
Tras el colapso mortal de Brumadinho, solo queda la resiliencia de la gente
En el pequeño pueblo minero de Brumadinho, la represa Córrego do Feijão de la minera Vale, la empresa minera de hierro más grande del mundo, colapsó el 25 de enero de 2019. Ahora este pueblo sigue resistiendo para reconstruir sus vidas. English

En el pequeño pueblo minero de Brumadinho, en el sureste de Brasil, la represa Córrego do Feijão de la minera Vale, la empresa minera de hierro más grande del mundo, colapsó el 25 de enero de 2019.
El colapso desató un tsumani de lodo tóxico que con mineral de hierro, matando a alrededor de 270 personas, y causando un daño medioambiental catastrófico. El lodo cubrió una zona de 290 hectáreas, es decir, una 300 canchas de fútbol.
Pero después de uno de los peores desastres medioambientales de la historia brasileña, las comunidades y organizaciones locales intervinieron para proporcionar asistencia y apoyo a los residentes que permanecían en la zona. Uniendo sus esfuerzos, la gente de Brumadinho se ha organizado para luchar por sus derechos, y para restaurar la memoria colectiva del pueblo.
En Córrego de Feijão, el distrito de Brumadinho donde está ubicada la represa, el estudiante de derecho Jeferson Custódio Santos Vieira, de 20 años, estaba en su casa cocinando cuando colapsó la represa. Sus hermanos menores estaban afuera jugando al fútbol. Cuando escuchó de repente un fuerte ruido, salió de casa y vio que sus vecinos salían corriendo. Una nube de humo se levantaba en la distancia. “Había un mar de lodo bajando, destruyendo todo lo que encontraba en su camino”, recuerda.
Después de proteger a sus dos hermanos dentro de la casa, Custódio bajó corriendo por la cuesta en la dirección de la represa. La gente lo avisó que no bajara, porque era peligroso, pero al pie de la montaña había un hotel donde trabajaban su abuela como cocinera, y su tía como limpiadora. Quería comprobar que estaban bien, pero al acercarse más al hotel, vio que “ya estaba totalmente sumergido en lodo”, recuerda con tristeza.
Durante la semana siguiente, las 200 familias de su pueblo se reunieron diariamente en su sala comunitaria. Durante los primeros dos días, no había electricidad, agua, ni acceso a internet. Todas las carreteras que llevaban al pueblo quedaron destruidas. “Estabamos aislados, y todos teníamos familiares desaparecidos” dice Custódio.
De estos encuentros diarios se constituyó una comisión, la Comissão de Atingidos do Córrego do Feijão, creada por los habitantes que quisieran involucrarse. Al principio, el grupo centralizó toda la información que les llegaba de los equipos de rescate sobre los sobrevivientes y las víctimas de la tragedia.
En el pueblo de Custódio se confirmaron 27 muertos. Muchos residentes reportan todavía migrañas crónicas y erupciones cutáneas, y las causas son inciertos todavía
Mientras iban llegando las ayudas de otras partes a través de carreteras improvisadas que evitaban el lodo, ellos se dividían proporcionalmente entre los habitantes del pueblo todos los alimentos y otros abastecimientos que recibían. La comisión de 12 personas representa, actualmente, a 600. “Aquí no hay líderes. Todo el mundo necesita una ayuda, incluso los que ayudan a los demás”.
Cinco meses después, en el pueblo de Custódio se confirmaron 27 muertos. Muchos residentes reportan todavía migrañas crónicas y erupciones cutáneas, y las causas son inciertos todavía. Las gallinas caen muertas y nadie sabe por qué, aunque sospechan que tiene que ver con contaminación del agua.
Los habitantes del pueblo que se ganaban la vida vendiendo huevos y hierbas ya no tienen cómo sobrevivir. Los pescadores también se quedaron sin trabajo porque el río está contaminado con metales pesados. Muchos peces murieron y los que sobreviven no se pueden comer.
El desastre de Brumadinho ocurrió unos meses después de otro colapso traumático de una represa, esta vez cerca de Mariana, en el estado de Minas Gerais. Custódio aprendió la lección de Mariana y no quería que los habitantes de Brumadinho sufrieran el mismo destino.
