -- por primera vez en nuestra historia- desde los sectores más acomodados hasta las poblaciones más humildes, de todo, absolutamente todo el territorio nacional, para demandar cambios profundos y decirle al mandatario que esta crisis no se soluciona con medidas de parche, ni con bonos, menos aún con el uso de la fuerza, como dijo el presidente de RN: esto no lo van a arreglar los carabineros
El Presidente ha dejado de ser parte de la solución para pasar a ser parte del problema, más aún, algunos analistas sostienen que él ES el problema. Al grito espontáneo de “renuncia Piñera”, se han ido sumando reconocidos analistas políticos que plantean que el término anticipado del mandato presidencial es un escenario que se debería considerar, sin alterar el marco de nuestra democracia y nuestro estado de derecho, incluso con las propias facultades que otorga la Constitución del 80. Sería una salida indeseada, lamentable. Creo, sinceramente que la gran mayoría de los actores de esta crisis tratarán de evitarla. Presidente, ayude un poquito.
El futuro de Chile está en nuestras manos, esta no es una frase cliché, hoy todos y todas somos responsables, podemos caminar hacia el abismo o hacia un horizonte de paz y de justicia social. Se requiere capacidad de construir, pactar, dialogar y por supuesto de ceder.
Sí, ceder en pos del bien colectivo y superior, no tiene nada de humillante, así se forjan las grandes naciones, no es tan emocionante como sentirse parte de una legión en lucha encarnizada, como adalid que pasará a la historia. Así es la democracia. A veces Injusta, otras incompleta, medio aburrida, pero democracia, el peor de los sistemas a excepción de todo el resto.
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