Bolsonaro también se enriqueció personal e ilícitamente durante esos cuatro años, al igual que sus cuatro hijos.
En definitiva, Bolsonaro y el bolsonarismo, al igual que el fascismo histórico y el nazismo, no tiene ninguna identificación real con lo que dice Jesús en los evangelios o San Pablo en sus cartas.
El presidente Luiz Inácio Lula da Silva, que nació en la pobreza, al igual que Jesús, durante sus ocho años de gobierno, sacó a Brasil del mapa del hambre y prácticamente erradicó la pobreza en el país, pobreza que ha vuelto gracias a Bolsonaro. Lula hizo un gobierno que priorizó sobre todo a los más pobres y a los trabajadores, en particular a las mujeres. Lula sembró amor y no utilizó la mentira como arma de destrucción.
Es decir, si comparamos a Bolsonaro con Lula, podemos concluir que Lula está mucho más en línea con los valores cristianos. Quien está, digamos, atendiendo a todas las exhortaciones de los evangelios es Lula: la defensa de los humillados, de la justicia y de la igualdad.
Sentido así, ¿cuál es la duda de los cristianos que quieren votar según sus valores?
La religión de los candidatos no debería estar en el orden del día en un Estado laico, pero ya que lo está, una prensa honesta debería decir a los evangélicos la verdad: Lula es un verdadero cristiano
Bolsonaro y el bolsonarismo, en cambio, no son más que lo que el evangelista Mateo dice de los fariseos: por fuera, blancos y con apariencia prístina, pero por dentro, llenos de podredumbre y huesos.
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