“Teníamos que garantizar nuestros derechos colectivos para ayudarnos a todos”. “En menos de un mes, logramos que el gobierno volviera a abrir las carreteras e instalar electricidad y abastecimiento de agua - eso no pasó en Mariana”.
Como grupo, pueden actuar como portavoces por los más afectados y presionar colectivamente a mineras y el gobierno para reforzar sus derechos. Meses después, y después del esfuerzo de socorro, siguen distribuyendo agua en la comunidad y construyendo infraestructura. “Los colectivos tienen fuerza, y la acción colectiva siempre es mayor” agrega Custódio.
Recordar a las víctimas
En otra parte de Brumadinho, Flávia Coelho dedica todo su tiempo libre a crear un memorial. Su padre, Olavo Henrique Coelho, trabajó en la mina durante casi 40 años. Después de observar problemas de seguridad con sus estructuras, fue a comunicárselo a Vale, pero fue ignorado por la empresa.
Fue una de las víctimas que murieron en el colapso. La misión de su hija Flávia es ahora asegurar que el desastre no se quede en el olvido y que tampoco se repita.
En la entrada de Brumadinho, unas letras grandes de cemento muestran el nombre del pueblo. Ahora, fotografías de recuerdo y flores ahora esas letras. Una pancarta con los nombres de las víctimas cuelga entre una farola y un palo de madera.
Esta zona es donde las familias se juntan los vecinos, el 25 de cada mes, para protestar y honrar las vidas perdidas. Entonces, los gritos exigiendo justicia resuenan por la avenida principal.
En un amplio edificio, que donó la iglesia local, ya están construyendo un memorial por las víctimas. “Hay espacio para cada persona que murió” dice Coelho, quien apunta a una esquina que tiene objetos personales e historias contadas por familiares y amigos.
Por desgracia, Brumadinho no será el último desastre minero de Brasil. Varias represas en otras ciudades están en alerta roja, en riesgo de colapsar
“Yo ayudo a descubrir las biografías de cada víctima”. Coelho lleva a cabo este trabajo junto a 30 voluntarios más, pero no cuenta con ningún apoyo político. “Todas las familias estamos muy unidas. Queremos que el mundo escuche nuestra historia”.
Otras represas en alerta roja
Por desgracia, Brumadinho no será el último desastre minero de Brasil. Varias represas en otras ciudades están en alerta roja, en riesgo de colapsar. En Barão de Cocais, un pueblo minero a 2 horas de Brumadinho, los residentes están paralizados por el miedo y la preocupación.
El mes pasado, un fragmento de la represa se derrumbó, y la barrera sigue deslizándose 40 centímetros cada día. Por la noche, Maxwell de Andrade, vecino de 30 años, camina hasta la orilla del río con un grupo pequeño. Miran y esperan.
“Empezamos vigilancia a medianoche y nos marchamos a las 5am” dice de Andrade, que mantiene esta rutina desde hace meses. Pero ya no puede seguir con la vigilancia debido a su trabajo y al cambio de clima que implica la llegada del invierno.
Sus preocupaciones no cesan. Si la represa colapsa, ¿tendrán el tiempo suficiente para avisar a sus vecinos y escapar para evitar ahogarse en un mar de lodo? Agencias locales de defensa civil instalaron y probaron sirenas de alerta, pero de Andrade no confía en que vayan a funcionar. En Brumadinho, las sirenas fallaron, y eso contribuyó a la pérdida de muchas vidas.
Con un grupo de otros ciudadanos preocupados, está luchando para evacuar a las familias que viven cerca del río. Los residentes de Barão están sintiendo el impacto psicológico, y están presionando para que Vale proporcione servicios de salud mental aunque hasta ahora, la empresa no ha hecho nada.
“No hay nada que podamos hacer salvo esperar hasta que ocurra otra tragedia”, se lamenta de Andrade. Pero él, junto con otros ciudadanos, están haciendo lo que buenamente pueden para prevenir la pérdida de más vidas humanas.
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