Así, Rusia rompe definitivamente cualquier tipo de acercamiento con la Unión Europea, y en particular con los países del G7, optando por una alianza geopolítica y una integración duradera con China e India. Y contribuye, de este modo, a que China tome la delantera y redefina radicalmente los objetivos del grupo BRICS+, que era un bloque económico y que ahora se está transformando en un verdadero bloque alternativo al G7, tras la probable inclusión de Argentina, Irán, Egipto, Turquía y la propia Arabia Saudí. Con cerca del 40% de la población mundial y un PIB casi igual al del G7, es ya hoy una referencia mundial en franco proceso de expansión y proyección global de su poder.
2- En el "lado occidental", el hecho más importante -si se confirma- será la derrota económica de las "potencias económicas occidentales" que no habrán podido ahogar o destruir conjuntamente la economía rusa.
El uso militar de las "sanciones económicas" se desmoralizará y las armas volverán a imponerse en Europa. En primer lugar, con el ascenso de la OTAN, que, a corto plazo, sustituirá al dividido y debilitado gobierno de la Unión Europea, convirtiendo a Europa en un "campo militar" -con 300.000 soldados bajo la bandera de la OTAN- bajo el mando real de Estados Unidos.
Sin embargo, a medio plazo, esta nueva configuración geopolítica debería ahondar en las divisiones internas de la Unión Europea, fomentando una nueva carrera armamentística entre sus Estados miembros, probablemente liderada por Alemania, que, tras 70 años de tutela militar estadounidense, está volviendo a su tradicional vía militarista.
Y así, Europa vuelve a su viejo "modelo westfaliano" de competencia bélica, liquida su utopía de unificación, y se deshace de su exitoso modelo económico, tirado por las exportaciones y sostenido por la energía barata suministrada por Rusia.
3- Por último, en el lado del "imperio americano", la gran novedad y cambio fue el paso de los estadounidenses y sus aliados más cercanos a una posición defensiva y reactiva. Y esta fue al mismo tiempo su principal derrota en esta guerra: la pérdida de la iniciativa estratégica, que pasó, en el terreno militar, a manos de Rusia en el caso de Ucrania y, en el terreno económico, a manos de China en el caso del Cinturón y la Ruta.
Las "potencias occidentales" parecen ocupadas en "tapar agujeros" y "rehacer las conexiones perdidas" en todo el mundo, mientras que el propio conflicto está haciendo explícita la pérdida de liderazgo occidental en el sistema internacional, con la rápida reducción de la hegemonía secular de los valores europeos y la supremacía militar global de los pueblos anglosajones.
Esta crisis ha puesto de manifiesto, más que nunca, la verdadera dimensión del G7, que suele hablar en nombre de una "comunidad internacional" que ya no existe o que siempre ha sido una ficción o "relato" de los siete países que en su día fueron los más ricos y poderosos del mundo.
Más aún, se pone en cuestión el propio poder del "capital financiero" desregulado y globalizado, explicitando la cara parcial y belicosa del "dinero internacional" y la estructura de poder estatal que se esconde detrás de dos sistemas internacionales de intercambio de información financiera y de pagos, la SWIFT (Society for Worldwide Interbank Financial Telecommunication), que tiene su sede en Bruselas, pero que en realidad está controlada por los bancos centrales de sólo 10 Estados, los mismos que el G7 más Suecia, Suiza y Holanda.
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